Salvo el primer semestre de la UdeC, fue un año de más noticias negras que positivas en el fútbol de nuestra región. Aun así, siempre se puede rescatar a un grupito que sacó la cara y, sin tanta brillantez, merece una mención.
Salvo el primer semestre de la UdeC, fue un año de más noticias negras que positivas en el fútbol de nuestra región. Aun así, siempre se puede rescatar a un grupito que sacó la cara y, sin tanta brillantez, merece una mención.
Hay que dejar en claro que armar un once ideal en un año como este fue una tarea realmente difícil. Un año donde Deportes Concepción fue desafiliado, Fernández Vial no logró el ascenso, Naval arruinó el suyo en el primer semestre, la UdeC terminó colista del Campeonato de Apertura y Lota Schwager siempre ha peleado solo por no bajar. Tarea más que difícil rescatar once.
Pero siempre hay quienes se arrancan con los tarros. Esos que se echan todo al hombro cuando el equipo no camina, los que piden la pelota cuando los demás se esconden y los tipos que no brillan tanto pero nunca fallan. Esos también merecen un reconocimiento.
El más regular fue, por lejos, Alejandro Camargo en la UdeC. Un tipo que hace de todo y se ha transformado en el corazón del Campanil. Ahora, si buscamos al más sobresaliente, lo que hizo Rómulo Otero en el Clausura arrasa con todo. Lamentablemente –o felizmente para él- estaba para ligas mejores y marchó al Atlético Mineiro.
Lo más difícil fue buscar atacantes, tipo goleadores. Incluso, tuvimos que sumar a los centrodelanteros de Huachipato para hacer uno. No nos quedó otra. Y es que, si de goles se trata, este año será recordado por los bombazos de Manríquez y Camargo a O’Higgins más que por un gran artillero. Recordaremos el milagro lotino, el buen primer semestre auricielo. Poco más.