El arte por la dignidad: estallido social y prácticas culturales en Concepción
13 de Noviembre 2021 | Publicado por: Diario Concepción
A dos años desde que se gestara lo que es denominado como revuelta popular o estallido social, el 18 de octubre de 2019 chilenas y chilenos se tomaron las calles de todo el país para demandar, a través de diversas manifestaciones, cambios radicales en la política nacional y un nuevo paradigma basado en la dignidad como derecho humano.
Gonzalo Medina
Periodista Departamento de Artes Plásticas UdeC.
Divisando una cartografía del movimiento es posible reconocer espacios de reunión, producción y de agitación cultural en Concepción: los ejes Paicaví con Carrera (conocido popularmente como Paicarrera desde el estallido), Plaza Perú (por su conexión con la Universidad de Concepción), los Tribunales y la Plaza de la Independencia (también conocida como Plaza Lautaro). Murales creados con spry, afiches pegados rápidamente en las calles, mensajes apelativos en las murallas de multitiendas, la adulteración de los nombres de las calles y la proyección de la frase “Ni pena ni miedo” del Laboratorio Crítico de la Imagen, son prácticas que hicieron visible la urgencia de una discusión política sobre el país que estábamos construyendo.
El arte por la dignidad
Es a partir de lo ocurrido en octubre de 2019, que se crearon diversas organizaciones para abordar desde el arte la realidad que se vivía en el país. Una de ellas, la más grande a nivel local, es la Asamblea de Artistas Autoconvocadxs, que agrupa a diversos/as trabajadores/as culturales: artistas circenses, visuales, teatristas, bailarines/as y artistas educadores utilizaron la calle como plataforma de creación. No existió un escenario, púlpito o galería, más bien la cruda realidad era el guion que estaba a punto de eclosionar, donde el público tenía el rol de activar-habitar-convivir con estas prácticas culturales en primera persona. También fueron parte de esta trama política y cultural: Taller Falucho, la Asociación de Grabadoras y Grabadores del Biobío, el colectivo República Portátil, la Red de Danza del Biobío, la Asamblea de Visualidad Autoconvocades, y Callejeras Autoconvocadas, entre otras/os.
Este rol articulador y dialogante de las prácticas culturales dispuestas en el espacio público, es fundamental para comprender al arte como expresión de una resistencia. En palabras de Leslie Fernández, artista visual, académica del Departamento de Artes Plásticas UdeC e investigadora en arte y política: “El arte como una forma de expresión de demandas, cuando se involucra con su entorno hace que una mayor cantidad de personas se sientan más cercanas a algo que parece muy distante, para una elite. La relación entre arte, movimientos sociales y la colectividad que conocimos se realizó en dictadura (por ejemplo), toma mucho sentido hoy, cuando estamos viendo el colapso de un modelo -no solo económico-, y de un sistema que ha alimentado el individualismo y competencia”, sentenció.
Para el artista visual y también académico UdeC Claudio Romo, la relación gráfica y movimientos sociales es un elemento fundamental en las manifestaciones callejeras del estallido, buscando imbricar hechos que están históricamente dispuestos: la gráfica ha sido una herramienta de expresión de las comunidades y sus luchas sociales cuando los medios de comunicación no los representan o se convierten en representantes de los poderes económicos y políticos oficiales. Testimonio de aquello es el muralismo, el grafitti, los afiches, el fotomontaje y los panfletos; los mismos que hoy se complementan con las redes sociales en las movilizaciones callejeras y movimientos de base contemporáneos: “Históricamente podemos recordar la gráfica de mayo del 68 o los afiches de los movimientos de liberación afroamericanos con el trabajo de Emory Douglas, o los fotomontajes antifascistas de John Heartfield, también el trabajo del Taller de la Gráfica Popular que apoyó desde el grabado las movilizaciones estudiantiles mexicanas, mientras que en Chile durante la dictadura militar fue muy importante el trabajo de los afichistas, serígrafos y artistas del esténcil, para las convocatorias a las multitudinarias protestas de la década del 80 y la denuncia de los crímenes contra los derechos humanos”.
