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El día que Ricardo Darín habló de lila

Histórica resolución de la asamblea lila significa que los hinchas controlarán prácticamente la totalidad de la Sociedad Anónima. Un golpe al modelo actual, un triunfo del romanticismo.

Por: Diario Concepción 06 de Marzo 2017
Fotografía: imagenPrincipal-5950.jpg

Histórica resolución de la asamblea lila significa que los hinchas controlarán prácticamente la totalidad de la Sociedad Anónima. Un golpe al modelo actual, un triunfo del romanticismo.

 

Si esta columna aguantó una carta de amor y un saludo del Día del Padre, cómo no va a permitir una pequeña crítica de cine. No una ganadora de Oscar ni de superhéroes con garras. El 2004 vi una joya que se llama Luna de Avellaneda y la semana pasada sentí que la veía de nuevo, pero no en la pantalla. Aquí afuera. De pronto, me dije: "ese Ricardo Darín es del Conce".

La película cuenta dos historias paralelas, una de pareja y otra de un club de fútbol. En ambos casos, es un amor que se va a pique. Un amor que un día fue cuento de hadas y ahora no se ve cómo rescatarlo. Uno donde terceros metieron la cuchara y trizaron todo, lo quebraron y ahora cuesta un mundo pegarlo. Dos amores donde parece que está todo perdido, pero vale la pena un último esfuerzo.

Alejandro quiere comprar el club del barrio. Ofrece puras maravillas, puestos de trabajo, un mall en el pueblo y, por poco, no le agrega un restaurante de carne uruguaya o un estadio de lujo modelo alemán. El club alguna vez convocó muchas personas, pero hoy es un canasto de deudas. "Hicimos una quermés y no vino ni el loro", dice un socio. Alejandro responde "cuando las cosas no andan, tenés que vender. El club que fundó Don Aquiles ya no existe".

Darín se para, como alguna vez lo hicieron los morados delante de los Sabando o de Tallarico. Le advierte a Alejandro que "se está decidiendo la vida del club. Me importan un carajo los estatutos y menos lo que digas vos. Porque aquí seremos pocos, habrá goteras por todos lados y las paredes se vendrán abajo, pero fueron levantadas por miles de personas durante setenta años. Por ellos, me vas a escuchar". 

Hace una propuesta utópica para reunir gente, esa que siempre estuvo en algún lado y hay que recuperarla. Una locura para salvar al club y el potencial comprador se ríe. "Entiendo… Es como el tipo que manda los mails al amigo. Diez mails, diez amigos, cien, luego cien mil y de pronto somos cuarenta millones pidiéndole a Bush que no haga la guerra a Irak. La macana es que Bush se caga en esos cuarenta millones porque la realidad es un poquito más compleja y no se resuelve solo con delirios", le enrostra. La asamblea queda en silencio. ¿El romanticismo o la razón?

Pero Darín mira a una pequeña que puede quedarse en la calle y le responde "acá Dalma es más que una gran estrella. Acá es feliz. Pero qué valor puede tener eso desde la razón". Y recuerda cuando su ex mujer lo dejó y le dijo que "pensé que cuando te enteraras no ibas a soportar que otro me toque, que me ibas a matar, que lo matarías a él, que iba a correr sangre. Pero no. Ni siquiera me seguiste… No hiciste nada". Y Darín se da cuenta que perdió un amor, pero no le va a pasar dos veces. Porque el club también es su vida y esa gente también es su familia. Ahora sí va a correr sangre.

No le voy a contar el final de la película. Me quedo mejor con el final feliz: el Conce hoy es de sus hinchas. Funcionaron los mails, no hubo guerra a Irak y ganaron los delirios. Hay goteras, pero ni esas se venden.

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