Alza un brazo, pose erguida, y todos saben que algo importante puede pasar. El equipo de vóleibol de la Ucsc llegó a la final nacional a nivel universitario hace un par de semanas, y uno de sus pilares fue el joven Frank Gómez. Es un venezolano de carácter fuerte, tradición deportiva en las venas y, a sus 19 años, tiene las cosas clarísimas.
“No me gusta tanto estudiar, pero son sacrificios que vale la pena hacer. Lo mío es la pelotita. Quiero ser voleibolista profesional”. Así de seguro. Como un golpe seco allá en lo alto, volando sobre la red, que es solo un obstáculo más que queda en el camino. El camino de este estudiante de Administración de Empresas no ha sido fácil, pero confía en que todo tendrá su recompensa.
Su familia está fuertemente ligada al vóleibol. Frank cuenta que “todos acá practicaron vóleibol y el más destacado es mi tío Harry Gómez, que hoy tiene 35 años y juega en la liga griega. Nadie en Venezuela tiene su trayectoria, pero nunca quise colgarme de él. Quise hacer las cosas por méritos propios y seguir el camino difícil, pero es mi propio camino”.
De pequeño, todos lo querían ver saltando y golpeando la pelota con sus manos, pero él recuerda que “no me gustaba el vóleibol. Al menos, no practicaba y recién a los 16 años empecé en esto del deporte. En ese momento era gordito. Pesaba 128 kilos. ¡Imagínate! Nadie creía en mí, pero apareció el profesor Lunardy Pulvett, que fue muy importante. Me retó mucho para sacarme adelante y me hizo trabajar en serio porque yo era flojo, quería jugar y no practicar. Igual tengo un carácter difícil y me tuvo harta paciencia”.
Frank es un tipo que lucha por sus sueños. De eso no cabe duda. Narró que “defendí a mi país en los Juegos del Caribe, que se disputaron en México, y estuve dos años en la selección. Como te decía, mi carácter no es fácil y tuve algunos problemas allá, en clubes, aunque siento que siempre rendí. De pronto, surgió la oportunidad de venir a Chile”.
Su primer contacto con nuestro país fue en los Juegos Binacionales de la Araucanía. “Un jugador llamado Edson Valencia hizo todo para que me fuera a Linares, donde me apoyó siempre el profesor Patricio Valdivieso. Estuve en esos Juegos y después se comunicó conmigo el profesor Julio Orellana, que me habló de la posibilidad de una beca universitario. De inmediato me gustó la idea. Bueno, Chile también siempre me gustó”.
Y ahí debió tomar una decisión de hombre, más allá de sus juveniles años: dejar a sus seres queridos para instalarse con todas sus cosas en Chile. Frank recuerda que “dejé dos años de selección, dejé a mi familia, mi mamá, mi abuela… Soy hijo único y para ellas tampoco fue fácil verme partir. Todavía recuerdo ese día en que me monté en ese avión y cómo me pegaron todas las emociones. Hasta el día de hoy, sigue siendo complicado, aunque al menos ya no me siento tan solo como antes”.
Y es que la adaptación fue bien complicada. El crédito de la Ucsc repasa que “Chile es hermoso y la gente siempre ha tenido muy buen trato. Es un país tranquilo, grato en su estilo de vida. Solo había dos cosas que me complicaban: el frío y la soledad. Yo estaba acostumbrado a los 40 grados de temperatura y ese clima bien sofocante, pero acá jugaba en Temuco, por ejemplo, y había cuatro grados bajo cero. Andaba abrigado todo el día. Hasta me lesioné el hombro y fue solo por el frío. También tuve que acostumbrarme a las pelotas Molten. En Venezuela usábamos otras y se nota la diferencia, aunque parezca algo menor”.
Pero lentamente empezó a sentirse más como en casa. “Siempre tengo contacto con mi familia. También con mi tío Harry, que me dice que le ponga y que no despilfarre esta oportunidad. Acá encontré un grupo de compañeros que me han recibido de manera excelente y así empecé levantar y encontrar mi juego. Llegamos a la final de la Liga Universitaria hace poco y es un equipo que aun tiene mucho que dar. Somos el recambio de una generación que todos me han dicho que era muy buena”.
Es uno de los grande talentos del equipo de Orellana y este fin de semana viajó a Linares, donde juega a nivel de clubes. “También es como mi casa”, afirma. Frank advierte que “en la Católica me encontré con un equipo súper joven. Pensé que sería distinto, pero me di cuenta que a varios de ellos los había enfrentado en Juegos de la Araucanía, cuando ellos defendían a Bío Bío. Uno, como extranjero, tiene una responsabilidad y presión extra y lo asumo. Si vienes de afuera, debes ser un aporte”.
Y se pone metas altísimas a futuro. “Me encantaría estudiar Kinesiología. Es un sueño que he tenido siempre, pero la carrera se me hace muy larga y yo necesito tener algo luego. Por eso seguí Administración de Empresas (en el IT de la Ucsc), que dura dos años. Yo quiero dedicarme al vóleibol como profesional y quizás eso signifique viajar de nuevo. Volver o ir a otro país. En Venezuela no es como acá, que tienes un título profesional o no eres nadie. Allá la idea es hacer lo que te gusta y dedicarte a lo que eres bueno. Por eso, quiero dedicarme al vóleibol, que es lo que realmente me apasiona”.
Y así se lo pasa actualmente entre cuadernos y gimnasios. “Me gustaría que mis papás me vean jugando una final o estén en el público aplaudiendo mis logros deportivos. Por eso uno hace estos sacrificios. Porque todo lo que he hecho ha sido gracias a ellos y mi abuela. Sé que un día disfrutaremos de esto juntos”.