Dos años y medio que parecieron una eternidad. Tiempo de tempestades y malos augurios, que parecían acabar con cualquiera. Incluso al punto de costarle el puesto a dos históricos, como Víctor Castañeda y Luis Musrri, que se fueron en silencio producto de una campaña irregular. Si hasta se convivió de cerca algunos meses con el fantasma del descenso de la mano de Sebastián Beccacece, a quien debe reconocérsele buena parte de la conformación del plantel que acabó en un Nacional repleto con una sequía casi inaguantable para los hinchas.
Y es que tuvo que llegar Guillermo Hoyos, con todos sus fundamentos futbolísticos y humanos, para torcer la historia de un camarín golpeado y a ratos desconociendo la grandeza del club. Sí, todo parte por el técnico que llegó procedente de la selección de Bolivia para presentar al nuevo campeón del futbol chileno. Es cierto que la coronación llegó ante San Luis, pero todo arrancó con el arribó del argentino, que desde la palabra justa y precisa pareció llenar de paz un camarín más acostumbrado a las peleas que a los buenos modales.
Universidad de Chile volvió a abrazarse con la copa cuando menos lo esperaba. Porque más allá de que el hincha o el futbolista siempre aguarda ser campeón, lo concreto es que no parecían estar dadas las condiciones para tornarse, en un abrir y cerrar de ojos, en un equipo competitivo. Sin embargo, los antecedentes inmediatos se fueron rápidamente a la basura.Y de pronto, con un sprint digno de Usain Bolt, los azules no sólo le dieron caza a Colo Colo, sino que además les alcanzó para grabar a fuego la estrella 18 en el firmamento. Impensado. Y doblemente gozado por todos.
A esta altura qué importa todo aquello. En realidad, sí tiene relevancia. Porque cuando se consigue algo en circunstancias adversas, se disfruta más. Era cosa de ver a los hinchas en las últimas fechas, cuando la distancia se iba acortando con el líder, cómo iba creciendo la efervescencia. El tablón se remecía en cada canto y el equipo lo retribuía con victorias consecutivas, apenas interrumpida por esa caída en San Carlos de Apoquindo ante la UC.
Tampoco interesa mucho a esta altura que el equipo haya jugado mal en la consagración. Preso de los nervios, aferrado con dientes y uñas a una inspiración de su goleador Felipe Mora. El delantero volvió a demostrar que se encuentra en su momento pleno, con un gol que liberó tensiones, pero que no fue suficiente para encontrar el buen juego. Más allá de la ventaja, la U nunca estuvo cómoda en la cancha. Mucho mérito en eso para San Luis, que tenía claro como cortar los circuitos futbolísticos del equipo de Hoyos.
A medida que pasaban los minutos y no asomaba el gol tranquilizador, los nervios aumentaban en las tribunas. Y aquello también se trasladaba a la cancha, donde incluso Hoyos quedó atrapado con los cambios. La salida de Mora, por lesión tras un pisotón de Juan Pablo Gómez, permitió el ingreso de un defensor, Alejandro Contreras, en un claro mensaje de temor.
Ese simple movimiento de piezas cambió la temperatura del encuentro. Porque San Luis se percató del miedo azul y fue en busca del empate, con pocas ideas, pero mucha motivación. Y de a poco el partido se fue trasladando a los alrededores del área de Johnny Herrera. La U no tenía salida porque no disponía de delanteros y no sabía como avanzar. Ni siquiera podía dar tres pases seguidos en campo rival. Entonces, toda la algarabía se transformó en nervios. Ya poco importaba lo que sucedía en La Serena, donde Colo Colo sacaba la tarea en adelante.
Los últimos minutos fueron de puro sufrimiento. Con la garganta apretada. El estadio intentaba sacar al equipo del fondo, pero nada era suficiente. Con Herrera revolcándose en el último minuto de descuento sobre la línea de gol para evitar el empate.
Ni Pizarro podía hacer algo porque la pelota pesaba como balón abdominal. Y las piernas ya no respondían. Sólo Gamboa podía acabar con aquel sufrimiento. Por ello, el pitazo final del árbitro fue el desahogo para todos. Para los hinchas, que nunca dejaron de creer en el equipo. Para los jugadores, que devolvieron al sitial de campeón. Y para Hoyos, que rompió todos los estigmas para llevar a la U nuevamente al Olimpo. La historia siempre se escribe de grandes héroes. Y en esta ocasión ese mérito fue para el técnico que supo encontrar la paz en un camarín que venía a contramano