Su mamá fue campeona nacional de balonmano. Su padre también y es su más crítico seguidor. Es uno de tres hermanos, marcados por el apellido Cancino, ligado desde niño a esta disciplina que une a la familia. Estudia Ingeniería Civil en Telecomunicaciones en la UdeC y quiere ganar el Nacional, aunque la pandemia se lo dificulte.
Se ríe cuando le preguntan desde cuándo está metido en el balonmano. Es como si le preguntaran por su primera palabra. “Desde siempre. Mirando a mis papás, desde chico sabía que este era mi deporte. Estaba claro”. Felipe Cancino viene de una familia con historia en el handbol. Sus hermanos Isidora e Ignacio lo practican. Su padre es entrenador, su mamá también destacó en la disciplina. Y él se abrió paso y nombre propio. Saltó para no ser solo un Cancino más y ser Felipe. Ser lo que quiere.
Su papá, Rafael, es un reconocido técnico de balonmano y lo dirigió en sus tiempos de colegio. Felipe recuerda que “siempre viajamos mucho juntos a las competiciones. Cuando dirigía mi papá, cuando a mi mamá (Claudia) le tocó competir en categoría master. El deporte siempre nos ha unido como familia y es entretenido. Claro que, como todos entienden del deporte, son más críticos. Te dicen esas cosas donde fallas y quizás no quieres escuchar, pero son para mejor. De chico me cabreaba harto cuando mi papá me decía algo, ahora tengo otro carácter. También ya puedo responder lo que pienso”.
Alguna vez practicó pesas y señala que “los deportes individuales tienen mucho valor, pero a mí se me hacía raro estar siempre solo, no tener quién te apoye. Me gusta más lo colectivo porque el equipo se transforma en una familia. En mi equipo somos todos amigos, mis mejores amigos son del equipo de la universidad y mi club (Unión Juan Bosco, de Lomas Coloradas). También me gusta el contacto del balonmano. Ahí juego de central y creo que tengo buena visión y entendimiento del juego. Son mis fortalezas”.
La pandemia lo tiene “tostado”. Solo quiere volver a la cancha, compartir con sus amigos. “Desmotiva esto de no tener competencia. A mí me ha costado harto llevarlo por mi cuenta. Me fui un poco para abajo, me costó volver a entrenar. Siempre sentí que este era mi año, que había crecido deportivamente, me sentía más seguro, con experiencia, me dieron hasta la capitanía. Primero se paró todo por el estallido social y todos lo entendimos, no puedes ser tan mezquino. Pero el virus cuesta entenderlo. Todavía no se ve ninguna luz de cuándo podamos volver a jugar en una cancha”.
Y tenía su objetivo súper claro. Felipe apunta que “he logrado cosas a nivel regional, donde siempre hemos clasificado con la universidad o el club y ahí siempre te toca competir contra Santiago que es otro nivel. Igual hemos equiparado harto las cosas y por eso tenía tantas ganas de jugar el Nacional. Mis papás fueron campeones universitarios y me gustaría lograrlo a mí. Siento que cerraría una especie de círculo en la familia”.
Pero su papá no solo le enseñó el deporte como herramienta para la vida, también como una llave para abrir puertas profesionales. “Siempre me inculcó que si era bueno en esto podría más adelante optar a una beca. Para eso solo necesitaba constancia y trabajo. Así lo hice, participé en torneos y clasifiqué a instancias que me permitieron estar becado. Es bueno que alguien te enseñe eso cuando más chico, uno no sabe. Las generaciones que vienen ahora son más del celular y esas cosas, pero debe haber espacio para todo. El deporte viene mucho de la crianza y, cuando sea papá, se lo voy a enseñar a mis hijos desde pequeños”.