Las imágenes que llegaban desde Virginia, Estados Unidos, eran conmovedoras. Melita Abraham levanta un brazo con lo último que le queda de energía. Su cara es de una gladiadora que llega a destino después de kilómetros y kilómetros de esfuerzo y dice “meta cumplida”. A su lado, Sophia Luwis, su más enconada rival llorando desconsolada, pensando que le faltó tan poco. Mirando a la chica de cintillo y escudo chileno en el centro de la polera. Sí, esa niña con la mano arriba intentando sin fuerza hacer puño es campeona del mundo. Nuevamente. La joven remera no tiene techo.
El año pasado ya había conseguido el título de campeona mundial en categoría Sub 23 -en Junior ya había ganado todo- cuando festejó en Bulgaria junto a su hermana Antonia. Esta vez fue distinto. El indoor tal vez no tiene esa espectacularidad que da el mar al tomar una foto, pero el esfuerzo es gigante. Melita fue la mejor en su categoría, peso ligero, superando por 5 segundos a la dueña de casa, que tenía toda la gente a su favor. Fueron 7 minutos y 10 segundos que parecían eternos.
Marcos Morales le tomó la mano y sacó las zapatillas rosadas de Melita de la máquina donde van fijadas. Ni siquiera le dio para un grito de celebración. Estaba al centro de una fila donde cada una remaba con toda la fuerza posible y por los altavoces se escuchaba como Chile lideraba la competencia.
De fondo, la bandera de Estados Unidos colgada allá en lo alto. Su madre, Melita Schussler, la primera en subir imágenes y la leyenda “tenemos nueva campeona mundial”. Las felicitaciones no se hicieron esperar, aunque la orgullosa mamá comentaba que “el triunfo es de ella”. Porque sabe lo que se ha esforzado su hija. Mucho más que esos 7 minutos con 10 segundos que representan toda su vida. Allá lejos, privándose de cosas que para otros jóvenes son tan normales, remando con fuerza por lo que ama. Llegando cansada, pero feliz y primera.