Los espacios creativos se han cerrado en diferentes puntos llenos de complejidad de la historia chilena. Sin embargo, de todas maneras las manifestaciones artísticas surgen con fuerza para acompañar, superar, protestar y sanar en ese tipo de momentos.
Paulina Torres Díaz
Es difícil encasillar el funcionamiento del arte en la expresión humana en una sola palabra.Dependiendo del momento, puede ser una forma de catarsis, una oportunidad para fugarnos, un grito y una estructura para la construcción de una comunidad.
Con los momentos repletos de dificultades en la historia de una sociedad, también se encuentran las obras que las amortiguan o desafían, o que incluso pueden tener como inspiración esas complejidades. Recordemos que, en Chile, se han dado escenarios como la dictadura militar, el terremoto del 27 de febrero, el estallido social o la pandemia, que trajeron una efervescencia artística no solo profesionales, sino de toda persona que necesitaba expresarse a través del arte.
“Hay muchas partes de la historia que no se contó o no se visibilizó, y en ese cuerpo de invisibilidades es donde las artes son los primeros campos atacados por su capacidad simbólica, de resistencia y de poder denunciar estos hechos históricos”, comentó Natascha de Cortillas, docente de la Universidad de Concepción, performista y artista visual.
A esto, agregó que, simultáneamente a estos impedimentos de los espacios creativos, se generan zonas paralelas donde el arte simboliza un espacio de fuga y cobijo para las personas.
Así mismo, Pablo Gaete, director de Balmaceda Arte Joven sede Biobío, comentó: “Es mejor porque a veces el lenguaje confunde, lo verbal tiende a ser un poco agresivo cuando hay cierto ambiente de poca tolerancia. En cambio, cuando hay belleza detrás de la expresión, puede generar un consenso y el mensaje se asume mejor”.
Los artistas destacan que la dictadura militar generó diversas situaciones complejas donde la colectividad decidió unirse para poder expresarse, ya que tenían a un otro que estaba en la misma situación. Para el caso del estallido social, el arte fue un lugar para las personas comunes -no profesionales del arte- que necesitaban y deseaban manifestarse. Diferente a lo que pasa con el terremoto del 27 de febrero de 2010, que estuvo marcado con expresiones artísticas después del suceso que servían como acompañamiento y soporte.
“No sé si el arte ayuda a sanar momentos de dolor, pero sí al menos los acompaña y amplía la visión. Permite mostrar conflictos sociales y humanos con diversas posibilidades y resoluciones. También permite la sensibilidad y la conexión con lo más sutil”, expresó Valentina Durán, dramaturga y actriz penquista.
Acerca del funcionamiento de la concentración de pensamientos y emociones a través de relatos visuales, Francisco Bruna, artista plástico y docente UdeC, indicó: “Yo creo que el arte es una manifestación humana sensible de una comunidad o de un país entero. Y cuando comienza a tener una relevancia a nivel social, se transforma en una herramienta de comunicación”.
Ahora bien, hay una concepción bastante comentada que considera a estos puntos espinosos de la historia como algo “positivo”, porque es un impulsador de mayores ideas creativas. Con respecto a esto, Natascha de Cortillas aclaró: “Podemos decir que es un círculo. Obviamente, en momentos de dificultad el ejercicio creativo de poder salir adelante se amplifica porque necesitamos salvarnos de aquello en lo que estamos. El arte, al final, es la fórmula que me permite salir de allí. Pero, si pensamos que necesitamos el trauma para volvernos un ser creativo, entonces me parece nefasta esta relación”.
Los artistas anteriormente mencionados comparten el mismo sentir acerca de la trascendencia de esta herramienta, pero específicamente, la relevancia mayor que debería tener en el sistema educacional.
En los colegios y universidades se enseña la historia chilena, y sin duda, verán algunos de los sucesos que han sido mencionados, pero acerca del arte que lo rodea y nace de estos, es casi nulo. Los entrevistados concuerdan en que sería ideal para ellos que los jóvenes supieran lo poderosas que pueden ser las artes en forma de colectividad, o el compañerismo que genera. Además de la ayuda que puede ser para el desarrollo de la persona individual.
Natascha Cortillas explicó que “el arte produce campos simbólicos, exacerba un mundo de sentidos, amplifica la capacidad de vincularnos con hechos históricos. Nos fortalece como seres autónomos, creativos y con capacidades propias. Por lo mismo, creo que hay una deuda general con el ejercicio del arte en el modelo educativo. Se está poniendo el foco en áreas productivistas y no en el desarrollo del ser y de la persona”.
Toda la angustia, dolor, pesar, ansiedad, que se han generado en diversos puntos de la historia, han estado acompañados del arte. Y no es exagerado decir, en base a los testimonios expuestos, que la expresión artística es uno de los instrumentos más importantes para superar o protestar ante cualquier escenario complejo que pueda enfrentar una determinada sociedad.