Pamela Quiroz, conservadora y Magíster en Arte y Patrimonio de la UdeC, plantea que el arte debe estar al servicio de la sociedad, aunque no siempre sea así. Ella destaca el deber de cumplir, de crear, transformar y denunciar de los/as artistas, desempeñando de esta manera su rol político. Para la especialista, un referente local que permite repensar esta relación, es la escultura Ronda de Unidad del artista Lautaro Labbé (1993), ubicada en la recientemente inaugurada Plaza de la Memoria y los Derechos Humanos UdeC: “Además de ser el primer memorial erigido post dictadura en Chile, fue realizada de manera colectiva, participando activamente más de 50 personas en su concepción y construcción que materializó y dio sentido a la memoria de toda una generación marcada por la violación de los DD.HH. Es así como esta obra artística demuestra su rol de hacer memoria, acto plenamente político; escultura y sentido que trasciende en el tiempo, informando a las futuras generaciones”.
¿Lo social en el arte o el arte en la sociedad?
Desde noviembre de 2020 existe en Santiago el Museo del Estallido, que busca reunir las imágenes y objetos más representativos de las manifestaciones del 2019. El proyecto museográfico, se gestó en primera instancia como una galería digital, pero con el control intempestivo de la pandemia y el retorno a la presencialidad, el proyecto abrió sus puertas en el sector Bellavista de la Comuna de Providencia, dando una mirada dinámica del arte y el objeto artístico, debido a que, de ser necesario, muchas de sus obras transitan entre la calle y el museo, como por ejemplo la figura a gran escala del perro Matapacos, junto a afiches y artículos de primera línea.
Para Manuel Rivera, productor visual egresado UdeC, la gráfica no tiene el deber de salir de la galería de arte para situarse en la calle, ya que -a su juicio-, este lenguaje ha estado bastante alejado del espacio expositivo tradicional y ha encontrado en el espacio público, espacios independientes e internet, los lugares de circulación para exhibir sin intermediarios, procurando su autonomía. “Específicamente en el caso de los movimientos sociales, muchos/as artistas gráficos dispusieron su trabajo, su creatividad y audacia en la labor social colectiva que convocaba a cada uno/a de manera personal, adoptando formas de propaganda política, contrainformación, difusión de convocatorias, intervención y construcción de comunidad en torno a nuestros sentimientos y reflexiones”.
En esa línea, Romo plantea que la gráfica que se desarrolló en el marco del estallido, no buscaba venderse, sino ejecutar un llamado a la acción, con un trabajo fundamental en lo que respecta a activación territorial. “Su rol fue importante y no fue planeado. En mi caso empecé a dibujar láminas sobre la contingencia para dejar salir la angustia y compartirlas en Instagram y Facebook; entonces algunos amigos me pidieron las matrices en alta resolución para imprimirlas y sacarlas a la calle. Todo muy rápido y espontáneo. Cada quien sabía lo que tenía que hacer: dibujar, generar matrices, imprimir, pegar en las murallas, repartir en las marchas, etc. Fue una bella experiencia, sobre todo verlas ahí junto a los afiches de muchos otros/as, como un museo callejero, junto a grafitis y murales”.
Para Fernández, en tanto, el arte se conecta con su tiempo y reflexiona en torno a su presente o la memoria, como lo ocurrido durante el estallido en Concepción: “El arte no necesaria y exclusivamente está hecho por artistas, si no que puede ser desarrollado por todas y todos. (…) Hay quienes señalan que todas las decisiones en el arte son políticas, de involucrarse o no con su tiempo o con los momentos de crisis, pero veo muy enajenante cuando en estos momentos un artista se mete en su burbuja y hace como si nada pasara. De alguna manera cada lienzo, cartel, máscara y capucha se convirtió en una pieza posible de ser vista como arte. Incluso los rayados, las gráficas que llenaron los muros, porque todo ello da cuenta de un cuerpo presente y de la urgencia de decir, ya sea por medio de palabras, la voz o un gesto”.
Finalmente, para Rivera la estrecha relación entre arte y política, activada por la revuelta popular en Chile, tiene que ver con la posibilidad de los artistas de integrar el movimiento social desde el arte y ser un cuerpo colectivo que se expresa: “Muchas personas entendieron que el proceso de comunicación que debía adoptar el arte gráfico era integrar a la comunidad, y para esto era necesario romper ciertos métodos y prácticas íntimas en favor de un lenguaje que incorporara símbolos que permitieran una lectura más democrática y eficaz, como el divulgador científico, que usa la metáfora cotidiana para comunicar los misterios del universo. En este sentido, desde lo académico, mucha de la creación gráfica podría no encajar en ciertos paradigmas del arte contemporáneo, pero las motivaciones apuntaban a otro lugar más concreto, funcional, social y comunitario”, concluyó el artista.