Forjada en los fríos gimnasios magallánicos, la estudiante de Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales es carta fija en el equipo de tenis de mesa la Universidad de Concepción, habitual protagonista del circuito Adesup y que en 2024 pretende irá al nacional por partida doble.
Hace exactamente una década, en la zona más austral de Chile, daba sus primeras paleteadas Valentina González (19), siguiendo en ese entonces a su hermana mayor, la primera de la familia en abrazar el tenis de mesa. Y nunca mejor dicho la palabra “paleteadas”, porque de técnica nada, al punto que según ella misma reconoce, en sus comienzos tuvo que recibir varias “palizas” en la mesa, antes de saber lo que era un triunfo.
“Partí con nueve años en el colegio Punta Arenas. Y el comienzo fue difícil, me costó aprender bien el deporte por lo que perdía constantemente. Esta disciplina necesita harta coordinación, velocidad y también saber de los efectos que hace la pelota, dependiendo del ángulo en el que le pegues. Entonces yo no sabía jugar al principio y cuando me enfrentaba a chicos con más experiencia, no tenía ninguna opción”, cuenta.
Todo cambió cuando, en 2016, ingresó al club Speedball Comunitario, donde simplemente su juego cambió del cielo a la tierra. “El cambio fue grande, creo que por la cantidad de horas que entrenábamos y los campeonatos que podíamos jugar. Además, había una formación muy diferente, por ejemplo, en nuestro club nosotros no decíamos garabatos ni nada, se nos enseñaba a ganar, pero también a perder, era una competitividad sana, sin presión innecesaria. Eso para mí fue fundamental, me ayudó mucho”, comenta Valentina. “Ya al primer año fui mejorando, porque me hacían jugar con chicos grandes, con mujeres, con gente de distintas edades. Y aparte teníamos hartos campeonatos, siempre enfrentábamos a jugadores nuevos, no solo en Punta Arenas, también jugábamos el circuito Patagónico con Argentina. Eso permite crecer mucho”, complementa.
A las grandes lides
Así fue patentando su golpe preferido, el revés con poro (goma porosa), carta de presentación en su llegada a la Universidad de Concepción, donde este año entró a estudiar Ingeniería en Conservación de Recursos Naturales.
“En un inicio tenía dudas de hacer deporte en mi primer año, porque no sabía si podría llevarlo con los estudios. Así es que partí con algo simple e ingresé al taller de tenis de mesa. Resulta que no sabía que la profesora a cargo de la selección, Pamela Espinoza, me conocía porque me vio jugar. Hasta que un día me invitó a ser parte del equipo de la universidad, completé un mes a prueba y aquí estoy”, detalla.
“Cuando llegué el nivel de los jugadores era bueno, lo único malo es la poca cantidad de mujeres, ese un problema clásico del tenis de mesa, nos falta más constancia”, añade. Sobre la adaptación en el ambiente universitario, dice que lo más complicado pasó por el clima más que lo deportivo. “Al principio sentí mucho calor, tener que trotar, entrenar con estas temperaturas fue terrible, yo estaba muerta. Veía a mis compañeros con buzo y yo no me sacaba los shorts”, recuerda.
En lo deportivo, dice que su historia está recién partiendo. Este año casi no jugó Adesup debido a la falta de rivales, pero donde sí pudo decir presente fue en el nacional universitario que se disputó en Chillán, de donde guarda buenos recuerdos. “Fue una gran experiencia, cuando vi a la gran cantidad de chicas paleteando sentí que sería muy difícil. Pero siento que respondí, gané singles a jugadoras de la UC y de la U. de Chile, pese a que no logramos avanzar por equipo. Pero para ser mi debut, fue excelente y ahora que sé cómo es un nacional, tengo muchas ganas de volver a jugar en el 2024. Me gustó tener la oportunidad de jugar con rivales de todos los niveles”, asevera. Y cierra, “lo que me tiene más emocionada es que el otro año habrá un nacional por semestre, tendré la oportunidad de mejorar las cosas que me faltaron esta vez, y de poder sumar más triunfos. Quiero seguir representando a la UdeC hasta que pueda, y siento que este 2024 puede ser importante”.