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“Tuvimos que explicarle por qué no lo venían a ver”: Pablo Otárola avanza en medio de la pandemia

Mientras concreta pequeños logros cotidianos, su familia cuenta cómo lo han llevado durante el coronavirus. A ratos se siente solo, extraña ver a sus sobrinos.

Por: Paulo Inostroza 15 de Abril 2020
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

“Preguntaba mucho por sus sobrinos, dónde están. Está acostumbrado a que vengan a abrazarlo, a reírse con ellos. Pablo mueve la boca como si intentara hablarles. Una siempre sueña que un día pueda decirles algo”. La palabras son de Johana Otárola, hermana del ex zaguero de Huachipato y Lota Schwager. A cinco años y un mes del accidente de tránsito que lo dejó prácticamente inmovilizado, sigue luchando por su vida. Y también su familia. ¿Y cómo ha cambiado todo con el coronavirus?

Johana contó que “felizmente, teníamos hartos insumos porque la casa está llena de mascarillas, guantes y alcohol gel. Siempre fue así y mi mamá se preocupó de que nos abasteciéramos bien. Los tres kinesiólogos siguen viniendo. Dos trabajan exclusivamente con él y el otro tiene su labor de planta en el Hospital Naval y ahora ha tenido más pega, pero viene dos veces por semana. Se hace sus tiempos”.

Lo más complicado ha sido lo psicológico. “Pablo se molesta cuando se siente solo y eso una lo nota. Él ya gesticula con su cara, levanta las manos y podemos entender perfectamente sus gestos. Extraña a sus amigos, aunque algunos le hablan por videollamada. Tuvimos que explicarle todo lo que pasaba con el virus y la cuarentena y por qué no lo venían a ver. Es por su cuidado, nos preocupa eso”, aseguró.

Sobre todo, después del susto que pasaron en noviembre. La hermana de Pablo narró que “lo afectó una neumonía y, por su condición, es un tema súper grave. Por eso, los inviernos son difíciles, de alto cuidado. Estuvo en la UCI y lo operaron del pulmón izquierdo, pero al final todo salió bien. Fue duro. Le hicieron drenaje y volvió a casa, pero tenemos claro que un resfrío que a nosotras nos afecta quizás poco, para Pablo puede ser un drama”.

¿Y cómo se las han arreglado en lo laboral? Johana apunta que “yo no puedo teletrabajar, porque me encargo de un furgón escolar y mi hermana Karla está en una salacuna, envía algunas guías, pero todo es incertidumbre. Andrea no trabaja. Lo bueno es que mi marido es contratista y el de Andrea es marino, así nos salvamos como familia. Bueno, con los temores de todos”.

Ponerse de pie

Inmediatamente después del accidente, los médicos dieron a Otárola un 1 por ciento de posibilidad de vida. En el mejor de los casos, su daño neurológico severo y fractura a la pelvis, entre otras lesiones, lo dejarían como un vegetal. Pero no ha sido así.

Ha tenido pequeños avances, pero para lo que vivió son muy grandes. No hay palabras, pero uno puede comunicarse con Pablo y eso es muy importante. A su manera, con gestos en la cara, puede expresarse. Puede reír, mostrar tristeza. Ha sido lento, pero siempre de menos a más y eso nos ilusiona cada día que pasa”, expresó Johana.

Sobre su evolución física, agrega que “hay gente que cree que puede pararse bien y lo que pasa es que los kinesiólogos lo paran, amarrado con un arnés, y lo han ido soltando de a poco para ver cuánto tiempo puede sostenerse solo. Al principio nos alegrábamos por cinco segundos, después fueron diez y ahora es un minuto y así va progresando”.

Se les escucha felices y orgullosas. Ellas también cambiaron toda su forma de vida en torno a Pablo y, aunque se refieren a su hermano como el luchador de la familia, aquí todos lo son. A casa, solo entran los precisos. Bien cubiertos, lavándose a cada rato y hablándole siempre para que sienta compañía. Los amigos esperan para abrazarlo. Pablo también, con paciencia.

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