Huachipato se consagró como el mejor en 30 fechas y alzó su tercera estrella. El acero se mantuvo todo el año en el podio, fue el que más partidos ganó y el visitante más sólido. Y dio la vuelta olímpica al igual que en 1975 y 2012, en casa.
Bastante se ha discutido en las últimas horas sobre si Huachipato es el justo campeón del fútbol chileno. ¿Por qué no lo sería? Fue el único equipo que no bajó del tercer lugar en toda la temporada, el que más partidos ganó, el segundo que menos goles recibió, el de mejor rendimiento como visitante, el que más puntos deportivos obtuvo, el que se apegó fiel a un libreto desde inicio de temporada y que, por sobre todo, siempre creyó.
Porque Huachipato no se coronó campeón el viernes en la tarde cuando venció 2-0 a Audax Italiano y Cobresal perdió 1-0 con Unión Española, sino que pavimentó su camino a la tercera estrella con un arranque de 6 triunfos en los 7 primeros partidos. Sí, un sorprendente e histórico rendimiento del 85,71% que parece olvidado, en parte, por los constantes recesos que hubo en el torneo.
Cuatro derrotas en los primeros 15 partidos tuvo el acero: Palestino (V), Colo Colo (L), Unión La Calera (L) y Audax Italiano (V). En la primera rueda sumó 29 puntos y se alzó como “campeón de invierno”. Más allá de tal siútico concepto que no le daba copa ni premio alguno, en la usina parecía derrumbarse cualquier sueño por pelear el título cuando Javier Altamirano fue vendido a Estudiantes de la Plata. El volante era la gran figura del semestre, pero partió. Allí arrancaron las únicas semanas realmente difíciles para Huachipato en el año, unas que el propio DT, ya con el título en mano, tildó de “tormentosas” este último viernes.
La eliminación de Copa Chile a manos de Temuco, más las derrotas ante Universidad de Chile y Cobresal en el inicio de la segunda rueda, parecían derrumbar lentamente a Huachipato. No por los resultados, sino que por el juego y la actitud mostrada en cancha. El acero no estaba mostrándose como un equipo que pretendía ser campeón.
“Cuando un equipo está primero, genera expectativas. Y hay que soportarlo, con carácter. Si es una mochila, no lo sé, pero si lo es, hay que soportarla hasta que termine el torneo”, apuntó el DT Gustavo Álvarez en ese momento.
Y Huachipato no la estaba soportando, lo cual le valió ceder la punta. Faltaba una especie de apretón, una amenaza bien entendida, un mensaje fuerte. Se habló de una renuncia del DT, hecho que él nunca quiso aclarar hasta, literalmente, salir arrancando de una conferencia de prensa. Quedaban 13 partidos por disputarse y tras aquellos turbulentos días, lo concreto es que Huachipato perdió sólo uno de ellos. Así, de a poquito, empezó a acariciar la copa.
Ni plantel ni cuerpo técnico hablaban de ser campeón. Nunca lo hicieron, pero si soñaban en silencio. El “paso a paso” fue el lema sobre el cual trabajaron en el CAP Acero desde el primer día. En su presentación, de hecho, un 6 de diciembre en Talcahuano, el DT expresó que “mi filosofía ha sido siempre la misma: ganar el próximo partido. Es la única forma de enfocarse. Es como un escalón donde si miras hacia arriba, te puedes tropezar”.
Y así siguieron, peleando palmo a palmo ante un sólido Cobresal, que estuvo 11 partidos invicto entre abril y septiembre, donde cayó 0-6 ante Colo Colo. Allí el sueño acerero creció, ya que tras esa abultada goleada derrotaron a Everton en Viña. El técnico Álvarez salió a festejar con los hinchas en un triunfo que valió más de 3 puntos y fue un presagio.
Fue un año atípico en cuanto a las reiteradas detenciones del torneo. Y tras un mes de receso por los Panamericanos, Cobresal perdió 3-4 con Audax. En menos de 24 horas, Huachipato tenía la oportunidad de ser puntero, pero empató con Magallanes un duelo que pudo y debió golear. Farra. Parecía que el título se escapaba.
Desde ahí, tres fechas donde Huachipato no dependía de sí mismo y la historia ya todos la conocen. El acero ganó 7 de los últimos 9 puntos, mientras Cobresal sumó solamente 4 unidades. Y los nortinos casi gritan campeón en la penúltima jornada, cuando vencían 4-3 a la “U” y la usina no pasaba del 0-0 con Ñublense. Hasta que apareció la cabeza de Maxi Rodríguez, quien marcó el gol del título en Chillán. Ahí fue. Esa tarde Huachipato gritó campeón. O, por lo menos, sintieron que lo serían. Hubo llanto en el Nelson Oyarzún. Euforia. Adrenalina. Pero sobre todo, ilusión, como nunca antes en el año.
Por eso Huachipato nunca dejó de creer, porque salió a jugar los últimos 90’ en el CAP como lo hizo el equipo de Pedro Morales en 1974 ante Aviación en Higueras, como lo hizo el de Jorge Pellicer en 2012 ante Unión Española. Y tuvieron premio. Coincidencia o no, las tres vueltas olímpicas del acero las han dado en Higueras.
Porque sí, tiene similitudes el título de 2023 con el de 1974: ambos fueron en casa, en torneo largo, con un dominio persistente sobre el rival en la última fecha, aunque sin transformarlo en grandes ocasiones de riesgo. Y el primer gol, en ambos partidos, fue al minuto 70, con la pelota entrando al arco tras un golpe de cabeza. La editorial de la revista Estadio, tras aquel título de 1974, publicó que “Huachipato es un campeón meritorio (…) lo ganó en el último partido, resistiendo una presión intensa que hizo más eufórico el desahogo y desbordante la alegría”. ¿Alguna diferencia a 2023?
Para un equipo de provincia más acostumbrado a sufrir que celebrar, una vuelta olímpica en Primera División siempre será única. Nunca se sabe cuánto tiempo tendrá que pasar para ver otra o si, derechamente, fue la última en presenciar. Jugadores, cuerpo técnico e hinchas siguen convenciéndose e intentando dimensionar lo que vivieron el viernes.