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Cecilio y su otra herida: la difícil vida del panameño

Abandonado por su madre desde pequeño, el delantero del Campanil repasó sufridas vivencias que lo hicieron más fuerte.

Por: Carlos Campos 06 de Agosto 2020
Fotografía: Cedida

Su nombre era desconocido para el fútbol chileno, pero en sólo ocho fechas, Cecilio Waterman se logró hacer un nombre entre los buenos valores del torneo nacional.

Cinco goles en siete partidos como titular tenían muy contento al panameño, hasta poco antes de la detención del campeonato. El 6 de marzo, el delantero sufrió una dura lesión en su pie izquierdo, que lo dejó con un tendón expuesto y ocho puntos de sutura. “Mi vida ha sido así, lo pasé mal por la lesión, pero ya está. Cuando estoy bien, siempre pasa algo, pero en mi vida estoy acostumbrado a luchar”, dijo el atacante de UdeC, en relación a una herida cicatrizada hace rato, pero que no ha sido la única.

¿Por qué lo ha pasado tan mal? El panameño, que suele ser reservado y no tan amigo de los micrófonos, dio detalles de una dura infancia que logró superar para convertirse en jugador profesional. “Mi vida ha tenido altos y bajos, pero han sido más los momentos malos que los buenos. Tengo 10 hermanos y mi papá nos mandaba a la escuela sólo con la plata para el pasaje, por lo que en el recreo sólo quedaba mirar a los compañeros comer”, comentó el atacante.

El delantero, de 29 años, agregó que “en primaria vendían una masa de harina con salchicha que ponían en el mostrador y, cuando tenía hambre, la tomaba prestada o robaba por decirlo así. Me faltaban zapatos para jugar y mi padre siempre me los consiguió. Él se hizo cargo de mí y mis hermanos, porque mi mamá me abandonó cuando era chico. La busqué por muchos años y recién hace dos la conocí, pero no volvimos a hablar más. No tengo rencor con ella, pero son cosas de la vida que me hicieron más fuerte”.

Puro fútbol

Si la vida de Cecilio ha sido dura fuera de la cancha, dentro de ella también. Con sólo 18 años se fue de Panamá a Uruguay, buscando una oportunidad para surgir dentro de un deporte que en su país tiene muy bajo nivel.

Su acento es una mezcla entre panameño y uruguayo. “Es que pasé toda mi juventud allá. Todas mis costumbres son uruguayas. Llegué joven y gracias a Dios me abrazó un compañero panameño que estaba allá. Luis Mejía me cobijó cuando estuve en Fénix, vivimos juntos en dos sillitas y una camita de una plaza. Me costó mucho y los primeros seis meses no jugué, porque hacía mucho frío. Son cosas sufridas que ahora uno piensa le tocó vivir, pero esa humildad nos llevó a continuar con nuestras carreras. Él es el arquero de Nacional ahora”.

Hoy su presente es positivo y él lo disfruta. “Tuve una madrastra que me pegaba, pero le agradezco. Si no fuese por eso, habría seguido en el barrio o quizás dónde estaría. Uno nunca debe olvidar de dónde viene. En mi vida me han criticado mucho y estuve seis años sin que me llamaran a la selección, porque una vez en un partido todas las pelotas pegaban en el palo. Pero, ¿qué saco con desanimarme? Aprendí de eso y nunca me rendí. En toda mi vida siempre he luchado, por lo que debo seguir siempre adelante”, añadió, sentenciando sobre el presente en UdeC que “sigo ilusionado con clasificar a una copa internacional”.

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