El 15 de junio de 2013, Rómulo Oses y Feliciano San Martín tocan la pelota en el centro del campo. Miles de personas aplauden en el Ester Roa Rebolledo celebrando los 110 años de Fernández Vial. Jugaron solo 6 minutos, aunque Rómulo dice que fueron casi 12. La vida fue eterna en cinco minutos. Ambos, octogenarios ídolos de la mejor época aurinegra. Feliciano falleció este jueves y nunca olvidó ese momento en que lo dejaron vestir otra vez de corto, de amarillo y negro. Su amigo, hoy de 81 años, siente que “con ese gesto puedo morir tranquilo”. Pero no todos reciben ese detalle o se sienten realmente integrados. ¿Cuidan los clubes de la zona a sus leyendas?
Rómulo vive hace años en Chillán y, además de ídolo de Vial, también lo es de Ñublense. El ex campeón del Regional en los ’50 cuenta que “tengo dos carnet del Vial. Uno me lo dieron hace 40 años y el otro es de hace casi 15. Siempre se los muestro a todos porque es un orgullo que nunca se hayan olvidado de uno. Oiga, ¡si nosotros le dimos muchas alegrías al club! Y es curioso porque eso significa que no pagamos entrada, nos atienden bien y siempre se acuerdan de uno. Como ex jugador, es lo único que uno pide: sentirse considerado”.
Pero en Ñublense fue distinto. “Tuvo que ir mi hijo a contarles cómo nos trataban en Vial para que acá en Chillán al menos nos tomaran en cuenta”, relata el crack que le ganó a un cáncer el 2003. Su hijo, Rodrigo, es periodista. Voz y pluma reconocida en la zona explica que “un día escribí sobre Esaú Bravo, porque me lo encontré en la calle, tenía Alzheimer y me di cuenta que estaba mal, es un emblemático de Ñublense y nadie hacía nada. Esa columna tuvo harto revuelo y llegó a la sociedad anónima, pero lo que pasa es que las S.A. saben poco de la historia de los clubes. Son un negocio, pero desconocen esa parte, que es la más importante”.
Después de eso, don Rómulo tiene su butaca vip, su hijo le imprime la entrada que llega a su correo y entra cada fin de semana al estadio como corresponde, sintiendo que del otro lado hay un “gracias”, aunque él mismo tuvo que golpear la puerta.
Cristián Navarrete trabajó en comunicaciones de Fernández Vial hasta el año pasado y de entrada comenta que “acá en el club hay tres cosas sagradas: la Copa Te Ratampuro, nuestros ídolos y los campos deportivos”. Y no lo dice solo porque sí. Inmediatamente, da pruebas y señala que “en la celebración de los 110 años se invirtió mucho en traer a Nelson Acosta, Richard Zambrano, Sergio Marchant y muchas figuras. Fue una cena y un partido, compartieron todos. El gran gestor fue Víctor Andrade, que en paz descanse, que incluso viajó a Argentina para traer a Amatti y habló con alguien más que no pudo venir”.
Pero no solo eso. “Premiamos hasta a los que le ganaron 5-0 al ‘Conce’. Recuerdo que estaban Novoa, Moreno. Siempre hay iniciativas que nacen de nosotros porque los ídolos son ellos. Hay muchos que tienen carnet para entrar gratis al estadio y en el sector más cómodo. Incluso, la familia de Exequiel Ramírez, que escribió el libro de las ‘90 estaciones de Vial’. Homenajeamos a Álvaro Castilla y Ana María Fernández, que son bisnieto y nieta del Almirante y estamos en contacto. Lo lindo es que todo eso nace de Vial y creo que ese sello nos identifica”, asegura.
Pareciera que Naval es uno de los clubes que habitualmente realiza actividades para juntar a sus cracks de siempre. Sin ir más lejos, el año pasado jugó un nostálgico Naval ochentero contra su símil de Huachipato de aquella época y, de preliminar, entraron a la cancha los integrantes del ancla del ’99. El 2007 también se organizó un partido memorable entre figuras del ’80 contra el equipo de ese año, comandado por Ochipinti y Figueroa. Pero… ¿quién organiza esto?
