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Sin VAR ni 4K: cómo se viven los mundiales en los otros deportes

Lejos de las luces, de la vasta cobertura mediática y los millones de dólares que se mueven en el Campeonato Mundial de Fútbol en Rusia, hay una realidad paralela bien distinta que se vive en las otras disciplinas que, aunque con el mismo entusiasmo, difieren en mucho a la fiebre del balompié.

Por: Samuel Esparza 02 de Julio 2018
Fotografía: Andrés Oreña P.

Se estima que con más de 14.2 mil millones de dólares de presupuesto, Rusia es la Copa del Mundo más cara en la historia de 21 ediciones del torneo de fútbol. En cuanto a premios, la competencia repartirá un total de 400 millones de dólares entre los equipos participantes, según su desempeño. Las escuadras que no lograron avanzar de la fase de grupos se llevarán 9 millones de dólares; quienes alcancen los octavos de final, conseguirán 12 millones de dólares; aquellos que clasifiquen a los cuartos de final, obtendrán 16 millones de dólares; el cuarto lugar se llevará 22 millones de dólares; el tercer lugar adquirirá 24 millones de dólares; el subcampeón se quedará con 28 millones de dólares, mientras que el campeón ganará 38 millones de dólares.

Son 12 estadios en 11 ciudades sedes que albergarán en total 64 partidos de la Copa Mundial y, por primera vez, en dos continentes distintos, porque la localidad rusa de Ekaterimburgo se encuentra en Asia, a diferencia de las otras 10 que están en la parte europea del país.

Asimismo, con un promedio 45. 394 personas por partido, al término de la fase de grupos y con 48 de 64 encuentros disputados, la asistencia total a estos recintos contabilizó 2 millones 178. 894 espectadores. A su disposición, alrededor de 17.000 voluntarios del Comité Organizador (de 112 países distintos) y más de 18. 000 voluntarios locales en las ciudades anfitrionas del torneo, trabajan día y noche para que todo salga perfecto.

Ni hablar de la televisación: Según cuentas de los organizadores, se espera que en esta ocasión se bata el récord establecido en Brasil 2014, donde sólo la final alcanzó una audiencia televisiva de mil millones de personas, mientras que la cifra total de todo el certamen llegó a los 3 mil 200 millones de aficionados, a quienes se sumaron 280 millones de hinchas que lo vieron en línea o en un dispositivo móvil.

Esas son algunas de las increíbles cifras que maneja la vigésima primera edición de la Copa Mundial de Fútbol organizada por la Fifa y que tiene a Rusia en los ojos de todo el orbe. Una mega fiesta deportiva, sólo comparada en números con los Juegos Olímpicos, aunque en este caso es sólo una disciplina la que mueve masas.

Pero, ¿qué pasa en los otros deportes que no cuentan con la repercusión mediática del fútbol? ¿cómo se viven los otros mundiales? Aquí, deportistas locales cuentan su experiencia en las citas máximas de sus especialidades.

El deporte rey también brilla

El reconocido atleta coronelino, Víctor Aravena, cuenta con la friolera de cuatro mundiales en el cuerpo, desde la categoría infantil hasta la adulta, de los cuales dice guardar el mejor de los recuerdos.

“Mi primer Mundial fue el 2006 en Ostrava, República Checa, en la serie menor, donde quedé décimo del mundo, con récord chileno y sudamericano. Hasta hoy mantengo la plusmarca nacional de la categoría con 8 minutos y 28 segundos en los 3 mil metros planos”, cuenta.

“Después, como juvenil, fui a Polonia y a Escocia. No me fue tan bien, porque era en temporada de verano allá, por lo tanto, invierno de acá y era poco lo que se podía entrenar, pero igual fueron instancias que disfruté al máximo”, agrega.

Aunque reconoce que lo máximo en cuanto a experiencia, fue lo acontecido en Beijing , donde compitió ya como adulto en 2015, evento que dice no tuvo nada que envidiarle a un Mundial de Fútbol.

