El pintor oriundo de Cauquenes y de oficio ebanista, en el marco de la inauguración de su muestra “Geografías del silencio” en la Sala David Stitchkin, recibió de manos del rector UdeC, Carlos Saavedra, la Medalla Centenario por su significativo aporte a la cultura y arte regional.
Jueves 19.00 horas y la Sala David Stitchkin está a su máxima capacidad. Si bien cada mes el espacio expositivo de la UdeC inaugura nuevas propuestas, la del 1 de agosto no era otra más. “Geografías del silencio” fue más bien el pretexto para homenajear a un artista que rehúye incluso de tal definición.
“Me parece totalmente desmesurado, yo había pedido una sala para poner mis ‘monos’, no para un tremendo homenaje”, comentó emocionado el pintor nacido en Cauquenes. Es así como posterior a las palabras de Edgardo Neira, amigo personal de Echeverría y que en diversos pasajes del discurso se refirió al homenajeado como maestro, Carlos Saavedra, rector de la UdeC, procedió a entregarle la Medalla Centenario, sellando así también los festejos por sus 90 años cumplidos el pasado 26 de julio.
“Dicen que cuando la palabra gracias sale del corazón se sacraliza, o sea, se hace sagrada. Y así, con esa palabra, quiero entregarle todo mi afecto, cariño y voluntad a la UdeC y agradecerle este gesto, que en realidad no sé si lo merezco, pero al final lo asumo. Espero merecerlo en los pocos años que me quedan, que espero que me queden”, señaló el homenajeado ante el público.
Respecto a la muestra en sí, que estará montada hasta el 7 de septiembre, el artista resumió que “la mayoría son obras relativamente recientes. Son todos paisajes de la zona. Soy esencialmente paisajista y es lo que muestro aquí”.
De oficio carpintero al igual que fue su padre, Echeverría llegó a la pintura por su talento y habilidad con el lápiz, lo cual lo destacó desde pequeño. “Fui siempre lo que llaman ‘un cabro bueno para el dibujo’. Estudié en el Liceo de Hombres N°1 y ahí siempre dibujé lo mío y también de los otros. Fue una cosa natural que terminara pintando, siempre dibujé desde muy niño”, dijo.
Sobre cómo dio el salto definitivo del dibujo a la pintura, Echeverría fue enfático, recalcando que “porque los oficios en el fondo están todos relacionados. Imposible que uno haga un mueble sin dibujarlo primero, una suerte de visión de la forma. Por eso casi todos los artistas están relacionados entre oficios, los cuales son todos interdisciplinarios”.
A sus años, se puede inferir que un pintor de su trayectoria, que ha ejercido la docencia, ha viajado por el mundo y se ha involucrado en importantes proyectos, no le quedan cosas pendientes por realizar. Sin embargo, aseguró que “cuando uno mira después de haber vivido tanto, me percato que el tiempo ha pasado rapidísimo. Esto en relación a que las cosas que uno planifica, el tiempo nunca alcanza. No importa cuando uno llegue a viejo o muera, siempre se tiene la insatisfacción de que hubo cosas que no se pudieron hacer”.
En cuanto a que si imaginaba el llegar a cumplir tantos años y continuar pintando, Echeverría sentenció que “no creo que nadie tenga una perspectiva definida de cómo o hasta cuándo va a vivir. Pasé muchos años enfermo y hospitalizado, de tal modo que tenía una proyección de vida relativamente corta. Nunca intuí que llegaría a los 90 años, me parece espantoso”.
A Echeverría se le asocia y destaca por ser uno de los pintores que ayudó en la elaboración del mural “Presencia de América Latina” de la Casa del Arte UdeC, lo que para él más que considerarlo un gran logro dentro de su trayectoria, es más bien una especie de anécdota.
“Eso fue sólo un aporte. Mi obra es lo que hago como expositor, como pintor. Ahí fui un ayudante que perfectamente puedo pasar inadvertido. Si se borrara lo poco que hice ahí, no tiene peso en mi vida, en mi producción de lo que hago en lo cotidiano”.
En este sentido, de su gran camino o carrera en la plástica, es también ineludible sindicarlo como una especie de referente regional al momento de hablar, por ejemplo, de paisajismo. Cosa que él también reniega. “No soy referente de nada ni tampoco creo que mi obra sea tan pregnante como para serlo. Una de las primeras cosas que aprende uno al estar inserto en el mundo del arte, es no ser excesivo con uno mismo. Se tiene que adquirir la convicción de que uno tiene que crecer en la medida que puede, haciendo lo mejor de sí. No hay otra manera”.