Michel Saavedra, reconocido hombre de radio del puerto, estuvo involucrado en la gestación de ambos eventos y señaló que “todo nace y se financia de los hinchas. De la sociedad anónima, nunca hubo intención de nada. Lo único que puso Fernando Rojas fue el pasaje en avión de ‘Lucho’ Ibarra el 2007. Hasta la cena en el Pao Pei salió de la gente de Naval. Yo también estuve en la organización de lo del 2017, contacté un montón de gente y tuve mucha ayuda y colaboración de Cristián Ferrada, quien hoy está cargo del Club Social”.
Ese 2007 se homenajeó a los sobrevivientes del Naval que fue Chile en Helsinki, entre ellos el fallecido Luis “Chancharra” Leal, a quien también se le organizó un partido en El Morro para “homenajearlo en vida”, según cuenta Sergio Inostroza, presidente de los ex jugadores de Naval. El ex volante explica que “somos 49 socios que pagamos nuestras cuotas y nos juntamos bien seguido. Incluso, a jugar, pese a que reunimos a los más viejos del club, los del Regional”.
El “Perita” agrega que “a nosotros durante muchos años se nos descontaban 2 mil pesos mensuales por planilla y así teníamos nuestro carnet para entrar al estadio El Morro. Gratis no era. Bueno, ahora que Naval no está participando, ya no se nos descuenta. Siempre hemos tenido buena llegada con todos, como Gilberto Araya, de la Sociedad Anónima, pero nos financiamos nosotros mismos y la municipalidad también ha tenido siempre muy buena disposición”.
En las afueras del estadio hay una estatua del histórico Ramón Unzaga realizando una “chilena”. Fue iniciativa de la municipalidad y financiada por la empresa SigdoKoppers. Tampoco nació del club. Por otra parte, Domingo Pillado –un histórico del Naval olímpico- murió hace casi un mes y durante años el club ni siquiera golpeó la puerta de su casa. ¿Y el funeral de Óscar Herrera en el estadio? Michel Saavedra señala que “ahí hubo voluntad de mucha gente, pero el gran gestor fue Edógimo Venegas (ex defensor de Naval). Él hizo todo para llevar al ‘Jurel’ y su familia allá”.
El comunicador añadió que “Huachipato tampoco hace muchas actividades por sus ex jugadores o algún partido o actividad para juntarlos frecuentemente. Hubo por ahí un homenaje a los campeones del ’74, cuando se inauguró el estadio, pero los reconocimientos a Merlo, Pellicer o a Mendy, ahora que estaba grave, siempre corrieron por cuentas de los hinchas”.
Víctor Tornería lidera el Club Social Deportes Concepción y tiene clarísimo este escenario. Por eso comenta de entrada que “los ídolos de un club son tan importantes como sus colores, como su insignia”. Le ha tocado todo el reordenamiento de una institución que encontró patas para arriba, pero advierte que “es un tema que consideramos importante. Ya reconocimos al plantel del ’67 de Farfán y Viveros, por ejemplo, y queremos hacer lo mismo con otros equipos históricos del Conce, como el 2001, el de la Libertadores del ’91 o el del último ascenso a Primera, pero lo interesante es que no sea solo los galardones y el reconocimiento puntual, como de efeméride”.
El timonel morado siente que “esos jugadores que dieron tanto a Concepción tienen que seguir sintiéndose parte del club, porque lo son. Por eso somos un Club Social. Hace unos años acá se formó una mutual de ex jugadores, que tiene algunos beneficios más de tipo económico, pero ellos pueden ocupar Nonguén, queremos pasarle el domo gratis para sus actividades y que hagan sus reuniones y partidos acá porque es su casa. Sería lindo pensar que se sienten integrados”.
