Hasta fines de febrero, en la Sala de Arte y Centro Cultural, ex Cine Windsor, se exhibe “De la Ira a la Ternura: mientras viva yo te recuerdo”. La muestra hace recordar esta pieza: un fotógrafo y un médico e investigador literario, ambos desde Alemania, aclaran el origen de la pintura, ordenada en 1971 por la desaparecida editorial Quimantú.
Cuando se cree que poco o nada más queda por escudriñar en la vida y obra de grandes artistas, surgen curiosos detalles que pueden ser protagonistas de otras historias tanto o más interesantes. Una de ellas se puede contar en torno a Pablo Neruda y al pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín.
En diciembre pasado se inauguró en la Sala de Arte y Centro Cultural, ex Cine Windsor, la muestra “De la Ira a la Ternura: mientras viva yo te recuerdo”, que permanecerá hasta el 28 de febrero próximo. Una exposición que permite viajar en el tiempo y ver cómo se originó el retrato que le hizo el pintor ecuatoriano al PremioNobel nacional.
Conocida es la amistad que unió a Neruda y Guayasamín. Según está documentado, el pintor lo conoció en 1943, en México, por intermedio de Diego Rivera. Cada vez que estuvo en Chile, visitaba a Neruda. Una de sus exposiciones fue al término de la presidencia de Eduardo Frei Montalva, en donde Neruda leyó el discurso “Entrada a Guayasamín”, en cuyo fragmento final dice: “Presento, y es mucho honor para mí, a este pintor germinativo y esencial, seguro de que su universo puede sostenerse aunque nos amenace como un derrumbe cósmico. Pensemos antes de entrar en su pintura, porque no nos será fácil volver…”.
Esto ocurrió a fines de 1970. A un mes de asumir el presidente Salvador Allende, el poeta estuvo en Temuco para recibir un homenaje por la sede de la Universidad de Chile en esa ciudad. En esa ocasión, el vate asistió acompañado de un joven fotógrafo que registró todos los detalles: Jorge Aravena Llanca.
Hoy, radicado en Berlín, Aravena hace recuerdos de aquellas jornadas, cuyas imágenes (cerca de mil fotografías) hoy son propiedad de la Universidad de La Frontera de Temuco. “Yo tomé la foto de Neruda en una de las reuniones en Temuco, la misma que más tarde entregué personalmente a Guayasamín para que hiciera una pintura por encargo de la Editorial Quimantú. Pero de todo eso no supe nunca más”, aseguró.
La imagen en cuestión corresponde a una invitación de agradecimiento formulada el jueves 10 de diciembre por Neruda a un reducido grupo de amigos en el Hotel Aitué de Temuco, horas antes de tomar el vuelo de vuelta a Santiago.
Al almuerzo asistieron Jorge Teillier; el profesor Osvaldo Obregón, el poeta Jaime Concha, su esposa Matilde Urrutia y el fotógrafo Jorge Aravena.
Material de ese encuentro le fue enviado al conocido investigador literario Enrique Robertson, ex alumno de Medicina de la Universidad de Concepción y actualmente radicado en Bielefeld, Alemania, quien constató entre esas imágenes aquella que Aravena entregó a Guayasamín para el famoso retrato. El éxito de esta investigación del doctor Robertson se suma a la que en 2008 concluyó con el origen del nombre Pablo Neruda.
Aunque su intuición le aseguraba totalmente que aquella era la imagen en cuestión, Robertson se la reenvió a Aravena para su confirmación, quien respondió que sí, que era la foto que creía extraviada tanto tiempo.
Luego, con su humor característico, Aravena reitera que la foto es suya: “¡Es cierto tu hallazgo, Holmes (Robertson)! me lo está diciendo Watson, perplejo. ¿Qué otro dato podría yo añadir?”
“Es indiscutible –comenta Aravena-, que nuestro amigo Robertson es rico en hallazgos de increíbles valores artísticos. Esto que él descubrió tiene que ver con las Jornadas Nerudianas, firme y abiertamente, pues las fotos están como patrimonio de la Ufro, y el retrato de Neruda en la Galería en Quito del famoso Museo de Guayasamín”.
Esto último no está del todo confirmado, ya que un hijo del pintor habría comentado que el famoso retrato originado por la editorial Quimamtú, que también fue impreso en una gran cantidad para homenajear al poeta en su designación como embajador de Chile en París, se encontraría desaparecido.
Luego, desde Berlín en donde reside con su familia, Aravena vuelve a valorar con júbilo el descubrimiento de Robertson, a quien se refiere como “apreciadísimo… Me has dado a conocer este eslabón que creíamos perdido. Con esta foto queda comprobado que ésta es la imagen en donde el poeta posó para que Guayasamín la recreara a su gusto… Y qué espontánea maravilla le resultó en pocos minutos”.