Orgullo de ser olímpico: recuerdos en blanco y negro del deporte local
25 de Julio 2024 | Publicado por: Samuel Esparza
A días que se produzca el estreno de los representantes regionales en París 2024, repasamos la participación de viejas glorias en la cita de los cinco anillos. Relatos de quienes portaron la estrella solitaria en míticos escenarios, abriendo brecha para quienes hoy esperan dejar huella. Que no se extinga la memoria.
Comenzó la acción de los Juegos Olímpicos de París 2024. Pese a que recién mañana se llevará a cabo la ceremonia de inauguración, los primeros deportes hicieron su estreno en la capital gala. Las competencias del fútbol masculino y el rugby 7 dieron la partida al máximo evento del deporte internacional, instancia donde como es costumbre, la Región del Biobío tendrá emisarios dentro del Team Chile.
Pequeña, pero potente será la delegación regional en la Ciudad Luz, una lista que tiene a sus más fuertes representantes en el agua, con las hermanas Antonia y Melita Abraham, junto a César Abaroa, los tres en el remo, además de las canoístas, María José Maillard y Paula Gómez. Y que completa la tenimesista sampedrina, Paulina Vega, quien hará su tercera presentación olímpica tras Atenas 2004 y Tokio 2020, y que será la encargada de abrir los fuegos este sábado, en la primera ronda individual.
En espera de este ansiado debut, hacemos un primer repaso a deportistas locales que alguna vez tuvieron la fortuna de vestir la estrella solitaria en la cita de los cinco anillos. Algunos de ellos, en los albores del siglo pasado, otros en tiempos algo más modernos, todos con el orgullo de ser olímpicos.
Un vialino suelto en París
Campeón sudamericano de atletismo y goleador implacable en la década de 1920 vistiendo la camiseta de Arturo Fernández Vial, Humberto ‘‘Gaucho’’ Lara fue un deportista en el significado más amplio de la palabra. Su irrupción en sociedad sucedió en abril de 1924, durante el tercer Sudamericano de Atletismo, en Buenos Aires. Así lo relata Mauricio Martínez.
“Entre cientos de competidores y renombrados deportistas, estaba el vialino Humberto Lara, sentado en su banca, aguardando pacientemente su turno para competir en los 400 metros vallas, su especialidad. La espera fue interrumpida por el campeón argentino, Enrique Thompson, que miró a Humberto con superioridad y, con una engreída sonrisa, le dijo: ‘Quédate sentado en las tribunas para ver cómo gano, ¿eh?’. La respuesta del chileno, no se hizo esperar. ‘Eso lo veremos, yo vengo a competir’. Cuando la carrera finalizó, Humberto Lara no solo destronó a Thompson, sino que también rompió un récord que se mantuvo vigente por 50 años. La arrogancia de su rival se convirtió en respeto. El argentino, anonadado por la situación, le gritó: ‘’Ah, no, vos sos un gaucho’. Así nació el nombre de Humberto ‘‘Gaucho’’ Lara, un auténtico campeón vialino”.
Un mes después de su gran aparición en Buenos Aires, Lara viajó a los Juegos Olímpicos en París. ‘‘Fue un viaje en barco que duró alrededor de un mes. Ya en la Ciudad Luz, como vialino amante de sus raíces, el ‘Gaucho’ entrenaba con la tricota del club. A los extranjeros esto les llamaba la atención, ya que era un atuendo muy distinto al de Chile, y se preguntaban de dónde era. Él, orgulloso de sus colores, nunca dijo nada ni contestó cuando lo molestaban, manteniendo esta determinación durante toda su estadía en Francia. Y, a pesar de no haber clasificado en las pruebas, Lara fue uno de los tres atletas que representaron a Chile en esa edición, junto a Alfredo Ugarte y Manuel Plaza.
El “Ancla” se paseó en Helsinki
“Me pagaban cien pesos. Otras veces jugué por el sándwich y la bebida. Ese era el Naval y el fútbol de mis tiempos”, contó alguna vez en estas páginas el ex futbolista de Naval, Arturo Nourdin, mirando una foto de Helsinki, donde en 1952 tuvo el honor de disputar los Juegos Olímpicos.
