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Barreto recibió mil codazos de la vida, pero igual va al córner

Uruguayo fue seleccionado de su país, fichó a los 17 años por la Lazio y sufrió por la extraña muerte de su madre. En Italia, solo un milagro salvó a su hijo de una gravísima enfermedad y hoy, a los 25 años, siente que todo eso lo hizo más fuerte.

Por: Diario Concepción 06 de Febrero 2017
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Uruguayo fue seleccionado de su país, fichó a los 17 años por la Lazio y sufrió por la extraña muerte de su madre. En Italia, solo un milagro salvó a su hijo de una gravísima enfermedad y hoy, a los 25 años, siente que todo eso lo hizo más fuerte.

 

Paulo Inostroza P.
paulo.inostroza@diarioconcepcion.cl

 

Gonzalo tenía 17 años, un pibe. Lucía apenas quince minutos con la camiseta de honor de Danubio y la Lazio italiana se lo llevó a Europa. Contaba selecciones menores de su país y parecía un sueño donde el nacido en Treinta y Tres pintaba para crack, pero el 2010 fue golpeado por una noticia terrible: su madre fue asesinada. "Degollada", según escribió la prensa de su país. De pronto, tuvo que hacerse hombre.

De sus inicios, cuenta que "jugué en la Sub 15, Sub 17 y Sub 20 de Uruguay y jovencito me fui a Lazio. Ahí estuve cuatro años y medio. De los más conocidos en esas selecciones estaba Salvador Ichazo, un tremendo portero que fue a Torino, Diego Polenta que hoy es capitán de Nacional, Sebastián Gallegos, que se vino a Cobresal. De Chile, recuerdo haber enfrentado a Valdivia".

Su partida fue sorpresiva. "Jugué poco en Danubio y me fui a Italia. Allá estuve cuatro años y medio, jugaba en el equipo Primavera, que le llaman, y entrenaba con el primer equipo. Después estuve una temporada completa sin jugar por un inconveniente con el presidente de la Lazio. Fue complicado. Jugaba con la reserva y llegamos a una final con el Inter de Milán, fui goleador y sentí que estaba para jugar en honor, pero la dirigencia quería mandarme a préstamo y bajarme el salario. No acepté porque estaba metiendo goles y creí que merecía algo más", rememora. Ese drama sería apenas el comienzo.

Páginas policiales

Julio, 2010. Yanela Mastropierro, de 47 años, fue encontrada muerta. "Con múltiples heridas de arma blanca, una de ellas en el cuello", según informaba Diario ABC. ¿El homicida? Su propia pareja, Rubén Pereira, cuyo cuerpo apareció colgado a pocos metros del de Yanela. Gonzalo estaba en Italia y su padre fue el encargado de contarle. No entendía nada. La prensa uruguaya estaba consternada.

"Lo de mi mamá ocurrió recién a los seis meses de llegar a Italia. Fue una tragedia, a esa edad, enterarse de que fallecía mi madre. Esas cosas me volvieron duro y para mí fue un año súper complicado. Mis papás son separados y yo fui criado por mi madre, así que imagínate. Tuve que volver a Uruguay solo a enterrarla y volver. Así fue. Estaba en la pretemporada con el primer equipo y no podía perderme nada porque iba a quedarme fuera. Fue rápido y extraño", cuenta como tragando saliva. Intentando no cortarse, aunque se le escucha complicado.
 

Milagro en Roma

No jugaba, su mente intentaba borrar de un plumazo lo de su madre y, de pronto, la vida le puso otro escollo. Una prueba más para un delantero acostumbrado a los golpes. Hace tres años nació Lorenzo, su segundo hijo (Tadeo tiene cinco), y los médicos no tenían buenas noticias.

"Tuvo un problema gravísimo porque nació con una complicación intestinal, que le provocó una rotura en el estómago, una perforación. Fue muy delicado y fuerte, porque era nuestro pequeñito y nos dijeron que solo un milagro podía salvarlo. Fue un momento difícil y todavía no sabemos cómo se recuperó", repasa con una sonrisa que se fuga de su cara. Una después de tantas malas. 

De esa recuperación, cuenta que "estoy muy agradecido de los tremendos doctores que lo atendieron. Si mi hijo no hubiera nacido en Italia, hoy no estaría con vida porque lo operaron de manera extraordinaria, lo trataron de maravilla y hoy está muy bien, pese a que hablaban de que serían varias operaciones". Hoy ya no está con la madre de sus hijos, pero ellos son su bendición. Criaturitas que le dan fuerza.

Buscando revancha

"El año pasado, en el mercado de pases de invierno, hubo una posibilidad de ir a la U. de Chile. Fue hace 6 meses atrás, a través de mi padre, que es mi representante. Hablaron con él, pero Danubio había hecho un buen campeonato y pidió mucho por un préstamo. También pude ir a Banfield y tampoco se dio", apunta sobre cómo se gestó su llegada a Chile.

Pasó un semestre y la puerta al fin se abrió. Barreto explica que "hablé con Richard Pellejero (ex UdeC), que hizo buena campaña acá, y le pregunté qué tal era, porque ya había hecho el contacto y yo quería cambiar un poco de aire. Es una salida distinta a cuando era más joven y fui a Europa, pero salir de casa siempre es un desafío importante. Una apuesta". 

Y tiene buena impresión de nuestro fútbol. "Desde que llegué estoy sorprendido por lo que he visto en las prácticas, los partidos de Libertadores… El futbolista chileno se mentalizó a que siempre debe salir jugando desde atrás, armando bien el ataque. En Uruguay no somos de hacer eso. De repente le pegamos para arriba, hay que ir a pelearla como sea y tratar de ganar la segunda pelota. Es más directo, pero menos organizado", advirtió.

Llegó a Concepción y antes del debut se fracturó una mano y no pudo estar ante Palestino, pero ya no está para bajonearse. No a estas alturas de su vida. "Mi hijo tiene una fuerza de voluntad extraordinaria y ahí uno dice: si un chiquito así, indefenso, es capaz de superar todo y levantarse, por qué uno no. Después de lo mi madre, pensé que me podía bancar cualquier cosa. Luego pasó lo de mi hijo y me tocó sacar la garra que dicen que tiene el uruguayo. La saqué no sé de dónde, pero le di para adelante y estoy de vuelta. Tengo 25 años y quiero mi revancha", afirma.

Toma su bolso antes de despedirse, con sonrisa optimista. Se tiene fe y comenta que "siempre me pregunto qué habría ocurrido si no me pasaba todo lo que viví. Bueno, tampoco me quejo mucho porque si crecí fue gracias a todo eso y la vida sigue".

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