“El atletismo es llamado deporte rey y los mundiales son la prueba de ello. Cada día de competencia, no cabía un alfiler en el estadio, hablo de mínimo unas 80 mil personas por evento. Había gente en todas partes del estadio, de pie o mirando desde las escaleras. Se vive de la misma forma que el fútbol, con la diferencia que tu sientes un espíritu deportivo más nítido, sin los excesos que se aprecian en el fútbol. Nadie toma en los estadios, se ve un comportamiento ejemplar, aunque no menos efusivo y entusiasta. Cuando corría Usain Bolt era una locura total, increíble”, asegura.

Aravena destaca, principalmente, el comportamiento del público, que califica como ejemplar. “De la nacionalidad que fuera el deportista ganador, la gente se paraba durante la entonación del himno, ni pensar en lo que pasa cuando la selección chilena de fútbol va a Argentina o Uruguay, donde los chiflidos no dejan escuchar el himno. Allá era todo diferente, entrabas a la pista al momento de competir y te ovacionaban, sin conocerte, gritaban ‘Chile, Chile’. Para mí fue impresionante, llegaba a dar miedo porque la gente gritaba cuando partíamos como si hubiésemos hecho un gol, uno llegaba a temblar. Y en la carrera, esperaban de pie hasta que el último competidor cruzaba la meta, alentándolo como si hubiese ganado, o más aún. El mundial es una fiesta única e inolvidable, además, que llegar al nivel máximo de tu deporte y vivirlo es un sueño, una sensación única. Mucha prensa, Fox Sport, Espn, pasas por un pasillo con miles de periodistas, es bien llamativo, gigante”, explica.

Y agrega, “Ni hablar de disturbios a la salida, todo es muy civilizado, por eso digo que se vive un espíritu deportivo muy fuerte. Recuerdo una anécdota: un día me quedé viendo unas pruebas desde la tribuna y al irme se me quedó mi mochila con dinero, documentos y todas mis cosas. Recién a las siete cuadras me acordé y al volver a buscarla, seguía ahí, intacta”.

La gran diferencia, a juicio del fondista, es el camino que hay que transitar previo a un Mundial, donde el fútbol tiene privilegios inigualables. “Lo distinto, es el proceso. Los futbolistas tienen todo lo necesario. El atletismo es solitario, el trabajo es anónimo, no hay cámaras, los apoyos hay que buscarlos. Yo no sé si me gustaría que mi hijo que viene en camino, haga este mismo deporte por todo lo que ha pasado su papá: gastar más de lo que gana, pelearle al centralismo que no premia el talento, sino que apoya más al que tiene un apellido bonito. Soy apasionado de mi deporte, porque sin él mi vida hubiese sido muy diferente, crecí en un lugar donde era más fácil ser drogadicto que deportista. El camino que me tocó recorrer a mí es 10 veces más difícil que el de otros deportistas, se me han puesto tantos obstáculos y no por falta de talento, sino que por ser de provincia y no tener los recursos”, advierte.

“Para clasificar a un mundial, uno entrena solo, en la lluvia y el frío, no hay luces, cámaras. Si no te esfuerzas y sigues, no vas a sobresalir. Tienes que ganar mucho y ser muy bueno para que recién te empiecen a apoyar. En el fútbol, si hay un chico con condiciones, lo toman y les hacen las cosas mucho más fáciles. Fueron campeones de América, pero se les dio todo para hacerlo. Yo he obtenido unos nueve títulos sudamericanos, pero debía revalidarlos todos los años o el Estado me quitaba el apoyo. Imagina que yo no me bajaba hace ocho años del podio, pero en los últimos Odesur tuve un traspié bastante lógico considerando las condiciones en que corrí, a más de 2800 metros de altura, y me quitaron altiro la única ayuda monetaria que me daban. El año pasado me evaluaron y fui campeón sudamericano, el único oro chileno, ahora otra vez me evaluaron y como me fue mal, me quitaron el aporte, era como que lo estuvieran esperando por las verdades que he dicho últimamente. En ese sentido, la cancha nunca ha estado pareja”, concluye.