Ejemplo gigante de la omisión que hacen las sociedades anónimas a los emblemas del club fue el caso de Haroldo Peña. El 2007 la administración del club cayó en manos de León de Collao S.A. y el jugador que daba nombre a la concesionaria y es insignia de la institución estaba sin trabajo y con problemas económicos. En ese entonces decía a la prensa local “creo que puedo aportar en algo y transmitirle muchas experiencias a los chicos. Qué entiendan lo que es el Conce”. Finalmente, y solo al verlo en la prensa, terminó de portero en la sede de calle San Martín.
Tornería apuntó que “hay muchos jugadores que son muy nuestros porque en este club a veces destacan más los aguerridos que los técnicos. Haroldo es el mejor ejemplo. Nos gusta eso. En el Club Social existe una comisión que maneja la historia de Concepción y tenemos identificados a esos jugadores y considerados. Hay muchas cosas pensadas para ellos, para tenerlos frecuentemente con nosotros, que compartan con la gente, con los jóvenes del plantel”.
Los últimos días de Haroldo Peña fueron de muchas lágrimas, pero también de conversaciones provechosas. Porque con los ex jugadores, sobre todo los más antiguos, sucede eso: se juntan en los puros funerales. Ahí hablan de los que están enfermos, se enteran que murió alguno que no tenían idea y, a veces, se sorprenden de ver vivo a alguno que ya lo daban por fallecido. Mientras velaban al “León de Collao”, llegó mucha gente al estadio penquista –donde se despidió el cuerpo del ex defensor- y ahí comenzaron a sacar cosas en limpio. Rolando García, mítico lateral morado, contó que “en ese tiempo (2013) también había fallecido Carlos Hofmann y nos dimos cuenta que había jugadores que tenían problemas para pagar enfermedades y todos los gastos que la familia debe cubrir cuando uno muere. Era todo un tema y eso teníamos que verlo nosotros porque no iba a nacer de nadie más. Entendimos que era nuestro problema. Ahí surgió esta idea de la mutual de jugadores, que fue pionera porque entiendo que en Chile solo existía una (Everton). Colo Colo tiene arreglados a los campeones del ’91, por ejemplo, pero nosotros no teníamos nada”.
La mutual tiene sede desde 2015, en calle San Martín, tiene convenios dentales y cursos para titularse de monitor y poder ejercer en escuelas de fútbol. García indicó que “ayudamos a la familia de Carlos Guerra, Guillermo Toledo y Esaú Bravo. Mira, no es tanto, pero toda cooperación económica siempre suma. Ahora, por ejemplo, rescatamos a ‘Matute’ Fabre, que lo teníamos medio perdido en Santa Cruz, y andaba con un problema en un ojo. Lo atendió Mickey Torres, que fue jugador del ‘Conce’. Fabre me preguntó en cuánto se lo iba a dejar y yo le respondí que no, que es gratis. Todo eso es ayuda concreta, además de que nos juntamos, compartimos y ahora queremos inaugurar una cafetería en la sede”.
¿Y hay relación con el club o todo sale de ellos? El presidente de la mutual explicó que “son muchachos que están haciendo bien las cosas, pero les ha tocado harta pega. Sí veo que existe disposición a que ocupemos los campos deportivos y participemos de las actividades. Tampoco uno va a esperar plata o esas cosas. Lo que uno quiere es que ellos lo sientan a uno como parte de Deportes Concepción porque nosotros lo sentimos así. Somos todos morados”.
Y antes de cortar el teléfono, Rómulo Oses recuerda ese último aplauso en cancha, la foto en el diario, el sueño cumplido de que sus nietos lo vieran jugar. Repite que “es uno de los momentos más lindos de mi vida. Y eso que toqué la pelota como dos veces”. En otros países tendrían una tribuna o un camarín con su nombre, una estatua o su cara pintada en una pared interior del estadio, tal vez retirarían sus números. Acá los ídolos se conforman con poquito, pero a veces ni ese poquito les nace a los que mandan. Un club sin memoria, no es más que una lista de nombres puestos en una tabla semana a semana.