Todo estalló hace un par de semanas, cuando desde Santiago Morning bajaron el pulgar a Paula Navarro. Iba a ser la entrenadora del equipo microbusero, noticia que hizo eco en gran parte del mundo, pero el plantel reclamó e hizo notar su molestia. “Que una mujer esté en un camarín masculino se sale de contexto por la comodidad de los jugadores”, afirmó el capitán del equipo, Hernán Muñoz.
Así se puso otra vez en discusión un tema que muchos tildan como “discriminación” o “machismo”, mientras que para otros es algo lógico y responde a un comportamiento cotidiano con conductas que las personas asumen desde muy pequeños. Beatriz Cid es socióloga en la Universidad de Concepción y al respecto opina que “lo que le pasó a Paula Navarro no sólo pasa en el deporte, sino que en muchos ámbitos donde las mujeres tienen un límite para asumir cargos de responsabilidad. El fútbol es un espacio que desde muy chico se masculiniza. Me sorprende que en los colegios los niños monopolizan el patio con la pelota y las niñas juegan en los rincones”.
Cid, además profesora en la casa de estudios, agrega que “la pelota es un espacio que casi protege este poder masculino que se les fue perdiendo. Los deportes de competición tradicionalmente masculinos creo que se han transformado en un espacio de defensa, diciendo casi ‘pónganme una jefa mujer, pero el fútbol no me lo toquen’”.
Rocío Yañez, por ejemplo, es voz autorizada para referirse al tema. Fue ayudante técnica en uno de los procesos más difíciles que Lota Schwager enfrentó en 2016. Los mineros estaban a un paso de irse a Tercera División. Ella, junto al DT Víctor “Guagua” González fueron los líderes de un club que enfiló seis triunfos consecutivos y logró el milagro. La entrenadora que también pasó por San Antonio Unido, cuenta que “somos muy pocas las que estamos en esto. Yo no comparto la idea de que no se nos dan oportunidades. Hay sicólogas, kinesiólogas y más gente. Del Inaf (Instituto Nacional del Fútbol) han salido más de seis mil técnicos, pero sólo 20 niñas. No es machismo, sino que algo lógico. Sí, a lo mejor se nos hace más difícil entrar porque no cualquiera va y te contrata, pero si te ven trabajar, te van a respetar”.
Gustavo Fuentealba, arquero de Fernández Vial, fue dirigido por Rocío en Lota Schwager. El meta aseguró que “es mujer, se metió en el fútbol y era súper respetada por el plantel. Nosotros la tratábamos como alguien superior porque la ‘profe’ sabía tanto, que estábamos convencidos de lo que ella nos enseñaba y demostraba. Ella nos entregaba el aspecto técnico y táctico, corrigiéndonos y enseñándonos muchas cosas con gran inteligencia en todo sentido”.
Socialmente para muchos es mal visto que las mujeres participen en el fútbol, desde cualquier escenario. ¿Por qué? Cid explica que “los hombres quieren cuidar ciertos reductos, manteniéndolos lejos de las mujeres. Y si entran, que sean como el equipo adicional o de adorno y nunca como el principal, asumiendo que las están invitando”. El portero Fuentealba opina que “estamos en una sociedad donde casi ya no existen las diferencias entre hombres y mujeres. En el fútbol viví la experiencia y la sabiduría de uno u otro que no cambia. Las mujeres salen a otros países a especializarse, tener mayor conocimiento y con la gran dedicación que le ponen, hasta pueden saber más que los hombres acerca de un tema”. Rocío piensa que “muchos dicen por ejemplo, ‘no podría trabajar con un chino’, pero no lo han hecho nunca y no lo conocen”.
Nicolás Larcamón llegó hace poco al país, hizo un gran torneo al mando de Antofagasta y hoy está en la banca de Huachipato. El joven DT argentino de 33 años señaló que “creo que el tema responde más a una cuestión de inseguridad por parte del género masculino. Hay excelentes entrenadores en otros deportes tanto en el sexo masculino como femenino, sea hockey, básquetbol, volley u otros. Si lo llevas al plano empresarial, también tienes líderes de empresas que son mujeres y tienen los mismos rendimientos. Cada género tiene atributos, quizás las mujeres son mucho más responsables, seguras, menos osadas, así como el hombre tiene éxito producto de ser menos cauteloso y más osado, por lo que la combinación entre ambos puede ser muy buena. Estoy convencido que su participación o no, no responde al género”.
Beatriz Cid comentó al respecto que “las mujeres enfrentan un ‘techo de vidrio’ no sólo en el fútbol sino que en otros aspectos. Si tú ves cualquier organigrama de una empresa, vas a encontrar paridad a nivel de trabajadores y mandos medios, pero si vas avanzando en el organigrama, vas a encontrar cada vez menos paridad. Es muy raro ver gerentes generales mujeres. Eso tiene que ver por una parte porque no te contratan ya que no se asume como estereotipo femenino el liderazgo. Las gerentas que hay, de hecho, a veces asumen estilos masculinos hasta por las vestimenta, trabajando casi con terno y falda”.
¿Y el camarín? Pareciera un tema muy normal. Tanto, que suele no ser comentado. Está lleno de entrenadores hombres en equipos masculinos, pero ahí no se genera alboroto como cuando es una mujer la que puede estar a cargo de un plantel masculino. En ese sentido, a muchos les hace ruido que una persona de otro sexo comparta casi de igual a igual con el resto en el camarín antes o después de un partido. “Uno habla para que la escuchen. Cada uno respeta sus espacios. Nadie da charlas mientras los jugadores se está vistiendo”. dice Rocío Yañez, mientras el portero Fuentealba afirma que “no es lo mismo que una mujer entre y salga a un camarín de hombres pero, a mi parecer, se debe dejar ese machismo de lado porque con lo de Paula (Navarro) fue así. Las mujeres, además, intensifican mucho el trabajo táctico y, para qué estamos con cosas, la mujer siempre presta mucha más atención que el hombre en varios sentidos”.
“Antiguamente, en los bares, el hombre se resistía a la entrada de las mujeres a sus clubes de Toby. A veces en el fútbol pasa eso”, sentenció la socióloga de UdeC, mientras que Yañez asume que “aún está inserta en mucha gente esa mentalidad y es parte de la cultura que tenemos. Uno sabe donde se metió y no puede cambiar las costumbres que la gente tiene arraigadas desde hace años. Es como tratar de meter un elefante a una vidriería”.