Casi 17 años han pasado desde uno de los goles más bellos que se han convertido en Collao. Entre felicidad y amargura, el volante repasó esa conquista y duros años posteriores.
Su nombre es sinónimo de uno de los goles más gloriosos y recordados en la historia del fútbol chileno. En un mes más se cumplirán 17 años de una conquista llena de historia, emoción y perfección.
En Collao, se jugaba el partido de vuelta por los cuartos de final en playoff entre UdeC y U. de Chile. El marcador global era 3-3 y el ganador se definía por gol de oro. Allí, al 96’ y en pleno alargue a estadio lleno, el volante sorprendió a todos con una impecable rabona desde fuera del área. Nada pudo hacer el portero Johnny Herrera, ante una pelota que se metió prácticamente en el ángulo. Golazo histórico, UdeC dejó fuera del torneo a la “U” y se metió en semifinales del Apertura.
Para cualquiera hubiese sido un gol que pavimentaba una carrera llena de éxito, sobre todo por el gran talento de Cataldo. Sin embargo, el propio volante arruinaba su vida día a día. “Tomaba todos los días, de lunes a domingo. Fue un golazo ese, yo le había pedido a Dios durante esa semana que me permitiera jugar y marcar un gol, pero no pensaba que podía ser de rabona. Siempre la entrenaba, tirando centros y todo, pero mi problema con el alcohol era muy grande. Me da lata, porque pude haber llegado lejos”, confiesa el volante.
Ese gol fue un simple espejismo de alegría en una vida que con el paso de los años se le complicó cada vez más a Cataldo. “El alcohol me atrapó. Me llamaban a la selección y no quería ir, prefería buscar cualquier excusa para quedarme en la casa tomando. Cuando uno es cabro, cree que por jugar bien ya se las sabe todas, pero no es así. Imagina lo lindo que jugaba ese equipo de la U. de Conce en 2003, era tremendo”, agregó el volante.
La víctima de aquel golazo fue Johnny Herrera, ¿alguna vez el portero azul le comentó algo a Cataldo sobre la histórica conquista? “No, nunca. Incluso un par de veces nos topábamos carreteando en Costa Varua en Santiago, pero yo llegaba y él se tenía que ir, porque todos lo molestaban. Le decían ‘ahí viene tu papá Johnny’”, recordó Cataldo.
El volante lo pasó mal y perdió a su familia, quienes se alejaron tras sus adicciones al alcohol y drogas. “Me rehabilité conociendo a Dios, hace muchísimos años que no tomo. Hoy soy un hombre de trabajo que reparte frutas y verduras acá en La Florida. A veces, juego fútbol en el barrio igual, me entretengo, aunque trato de no hacer mucho la rabona, porque me pegan patadas y aparte andan muchos narcos. Es muy lindo y un orgullo cuando mi gol a veces aparece en la tele como uno de los mejores de la historia del fútbol chileno, pero a la vez me da pena, porque recuerdo todo lo que viví durante ese tiempo”, dijo el mediocampista, quien antes de poner fin al contacto telefónico, quiso agradecer a quienes nunca lo abandonaron. “Siempre tuve a lindas personas a mi lado, como Andrés Oroz, Marco Olea y Renato Ramos”, cerró.