La más reciente entrega en la saga de los mutantes de Marvel es una decepción. La ejecución es rutinaria, es plana en su desarrollo y no termina en una conclusión intensa o categórica. Es una oportunidad desperdiciada, pero Sophie Turner y James McAvoy actúan bien.
Bueno, es funcional, pero no creo que eso pueda considerarse un cumplido respecto a Dark Phoenix (2019), en especial cuando adolece de clichés y una irritante falta de pasión. Es como si su director y guionista Simon Kinberg fuera uno de estos médicos tercos de las teleseries y le estuviera dando RCP al filme, no le resultara, y uno desde la butaca insistiera en decirle durante dos horas que ya no había esperanza. Pero le doy crédito por ser tan romántico.
Y es una lástima, porque es su debut en la dirección y los primeros veinte minutos son bastante buenos, donde Raven, Nightcrawler, Bestia, Cyclops, Quicksilver, Storm y Jean Grey emprenden una misión espacial para rescatar a unos astronautas cuya nave quedó a la deriva y está a punto de ser golpeada por una fulguración solar. Por supuesto que cada uno de ellos despliega sus superpoderes individuales, y nuestra protagonista es la última en hacerlo, a modo de énfasis. Pero, oh, justo algo malo sucede y ella absorbe la fulguración entera. No muere (o se acabaría la proyección), sin embargo, ya de regreso en la Tierra comienzan los problemas. La fulguración, al parecer, no era tal, sino unos superpoderes descomunales, insoportables, que convierten a Jean en un (espera) Phoenix, que suele despertar cuando ella se enoja, y, mira tú, puede conducir a la aniquilación de la humanidad. Esto último, además, es beneficioso para unos extraterrestres que perdieron su planeta y casi a toda su raza y que adoptan la forma de Jessica Chastain.
Estos alienígenas, los más fomes de las muchas galaxias que existen, dicen lo típico que dirían en cualquier película de ciencia ficción de invasiones: que los humanos somos una especie primitiva. Seguro, y ustedes no saben cómo defender su planeta de la extinción y recurren a una raza primitiva para aprovecharse de su tecnología y hábitat natural. Me enoja que todavía estas historias no asuman sus contradicciones profundas. Un punto menos por falta de ingenio.
Pero ya en la secuencia del rescate sentimos que algo anda mal. Esos astronautas nunca estuvieron ahí: flotan, claro, pero mientras los interiores tras ellos están bien iluminados, sus rostros en primer plano lucen bastante más oscurecidos, y son estas discrepancias en la presentación visual, dependiente de efectos digitales, lo que nos saca por breves instantes de la ilusión. Y, lo reitero, éstas son las escenas más entretenidas e imbuidas de intriga.
Sophie Turner tiene una manera internalizada de conmover con expresiones sucintas y, sobre todo, con su presencia natural en la pantalla, dándole solemnidad a un filme que la necesita, mas no se la merece. Al profesor Xavier de James McAvoy le dan el arco dramático más exigente que ha tenido en la saga hasta ahora, ya que debe enfrentar una ambigüedad interna que amenaza con destruir el legado de su escuela y la supervivencia de todos los mutantes, incluido él. Ambos son los actores sobresalientes aquí.
No obstante, Dark Phoenix no los deja explorar a cabalidad el potencial de sus personajes (de ninguno, de hecho), porque tropieza a cada rato con desarrollos precipitados, obvios, que desembocan en transiciones inverosímiles. Por ejemplo, si Bestia pensaba tal cosa de Jean, con una sola y mísera línea de diálogo emitida por otro mutante, cambia de opinión. Se supone que el drama que se cierne sobre los X-Men es absoluto, y para ponderar su radicalidad y posibles consecuencias, es necesario que la película se tome su tiempo en establecer la progresión verosímil de los eventos. Kinberg comete el craso error de asumir que al público le importa de antemano esta historia y que la intensidad narrativa es inherente a ésta; por ende, pareciera no hacer ningún esfuerzo por generar emoción o preocupación. En consecuencia, la ejecución es plana y baladí, engalanando la decepción con cursilerías.
Ahora bien, la predictibilidad es el menor de los problemas. La fotografía de Mauro Fiore es similar a una serie de superhéroes que emitían hace diez años en el cable; el CGI es paupérrimo, no convence ni siquiera en la elaborada y prolongada secuencia de clímax en un tren, donde cosas que vuelan no están ahí. Quizá el problema sea que estamos tan acostumbrados a este tipo de cine, que nuestros ojos ya no son engañados tan fácilmente, y si le sumamos una trama famélica y un final no categórico, es inadmisible.
Puedo establecer un justo parangón entre ésta y la promedio Capitana Marvel (2019), que, pese a no implicar novedad, también involucraba a una mujer que se ve obligada a vivir con un poder sobrehumano y peligroso; cumplía con ciertas expectativas y tenía sus encantos. Dark Phoenix… no.