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Roberto Montero: el básquet cambió su vida y ahora va por ser universitario

Joven lotino de 19 años triunfó en el circuito escolar con la camiseta de AmericanJunior y se prepara este año para ingresar a la vida universitaria, Dice que dentro de la cancha escapa del mundo real y “el único problema que hay que resolver es cómo ganar el partido”.

Por: Diario Concepción 06 de Febrero 2023
Fotografía: Roberto Montero

Por: Christopher Cortez

La historia de Roberto Montero con el básquetbol es mucho más que simplemente un gusto por el deporte. Él y el balón están unidos de una forma especial, atípica si se quiere. De hecho, su gusto por esta disciplina llegó después de haber comenzado a jugar, y cabe destacar que empezó a entrenar a regañadientes.

Roberto cuenta que a eso de los 12 o 13 años entró por la insistencia de un par de personas de las cuales hoy está muy agradecido. “Yo tenía problemas de sobrepeso, entonces mi mamá me obligó a entrar a alguna disciplina y ahí conocí al profesor Jimmy Bastías, que fue insistente hasta que acepté y me llevó al club”.

Un buen tiempo después, cuando notó cambios, llegó el encantamiento que lo tiene dentro del deporte hasta el día de hoy. “Fui adelgazando y pegando “estirones” muy notorios, entre cinco a diez centímetros, y eso terminó siendo una constante. Al final dejó de ser una obligación y me empezó a gustar”, relata.

Todo esto sucede en Coronel. Siendo lotino, se traslada desde hace años para estudiar en el colegio American Junior College, entrenando en el club de la misma institución bajo las enseñanzas del profesor Bastías, docente acostumbrado a formar talentos en la cuenca del carbón.

“Encuentro que, en la zona, el AJC es uno de los colegios que más apoya el deporte. Es súper comprometido con los horarios, tiene una disposición tremenda con el gimnasio en comparación a otros colegios que son súper estrictos con el uso del mismo. Es muy bueno, se “pone la 10” para que podamos entrenar”, destaca.

Durante aquella etapa vivió grandes experiencias siendo seleccionado nacional con 13 años, ganando a los 14 años el premio a Jugador Más Mejorado, también la Copa de Plata, un tercer puesto en League Pro a los 15 años, jugando en La Ligua y San Felipe, entre otras cosas, desplegando su talento a nivel comunal, regional y nacional. “A todas esas les tengo harto cariño, les doy harto valor”, dice.

Pero, como se mencionó, la actividad para él significa cosas relevantes fuera de la cancha. Además de su cambio físico en la preadolescencia, el básquetbol “me afana mucho mentalmente. Siento que es una de las pocas instancias que tengo para distraerme”.

Profundiza que “para mi, dentro y fuera de la cancha, hay dos mundos completamente diferentes. Cuando entro a la cancha puedo tener muchos problemas pero automáticamente mi única preocupación pasa a ser que la pelota entre al aro rival. El único problema que hay que resolver es cómo ganar el partido. Me lleva a otro mundo, para mí es inexplicable, un sentimiento único”.

Incluso, lo hace conectar de manera especial con su familia, ya que “mi mamá que me ha dado un apoyo incondicional, mi papá también. Mi hermano chico, siempre que tengo un partido, se me acerca y me dice “nanito, tu podís’”. También está mi amigo Joaquín que es uno de los que más me ayuda a entrenar y mi primo Edward, siempre preocupado por mi”.

Momento clave en su vida

Hoy está fuera del colegio tras terminar su etapa escolar. Tiene 17 años y 1,92 metros de altura que lo alzan como una buena figura del baloncesto coronelino. Asegura estar agradecido de la decisión de ingresar a entrenar y de quienes lo empujaron para ello. Lo cataloga como una una gran decisión que cambió su vida.

Sin embargo, este 2022 tomó otra determinación de esas que marcan. Tras salir de cuarto medio, optó por tomarse este año para seguir practicando en el club y por su cuenta, además de estudiar en un preuniversitario. “Planeo seguir entrenando y dándole con todo. La idea es el próximo año entrar a la universidad y jugar ahí”.

“Quiero estudiar psicología, kinesiología o periodismo. El año pasado di la prueba solo para ver cómo me iba, no era una necesidad entrar a la universidad. Si quedaba, quedaba. Necesitaba darme un tiempo para mi porque la verdad es que soy chico. La mayoría entra a la “U” con 18 o 19 años, y yo iba a cumplir los 18 adentro, y no estaba muy claro sobre qué quería estudiar”, explica con seriedad.

Ya tiene en mente de cara al futuro el duro circuito universitario, que le encantaría vivir, pero siempre respetando la diferencia que puede existir en aquella competencia. A su vez, tiene plena conciencia de que “puedo rendir bien en la universidad pero tendría que reevaluarme físicamente si me interesa algo más profesional porque soy un jugador que tiende a lesionarse mucho. Además, cuando me solicitan reposo, me dura una semana y quiero seguir jugando, entonces no soy tan responsable con eso”, admite.

Roberto Montero ha sufrido tendinitis rotuliana, meniscopatía, varias lesiones al tobillo y un golpe en la cadera que tuvo en algún partido, más “otra cosa en la rodilla que soy una de las pocas personas que la tiene”. Es más, viene regresando a las canchas luego de un largo tiempo de cuatro meses porque, si no paraba, seguramente se cortaría los ligamentos cruzados. De lo que podemos estar seguros es que su amor por el baloncesto no va a terminar nunca, y va a retornar a las canchas siempre que su mente y piernas lo permitan.

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