Se habla del “dulce balance” de la megafiesta deportiva Santiago 2023, en que una buena parte de sus protagonistas se resisten a dar cierre a esta experiencia.
Colaboración de Evelyn Fritz
Llegaron desde todas las latitudes, incluso desde el extranjero. Les tocó levantarse antes de las 4 de la mañana, capear el frío y la lluvia de las madrugadas penquistas, condiciones que se acentúan a orillas de la Laguna Grande y, más aún, sobre su superficie, donde algunos voluntarios debieron asumir roles de apoyo deportivo.
Sebastián Pérez, 22 años, vino desde Valdivia, “la cuna del remo”, dice con orgullo y se entusiasma al referirse a su participación durante los cinco días que duró la competencia de bogadores. Lamenta no haber estado más tiempo y quedarse a la de canoístas, pero sus responsabilidades de estudiante de Kinesiología en la Universidad Austral no le dieron más chance.
A las 4:30 de la mañana, el universitario del Calle-Calle se hacía camino entre las calles de Hualpén, para llegar al bus de acercamiento que lo llevaba a diario al otro lado del río Biobío. Su misión como voluntario estaba en la sección Apoyo Deportivo, una de las más de veinte áreas existentes dentro de la organización interna de los Juegos. A las seis en punto debía acreditar su entrada a la sede, la misma que recibió a más de 350 atletas de 20 países, y a más de 250 voluntarios y voluntarias.
Sebastián saca cuentas alegre y relata que le tocó compartir con chicos de muchas partes del país, y con norteamericanos y canadienses gracias a sus conocimientos en inglés, lo cual la organización de los Panamericanos destacaba con una franja roja en las credenciales con la leyenda “I speak english”.
Como soporte deportivo, lo vimos en el puesto de Starter en todas las pantallas de la transmisión oficial de las competiciones de remo. Tendido boca abajo al borde del muelle de partida, sobre una rampa a la medida justa de un cuerpo, Sebastián parecía flotar sobre el agua desde las tomas aéreas del broadcast. En esa posición debía sostener ligeramente la popa de un bote en carrera hasta recibir la señal de partida. “Las competencias comenzaban a las 8 de la mañana y como Starter debía estar antes de esa hora, preparado para la salida de los botes en competencia; eso pasaba dos kilómetros laguna adentro. En ese punto corría un viento heladísimo, pero el día que sí fue de miedo fue cuando hubo una neblina espesa que obligó a retrasar las competencias y yo debí manejar una lancha de jueces desde la que no veía nada, además de que iba congelado porque el frío era horrendo”, explica.
Hoy el valdiviano recuerda con humor esas peripecias. De alguna manera se sentía en su hábitat, ya que durante diez años practicó remo en su ciudad natal. “Esa fue una de las razones por las que quise venir a Concepción, pues es la sede panamericana del deporte que desde pequeño me apasiona y que no pude llevar al nivel que hubiese querido, pero con esta experiencia me siento súper orgulloso”, agrega.
También estuvo en la carpa de pesaje reglamentario de las embarcaciones, donde tuvo el privilegio de relacionarse directamente con los deportistas y entrenadores de élite. “Lo pasé estupendo y, sin duda alguna, el voluntariado fue una experiencia que repetiría una y mil veces. Incluso estoy pensando en ir a Barranquilla 2027, o a las Olimpiadas en Los Ángeles 2028. Soñar es gratis, nada es imposible y encantado estaría como voluntario en esas instancias”.
¿Cómo se enrolaron los voluntarios?
El proceso para ser voluntario de Santiago 2023 duró alrededor de 10 meses. Las postulaciones comenzaron a finales de 2022, donde un total de 33.345 personas se inscribieron en este programa. Luego se realizaron varias selecciones mediante entrevistas, una extensa capacitación teórica con sucesivas evaluaciones y, finalmente, quienes la aprobaron consiguieron una asignación de rol según sus preferencias temáticas y de sede. Todo eso fue complementado con más reuniones, otra capacitación según el área funcional y, por último, la acreditación y entrega del uniforme oficial del voluntario. El broche de oro de este proceso está en camino: una certificación del Comité Olímpico por la participación en los Juegos.
Historias de esfuerzo y sacrificio
Oscar Zambrano, 28 años, estudiante de Ingeniería en Electricidad y Electrónica industrial, viajó al Biobío desde el norte. Postuló a San Pedro porque pensó que se trataba de San Pedro de Atacama y cuando notó que era Concepción se envalentonó y dijo “¡vamos a conocer Conce!”.
Todas las personas que aceptaron el reto de presentarse a una sede de los juegos a cientos de kilómetros de su lugar de residencia debieron costear su traslado y su hospedaje. La hazaña de este ariqueño no fue menor, ya que el primer día en San Pedro de la Paz no le quedó más que dormir en una iglesia, era uno de los tips que traía de sus experiencias de viajero y “la idea era salir de la zona de confort”, aclara.
