Estrenada en Chile bajo el título La viuda, este thriller psicológico no tiene vergüenza de sus excesos narrativos y es inverosímil; el excéntrico director Neil Jordan prefiere entregarnos entretención pura, retorcida, y sostenida por actuaciones sólidas.
Frances McCullen (Chlöe Grace Moretz) es una joven que ha perdido recientemente a su madre. Le ha costado superar la pérdida, recordando a su madre en cada una de sus actividades cotidianas, rompiendo en llanto. Un día encuentra una cartera elegante en el metro de Nueva York; en su interior están los documentos de la dueña, una mujer de la mediana edad llamada Greta Hadig (Isabelle Huppert), y decide ir a devolvérsela. En realidad, lo sensato habría sido reportarlo a la policía, pero pronto Greta empieza a hacer las veces de madre postiza para la chica. Sin embargo, sucede una revelación chocante, la relación se quiebra, y el filme gira del drama al thriller psicológico, cuando la mujer mayor pasa de la ternura maternal a acosar a Frances adondequiera que va.
Pero ¿podemos decir que es psicológico si carece de profundidad? Greta (2019) fue dirigida por Neil Jordan (El juego de las lágrimas [1992]), y como ésta, debe bastante de su estilo al cine negro, resultando en una pieza muy excéntrica. Es más, pudo haber sido hecha en los años 40 y haber funcionado igual. Tiene una atemporalidad exquisita que es parte fundamental del placer del visionado.
No hay mensaje, aunque el enfoque melodramático inicial quizá nos permita entender la soledad que vincula a estas mujeres. Pero quiere ser un thriller, y el vuelco no es en absoluto forzado, ya que los comportamientos exagerados y sórdidos subyacen al melodrama, y estas historias suelen tratarse de personajes que suprimen sus impulsos más básicos. O no, en el caso del personaje de Huppert. Es una psicópata, en el sentido literal; Huppert, mi actriz francesa favorita, se especializa en interpretar a mujeres oscuras, frontales, como Michèle Leblanc en Elle (2016). Mas son mujeres que no operan del todo dentro de la psicopatía, sino más bien dentro del tipo de libertad que inviste un poder peligroso, por lo que no diría que fueran psicópatas. De cualquier modo, es el terreno en el que a Huppert le gusta salir a jugar, sobre todo si es bajo la guía de un director connotado como Jordan.
Greta Hadig es una psicópata divertida e impredecible, y pensé mucho en la clásica Misery (1990). Es como la Annie Wilkes de Kathy Bates, en el sentido de que desean un amor específico de quien han elegido para que se los brinde, y no les importa cuánto daño inflijan en esa persona para conseguirlo. No es que no sepan que hacen mal, es que piensan que está bien.
Huppert saca lo mejor de Moretz. Dado que la primera siempre va a dar todo de sí en la pantalla, es imposible que Moretz no se sintiera compelida a trabajar al mismo alto nivel, dotando a su Frances de una vulnerabilidad realista y sagacidad.
Lo que más me tomó por sorpresa fue cuán graciosa es la película, al igual que El luego de las lágrimas y Misery. Hay un humor negro recurrente que nos informa cuánta seriedad debemos aportar al visionado. No mucha. Relájate y pásala bien.
Hay desarrollos y explicaciones inverosímiles, como parte de la impronta barroca de la pieza, y si hay un ápice de sustancia, está en la destreza de la ejecución por parte de todos los involucrados.
El director de fotografía Seamus McGarvey, conocido por sus movimientos de cámara complejos y fluidos, crea una visualidad distintiva para esta Nueva York, acercándola más a París o cualquier capital europea que a una ciudad de EE.UU. Asimismo, el look me hizo recordar por qué me gusta en parte el invierno: es la estación del año del mejor despliegue de moda en las calles. Los abrigos, sombreros, tacos, bufandas, blusas, toda la indumentaria es agradable a la vista en los fotogramas; o sea, los personajes son duchos en el buen vestir, porque podían haber usado ropa funcional pero fea, y por fortuna no es el caso. Cada elemento visual fue considerado, y me deleité con el contraste entre la elegancia y la intensidad de la trama, con giros en casi cada escena y con una violencia ascendente.
Jordan no tiene vergüenza de sus excesos narrativos, y como siempre admiré su convicción; el excéntrico director prefiere entregarnos un entretenimiento puro, retorcido, sofisticado, y sostenido por actuaciones sólidas. Exigirle lo que no pretende dar es un error. Flipé viendo Greta, yo no hubiera intentado escapar. De mi butaca, por supuesto.