Claudio Carvajal Parodi
Académico de Kinesiología y Director de diplomados de Intervención Kinésica Musculoesquelética Universidad San Sebastián
La Encuesta Nacional de Hábitos de Actividad Física (18 años y más) de 2016, mostró un panorama prometedor. A pesar de que la mayoría de la población sigue siendo sedentaria, la práctica deportiva en Chile se ha acrecentado progresiva y sistemáticamente los últimos 10 años, tanto en hombres como en mujeres y desde los 18 hasta los 60 años. Mejor aún, este salto cuantitativo en el estilo de vida se ha sustentado en individuos que se ejercitan tres o más veces a la semana, lo que produce beneficios no solo a nivel cardiovascular, sino también en la calidad de vida. Sin embargo, la mitad vacía del vaso proviene del hecho de que la práctica deportiva va de la mano de las lesiones del sistema musculoesquelético.
El 75% de quienes realizan actividad física no profesional lo hace por cuenta propia, sin preparación supervisada ni apoyo de profesionales especializados, siguiendo modelos basados en la intuición, interacción con pares o aprendizaje por imitación o mediante tutoriales en la web.
Estudios aplicados en deportistas amateur, tanto de Europa como de Sudamérica, han identificado que éstos se lesionan principalmente los miembros inferiores, luego los superiores y en menor medida el tronco y cabeza. Además, revelan que los deportes que más aportan a la aparición de patologías son el fútbol, el básquetbol y el running, pero la tasa más alta de lesión es del rugby, por su alto riesgo de traumatismo.
Las lesiones, entendidas como alteraciones o daños del tejido que afectan la función y el rendimiento, pueden presentarse bajo dos mecanismos principales. Primero, aquellas producidas por un evento identificable, generalmente único, de alta energía y de carácter agudo. Son los denominados “traumatismos”, asociados a rupturas de tejido, y los más frecuentes son esguinces de ligamentos (tobillo o rodilla), Lesiones frecuentes en el deportista amateur Claudio Carvajal Parodi Académico de Kinesiología y Director de diplomados de Intervención Kinésica Musculoesquelética Universidad San Sebastián desgarros musculares (isquiotibiales, aductores, cuádriceps o gemelos), fracturas (tobillo, muñeca o por estrés) y luxaciones (hombro, codo, dedos). Y segundo, las producidas por repetición y suma de eventos traumáticos de baja energía y alta frecuencia, que producen estrés en el tejido y éste no puede repararse y adaptarse de forma adecuada. Se conocen como “lesiones por sobreuso” y dentro de ellas las más frecuentes son las tendinopatías (aquiliana, rotuliana, de codo y de hombro).
En los traumatismos, siempre se pueden identificar factores externos no manejables por el atleta pero que influyen en su aparición, como el impacto potencial con un rival, el tipo y estado del terreno, el clima, etc. Pero también hay factores propios que sí pueden ser manejados con un proceso de preparación adecuada, idealmente supervisada y que pueden ayudar a prevenir estas lesiones de alta energía (aunque no siempre sea posible), como la coordinación muscular, la fuerza, la flexibilidad, la temperatura del tejido, la destreza deportiva, etc.
En las lesiones por sobreuso, la línea divisoria entre lesión y no lesión es muy fina y dependiente de factores controlables por el atleta si cuenta con apoyo de personas calificadas y entendidas en las ciencias del deporte y la salud. Así, junto con los factores propios del deportista mencionados antes, cobran alta relevancia la frecuencia del entrenamiento/práctica, la intensidad del esfuerzo, los tiempos de reposo, la progresión de las cargas y la adaptación a los implementos deportivos (tipo de calzado, raqueta u otros).