Hoy, con 97 años a cuestas, el “Gringo” es el único que queda de ese equipo, que aunque no pudo mostrar todo su poderío, sí paseó el nombre del “Ancla” en el viejo continente. “Éramos bicampeones con Naval y por eso nos designaron para representar a Chile… Le habíamos ganado varias veces a los profesionales. Lo malo es que en Finlandia, Tirado no puso a Naval, prefirió a los de Santiago. Lo desarmó todo y perdimos 5-4. Egipto no tenía tanto fútbol, pero eran muy rápidos. Corrían y corrían y los laterales nos pasaban. Después fuimos por un par de ciudades, jugó el verdadero Naval y ganamos”, rememora.
En su casa hay varios cuadros y medallas de esa gesta. “Cantar el himno es impresionante, se me caían las lágrimas. Todavía duermo y me acuerdo de eso. Era impresionante ver edificios llenos de puras mujeres y ruinas, porque allá venían de la guerra. Había hoyos de bombas por todos lados. Recorrimos harto y también pasamos por Francia y España. También por Argentina, cuando murió Evita Perón”.
Marlen, la más grande
Su pasión desde siempre fueron los animales, y los caballos llenaron sus sueños de pequeña. Quiso el destino que en tierra de canguros, marcara para siempre la historia del deporte chileno, con su proeza en Melbourne 1956, donde se convirtió en la única chilena en colgarse una medalla olímpica.
Nacida en Concepción (1933), Marlene Ahrens es por lejos la mejor deportista chilena de la historia, y su estampa de mujer triunfadora aun permanece firme en la memoria. No tiene fecha de vencimiento, más bien, se vuelve infinita para cada nueva generación que gusta del atletismo.
Su nombre en honor a Marlene Dietrich, marcaría también su carácter y grandeza. Firmeza de espíritu necesaria para pararse al lado de atletas gigantes de la época y salir indemne: la checa Zatopekova, campeona olímpica cuatro años antes, y las soviéticas Nadezhda Konyayeva (campeona mundial del momento) e Inese Jaunzeme. Todas juntas oficiaron como testigos esa tarde del miércoles 28 de noviembre de 1956, cuando una espigada rubia con la tricolor en el pecho lanzaba la jabalina lejos, 50,38 metros que le valieron medalla de plata y ser, todavía, la única mujer nacional en trepar a un podio olímpico.
Cuando el remo tocó el cielo
Antes de las hermanas Abraham, de Josefa Vila o Felipe Cárdenas, Concepción ya tenía remo de categoría. Los Angeles 1984 puede dar fe de aquello, instancia donde un grupo de jóvenes remeros locales logró meterse por única vez en la historia en una final olímpica.
El Ocho con Timonel de Rodrigo Abasolo (timonel), Víctor Contreras, Mario Castro y Zibor Llanos, (todos del Canottieri Italiano de Concepción), y completado por Carlos Neira (CD Español) y Giorgio Vallebuona y Juan Riquelme (CD Alemán), además de Marcelo Rojas, Alejandro Rojas y Rodolfo Pereira (Fénix de Valdivia), fue el bote que alcanzó a tocar el cielo con las manos, bajo la batuta de los entrenadores Hernán ‘Nano’ Cerro y Roberto Ojeda.
Fue el grupo que marcó el camino de la excelencia para las generaciones posteriores, protagonistas de una aventura que resultó una proeza para un país poco acostumbrado a codearse con la elite deportiva mundial, sobre todo en tiempos donde tanto europeos como norteamericanos, estaban a años luz en infraestructura y metodología deportiva.
Las crónicas de la época daban cuenta de aquello detallando el peregrinaje del equipo nacional en la cita deportiva, donde debió competir en un bote viejo, con 20 años de uso y fuera de circulación, además de remos arrendados.
Obstáculos que no impidieron a los representantes nacionales cumplir el sueño de disputar una final olímpica frente a las grandes potencias, con la entereza y el orgullo del remero chileno, tan reconocido hoy en todas las pistas del mundo.