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Lya Wimmer, nadadora: brazadas de oro que hablan de dignidad

Por: Samuel Esparza 26 de Mayo 2019
Fotografía: Raphael Sierra P.

“Nací en Antofagasta, por eso mi papá me molestaba diciéndome que era boliviana; hablo de la época de 1940 cuando el tema con Bolivia estaba todavía fresco”.

“Partí en el deporte a los 11 años haciendo atletismo en la Universidad Católica con don Walter Frish, el mejor entrenador que ha habido en Chile. Mis pruebas eran los 100 metros planos, salto largo y alto. Paré a los 15 años porque me lesioné la rodilla. El doctor me dijo que entrara a un gimnasio para recuperarme, ahí conocí a mi marido que era gimnasta en aparatos, quedé con la boca abierta por lo que era capaz de hacer. Empezamos a pololear y terminamos casándonos, yo tenía 18 años”.

“En la gimnasia estuve cerca de año y medio. Como no teníamos situación con mi esposo y siempre había ganas de entrenar, subíamos todos los domingos el Cerro San Cristóbal con nuestros hijos. Incluso nos tocó el terremoto del ‘60 arriba, uno veía las rocas caer”.

“Llegamos a Concepción en 1979 y seguimos metidos en el deporte, esta vez con triatlón. Junto a mi hijo mayor fundamos el Club Master Triatlón de Concepción llegando a tener 300 niños. Yo era pésima para nadar, me iba bien en trote y ciclismo, pero en el agua me quedaba atrás. Quién iba a pensar que terminaría nadando”.

“En la natación empecé en 2001 por insistencia de mi hija Andrea, que fue nadadora del Stade Francais. Me mandó a unos cursos para adultos, no tenía ni traje de baño, me prestaron lentes y gorro. No me di cuenta y al tiempo ya estaba en un torneo del Stadio Italiano, en Santiago, en una piscina de 50 metros. Recuerdo que me lancé con un ‘guatazo’ y nadé lo más fuerte que pude; llegué primera y me quedó gustando. Después me tocó un Sudamericano y salí tercera en 50 y 100 metros. A esa altura había mejorado la técnica mirando videos. Ya no lo dejé”.

“Siempre digo que la natación cambió mi vida. Tengo lordosis y escoliosis, antes debía vivir con inyecciones sobre todo en invierno. Empecé a nadar y nunca más”.

“Siento que en mi deporte se valora a la mujer, además que somos mejores en el agua. Por ejemplo, al Gore le debo mucho, me ha ayudado no sé si por la edad o los récords, lo mismo que la Municipalidad de San Pedro de la Paz. Ni hablar de la Universidad Andrés Bello, no hay agradecimiento que pueda pagar lo que hacen cediéndome una pista para mi sola cinco veces a la semana, y los profesores siempre pendientes de uno”.

“Lo único que tengo pendiente es ir a un Mundial, mi gran sueño”.

“Hay hartos desafíos para equiparar el tema hombre-mujer. Creo que el fútbol femenino ayudará harto. La clave es entender que la mujer puede hacer cualquier deporte y eso hay que reforzarlo. Yo hablo de los adultos mayores, uno ve que a las mujeres les hacen cursos de cocina…¡de cocina! Siendo que nosotras ayudamos a nuestras madres desde los 10 años. Sáquennos caminar, a hacer ejercicios. El deporte, sobre todo a nuestra edad, es vida, abran puertas”.

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