Corriendo junto al “Rayo”

Cristián Reyes es otro atleta regional que tuvo el privilegio de disputar mundiales en categorías menores y juvenil. El primero fue en Sherbrooke, provincia de Quebec, en Canadá (2003), donde corrió los 200 metros planos, mientras que el segundo fue en Grosseto, Italia, en 2004, donde compitió en los 400 metros planos. El velocista reconoce que el torneo canadiense lo marcó, dado que pudo compartir pista con el sprinter más grande de la historia: Usain Bolt.

Cristián Reyes | IND

“Corrí la serie en un tiempo rescatable y en la semifinal me encontré con el “Rayo”, quien terminó ganando la prueba. Ya se notaba que sería un crack, siempre fue expresivo, aunque muy metido en su carrera; si corría mal se enojaba consigo mismo, nunca con el resto, era muy correcto. El año anterior había ganado el Mundial Juvenil con apenas 16 años, así que todos nos dimos cuenta que sería un grande”, rememora.

En cuanto a las diferencias con el fútbol, Reyes coincide con Aravena en que el atletismo representa de mejor manera el espíritu deportivo. “Obviamente el fútbol es más popular, aunque tiene mucho de otras cosas porque se habla más de lo que ganan los jugadores, de farándula y eso lo encuentro un poco burdo porque el deporte pasa a segundo plano. Basta ver lo que pasó con Sampaoli en Argentina, que tras los dos primeros partidos lo denigraron y lo trataron casi de delincuente. En mi deporte, prima más el espíritu deportivo, se resaltan más las cosas buenas que las malas”, argumenta.

El velocista da como ejemplo los Juegos Olímpicos que, según su parecer, se asemejan más a un Mundial de fútbol. “Los JJ.OO. que es el evento más grande que tienen los otros deportes, es muy diferente de lo que uno ve del mundial de fútbol. Por lo menos, en las dos ediciones que fui (Beijing 2008 y Londres 2012), el tema principal siempre fue el rendimiento deportivo. Es un ambiente significativo, respiras deporte. En un mundial de fútbol ves cosas como Luis Suárez mordiendo a un rival, actitudes que aborrezco porque son antideportivas. En un mundial de atletismo o en unos JJ.OO. no pasan cosas así, hay más apego a las reglas, quizás por eso no llama tanto la atención y para algunos es más aburrido”.

Cristián Reyes | IND

Levantando honorabilidad

Con sólo 23 años a cuestas, Eduardo Soto, también puede contar de presencias en campeonatos mundiales. El pesista asistió a los mundiales Sub 17 de 2011 y 2012 (ambos en Perú) y al Mundial Sub 20 de Eslovaquia, quedando entre los 20 mejores en los tres eventos.

Soto dice que, para una actividad como la halterofilia, se mueve bastante gente, mucho más que un Sudamericano y hasta un Panamericano. “A un Sudamericano van los deportistas y unas 200 personas, mientras que en un mundial son fácil 500 espectadores más los deportistas. Dependiendo el mundial, se llenan gimnasios. Recuerdo que en Perú y Eslovaquia se le dio bastante cobertura”, expresa.

El deportista marca una clara diferencia respecto al fútbol. “En un mundial de fútbol uno ve gente tomando, haciendo disturbios. En el caso de las pesas, es distinto, se vive un ambiente más deportivo, de respeto entre todos los participantes. También de los espectadores, cuando hay levantadores que intentarán un récord o cosas importantes, aunque sea de otro país o del equipo contrario, se percibe el silencio y respeto, hay cordialidad. Ahí es totalmente diferente al fútbol, deporte del que no soy partidario por promover conductas antideportivas entre los deportistas y también espectadores. En un mundial de halterofilia puedes ver a chicos lesionados, que llegan a competir con dolor, y tienen una buena presentación, no se echan a llorar por cualquier cosa como en el fútbol”.

