En un partido que cerró tempranamente, el equipo galo derrotó con autoridad a Croacia y sumó su segunda corona mundial. Griezmann, Mbappé y Pogba fueron las figuras.
La lluvia se dejó caer torrencial en la noche moscovita, inmediatamente después del pitazo final de Néstor Pitana. Justo a tiempo para disimular las lágrimas croatas, que tan cerca estuvieron de lograr la hazaña. Pero también para dar algo más de dramatismo a un partido que se cerró temprano en favor de la selección de Francia que, pese a imponerse 4-2, una vez más dejó en el aire un cierto gusto a poco.
Y no es que el cuadro galo haya sido un injusto campeón, de hecho los números lo avalan: ganó seis de los siete partidos que disputó (solo igualó sin goles con Dinamarca en la fase de grupos), registrando un porcentaje de efectividad del 88%. Tuvo 14 goles a favor y seis en contra, siendo Mbappé y Griezmann los goleadores del equipo con cuatro tantos cada uno. Y en su camino, dejó fuera a potencias como Argentina (octavos de final), Uruguay (cuartos) y a la descollante Bélgica, en semifinales.
Pero de comienzo a fin del Mundial, siempre dio la impresión que los dirigidos de Didier Deschamps pudieron dar más: entrega, espectáculo, goles y fútbol. Mención aparte para el estratega de Les Bleus, que ya había ganado la Copa en 1998 como jugador y ahora, 20 años después, lo hizo como entrenador, uniéndose a un exclusivo tridente junto a Mario Zagallo (Brasil) y Franz Beckenbauer (Alemania), que alzaron el trofeo primero como jugadores y luego como técnicos.
La tarde no era para Croacia, así de simple. Los por ZlatkoDalic comenzaron dominando el compromiso, dejando en claro que no le temían a la poderosa Francia. Y bien que lograron incomodarla durante varios tramos, desafiándola al extremo.
Pero así como el fútbol es táctica, técnica y carácter, también es circunstancias, y en ese ítem los balcánicos fueron castigados con dos situaciones que marcaron historia. La primera de ellas, ocurrida a los 18’ cuando Mario Mandzukic desvió de cabeza contra su propio arco un tiro libre (mal pitado por el juez) de Antoine Griezmann para anotar así el primer autogol en una final del mundo. Y, la segunda, cuando se jugaba el minuto 38 y se cobró el primer penal en una definición a través del VAR, que sería convertido en gol por el propio Griezmann desde los 12 pasos.
Entre medio la ilusión, con el golazo de una de las grandes revelaciones del certamen, el delantero IvanPerisic, quien a los 28’ derrotó de distancia a Lloris tras una jugada preparada que comenzó con un tiro libre de Luka Modric.
Acostumbrada a su historia de lucha, Croacia no se rindió. En el complemento, Modric empezó a juntarse más con los delanteros y tanto Vida (que falló por poco de cabeza) como Rebic, cuyo preciso remate fue desviado de forma brillante por Lloris, pudieron igualar las acciones.
Pero aquello no sucedió y, con una Croacia ya jugada, Francia gozó de los espacios que tan bien supo aprovechar en el torneo, gracias al aporte de dos de sus figuras con raíces en el continente africano: PaulPogba y KylianMbappé.
A los 59’, el mediocampista del Manchester United sacó un zurdazo en segunda instancia para festejar el 3-1 mientras que siete minutos después, el originario de Camerún sacó un derechazo raso que dejó sin reacción a Subasic, convirtiéndose en el segundo jugador Sub 20 en convertir en un duelo definitorio (tras Pelé que lo hizo en Suecia 1958, con 17 años).
Y pese a que ese guerrero incansable llamado Mandzukic descontó a los 69’ aprovechando un grosero error del meta Lloris que intentó enganchar en el área, la tarea francesa ya estaba hecha. Fiel a su estilo, Deschamps cerró sus líneas y sólo esperó el pitazo final de Pitana, ese que desató la lluvia, el llanto croata y la alegría gala que, con esa corona, igualó a Uruguay y Argentina con dos estrellas mundiales.