Cuando lo conocimos, estaba de punto fijo en una de las entradas a la Laguna. Hacía bromas mientras conversaba que estaba buscando trabajo de noche, porque había comprado pasajes aéreos ida y vuelta, pero mientras estaba en el voluntariado recibió la noticia de que debía presentarse a la ceremonia de titulación de la carrera técnica de la que había egresado años atrás. Tenía que adelantar el vuelo y eso tenía un costo que no tenía presupuestado. “Lo bueno es que la organización nos entrega varias comidas al día: desayuno, colación y un almuerzo completo”, dijo satisfecho. También se les proveyó de un seguro contra accidentes, obsequios de merchandising y bebestibles calientes a toda hora.
“Conseguí trabajo de copero en un pub de San Pedro”, nos contó un día. Eso significó para Oscar que recién a las dos de la mañana se iba a dormir, para levantarse a más tardar a las 5 am y estar lo más temprano posible en su puesto. Eso fue motivante, cada día pasaba algo muy random que hacía de mi aventura algo muy grato”. Fueron tres semanas “inolvidables”, hasta tuvo la ocasión de intercambiar palabras y saludos con el ministro Pizarro cuando éste visitó la sede: “Le dije que era de Arica y me dijo que ése era el espíritu de los Juegos”. Asimismo, cada cierto tiempo agregaba a la cinta de su credencial de voluntario un pin que recibía de deportistas de Colombia, Perú, Canadá, Brasil y Venezuela.
“Para mí todo era nuevo, la ciudad, tomar micro en Conce, cuando llovió jugué con el agua y apreciaba las estufas que tiene la gente en sus casas. Lo que aún no puedo asimilar es que los penquistas toman agua de la llave, eso no se hace en el norte. Fue una muy buena decisión ir a Concepción, disfruté cada momento como el primero y me llené de sensaciones y bonitos recuerdos”.
El último tramo de su aventura como voluntario tuvo que viajar más de 25 horas hasta Antofagasta vía terrestre, para reencontrarse con sus padres en la ceremonia de título. Y a más de 1800 km de distancia rememora y recomienda el voluntariado: “Vives cosas únicas, ves el deporte de una manera más fácil, se acontecen momentos históricos y estás con gente que está en las mismas que tú, porque quiere estar, porque no hay paga. Fue una especie de unión que tenías con un voluntario con quien te cruzabas, sin conocerlo te sentías unido a él o ella”.
La fiesta de todos: inclusión y experiencia generacional
A nivel nacional, la inscripción de voluntarios registra un amplio rango de edades: 19.527 tienen entre 18 y 30 años y 927 son mayores de 60 años. Otra señal clara de inclusión fue que 520 de ellos presentan algún grado de discapacidad y 56% son mujeres. El interés porque este mega evento fuera “la fiesta de todos” también quedó en el historial del voluntariado de la sede San Pedro de la Paz.
Yesenia Miranda, 24 años, se encontraba en los últimos meses de Diseño Gráfico en DUOC UC, Concepción, cuando vio el llamado al voluntariado Santiago 2023. Era una invitación sin distinciones, “que daba a todos la posibilidad de participar, incluso a personas que tenemos algún tipo de discapacidad. Esa oportunidad que se me dio fue una de las principales razones para postular, además de la magnitud del evento. Al principio dudé, pero pronto me animé y con mi postulación atraje a mis amigos a hacer lo mismo. Había que estar, porque tal vez nunca más lo viviríamos”.
Yesenia realizó su voluntariado en la sección de Alimentación y Bebidas, que era la que preparaba y proveía de este servicio al staff, al centenar de voluntarios y a los deportistas. La vimos al pie del cañón ordenando las mesas del casino, organizando la entrega de alimentos, registrando a los comensales y, en sus pausas, repartiendo traviesamente dulces de Halloween a cambio de souvenirs de los Juegos.
También señala que lo más sacrificado fue adaptarse a los horarios. Ella vive en Coronel, y aún así debía levantarse cerca de las 4:30 am para hacer su check in a una hora que le permitiera recibir con desayuno al resto de los voluntarios y preparar el lounge de los atletas antes de que iniciaran las competencias. En su balance fue enfática: “Mil veces repetiría la experiencia del voluntariado, tantas veces como sea necesario, porque fue única y maravillosa, donde conocí un montón de gente que remaba para un mismo lado, con el mismo fin, todos éramos iguales, donde el bien común era para que los deportistas vivieran su experiencia al máximo, que nunca les faltara nada, que se sintieran cómodos y realizaran de buena manera sus entrenamientos y jornadas competitivas. Fue una gran oportunidad que algunas amigas se perdieron y aunque fue agotador los días pasaron muy rápido; al final, fue súper gratificante”.
Si bien los Panamericanos Santiago 2023 se clausuraron, el chat de voluntarios sigue activo. Ya no se habla de turnos, de comunicados, de solicitudes ni de arengas de los coordinadores y encargados del workforce. Ahora se comunican los voluntarios entre ellos, para compartir lo que les unió y les sigue uniendo, y porque sienten que esta experiencia fue para siempre y en cualquier momento puede volver a encontrarlos.