Y cierra, “en la halterofilia no se trabaja en las mejores condiciones, no hay comparación con el fútbol que tiene demasiados privilegios y no gana nada generalmente. Nosotros muchas veces sí logramos títulos y medallas. A mí me ha pasado, sobre todo en mi etapa más juvenil, llegar con medallas de sudamericanos donde los únicos enterados son mis familiares que me van a recibir, y después los medios de comunicación, por medio de los profesores. Nuestra motivación pasa por el cariño al deporte y a las personas que conocemos en el deporte”, sentencia.

Acortando distancias

A sus 35 años, Francisco Verscheure es uno de los jugadores más experimentados de Old John’s, y como tal, lleva varios mundiales de rugby en el cuerpo. “El primero fue un U19 en 2001 en Chile, donde jugué un partido completo contra Irlanda y el resto me tocó entrar desde la banca. Recuerdo que fue en San Carlos de Apoquindo, con un marco de público espectacular. Hubo mucho sacrificio de por medio, ya que fueron varios veranos de entrenamiento en Santiago sin vacaciones. Pero valió la pena, hasta el día de hoy mantengo amigos con los que jugué, como Francisco Cruz que hoy está en Cobs; Pablo Sepúlveda, de Stade Francais, y Cristián Onetto. En lo deportivo, si no me equivoco perdimos con Gales e Irlanda, y le ganamos a Corea del Sur y a Georgia”, detalla.

Posteriormente, a Verscheure le tocó jugar el Circuito Mundial de Seven en San Carlos de Apoquindo y Mar del Plata, con la selección adulta. Y luego, tuvo la opción de disputar su segundo Mundial U19, esta vez en Italia. “Llegamos con un equipo estelar, pero perdimos todos los partidos. Aun así, de ese plantel salió casi toda la selección adulta que jugó hasta hace poco: Manuel Gurruchaga, Cristián Onetto, Francisco Cruz, Paul Marsalli y Cristóbal del Solar. En el papel teníamos un equipazo, en el Sudamericano previo al Mundial le ganamos a Uruguay muy fácil, hicimos buenos partidos, pero en Italia no se nos dio”, explica.

Sobre el entorno vivido en ambos campeonatos, el centro dice que fue único. “Del Mundial en Chile recuerdo que tuvo mucho tema mediático, ya que era una época importante para nosotros pues jugamos el Grupo A del circuito internacional. Había ambiente de mundial, nos invitaban a varios lugares, fue justo el año en que se lanzó la camiseta nueva, había auspiciadores y harto glamour. En el caso de Italia fue en Treviso, cerca de Venecia, estábamos todos los equipos alojando en hoteles cercanos y se compartió bastante. También había mucha atmósfera de mundial, para la final todos los equipos estábamos ahí, llegó mucho público y fue un espectáculo muy divertido”, precisa.

Para Verscheure, el tiempo ha sido beneficioso con el rugby, sirviendo para acortar distancias. “Hoy, dentro de todo, hay bastante más cobertura, las finales de los mundiales U 20 se pueden ver por televisión. Hay más gente con acceso, se puede agarrar el Espn y ver partidos de rugby todo el día, donde se aprecian estadios llenos tanto en torneos de selecciones y campeonatos de Europa. Ya pueden ver eventos grandes y un fanatismo que antes no se daba”, acota.

Y, aunque admite que todavía se está a años luz del fútbol, dice que el futuro para el rugby es auspicioso. “El fútbol todavía se lleva gran parte de la torta económica, aunque creo que hoy muchas empresas ven al rugby como un deporte con mayor cobertura, que está apareciendo más en los medios, diarios y canales internacionales de deporte; que puede captar público adicional al fútbol y por cierto distinto, por ser un deporte bien familiar, que refleja valores. En el mismo torneo local se ve, se ha masificado un poco más, hay más participación de colegios, clubes, escuelas y eso, sin duda, aportará mucho en el mediano y largo plazo”, finaliza.

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