La utilización de las nuevas generaciones por el Mattpad o los fanfiction revitalizan el interés por la literatura y el leer, aunque no se puede sentenciar que es una tendencia que ha disparado las cifras de lectoría sino más bien las ha mantenido. El negocio editorial es un tema aparte, en que las reglas y las condiciones están establecidas desde hace tiempo, surgiendo con fuerza aquí las ediciones independientes y en que nuestra Región existen varios ejemplos destacados.
Desde hace 23 años que, precisamente, el 23 de abril la Unesco estableció el celebrar el Día Internacional del Libro, teniendo como norte el fomentar la lectura, la industria editorial y también la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. Una fecha que cada año hace brotar diferentes interrogantes entrono a la palabra escrita en tinta y papel ¿se lee menos cada año? ¿Desaparecerá el soporte libro? ¿A la gente le interesa, realmente, leer en esta era digital en que parece que ya pasó de moda?
“Creo que los índices de lectura se han mantenido estables desde hace mucho tiempo, no creo que hayan aumentado ni disminuido. Tal vez lo que pasa que cuando nosotros hablamos de la ‘época dorada de la lectura’, estamos hablando del período entre los años 30 a 50 donde había una editorial como Zigzag que llegaba a imprimir 100 mil volúmenes, pero que luego tras la irrupción de la televisión y los medios audiovisuales, fue reemplazado como soporte cultural colectivo. Es decir, la cultura se diversificó en múltiples medios, siendo el libro uno más de estos y no su principal sustento, más bien ahora convive dentro de un universo de posibilidades”, plantea Alexis Figueroa, escritor y director de Libros de Nébula.
Para Óscar Sanzana, escritor local, el panorama es igual de estable aunque con algo más de positivismo, pues “que hayan sobrevivido las librerías y que hoy por hoy exista un florecimiento de editoriales independientes claramente refleja que sí existe un público lector. No es un gran público en términos de números -sobre todo en nuestro país-, pero hay interés por leer cosas nuevas. Por desgracia, la pauta la siguen dando las grandes editoriales, las transnacionales de la literatura, por lo que la mayoría se va por los best-sellers, algunos de ellos muy buenos y otros pésimos”.
Por su parte, Eduardo Aguayo de Ediciones del Archivo, plantea la tesis, que de paso derriba un mito, que la juventud a través de diferentes maneras demuestra su interés por la lectura siendo el público más adulto el que pierde las ganas de leer. “La lectura como fenómeno social permanece y nunca va a morir, tal vez la lectura de alta cultura, es otra cosa. Aun así, en Concepción hay un público lector fiel y eso no creo que pase. El libro se sigue leyendo y además los jóvenes están cada vez más inmersos en la moda del fanfiction, en que para ellos leer está muy cercano al escribir. Lo mismo ocurre con la utilización de Wattpad, aplicación en que cualquiera puede escribir sus historias y publicarlas en línea como literatura. Quizás la literatura y el hábito de la lectura se están perdiendo en el público adulto, que ya no se siente tan motivado por tomar un libro”.
Cierta fe y esperanza en las nuevas generaciones entorno a las letras, que Darwin Rodríguez, poeta, escritor y cabeza de Ediciones Al Aire Libros, comparte. “Tenemos a mano la experiencia del Liceo Polivalente de Tomé, cuyos alumnos de 2º año medio han escrito 90 novelas cortas (en prensa). Jóvenes entre 14 y 15 años que escriben 60 o más páginas, significa que leen tantas y más cosas que uno. El libro, sin duda, tiene su vida asegurada, vigente y con futuro, en tanto el ser humano mantenga su condición senti-pensante, es decir, que piensa y siente”.
La editorialidad es otro tema no menor de reflexionar al momento de pensar en libros, o sea, si es algo rentable el aventurarse a publicar un libro o queda sólo en eso, en una “aventura” en que más se pierde que gana. “En términos económicos, no existe ningún provecho posible. Ni siquiera los autores y autoras de best-sellers. En muchos casos, ellos mismos financian parte de sus ediciones. Sin embargo, eso mismo determina que hoy publicar libros sea un acto altruista y de resistencia”, comenta Sanzana.
Añadiendo que “cada libro lleva dentro de sí una semilla transformadora. Se escribe para dejar algo a las personas, para aportar a la comprensión de un mundo cada vez menos provisto de sentido, y eso es para aplaudirlo. Desde luego, el arte en su totalidad se aboca a esta tarea, siempre ha sido así y lo seguirá siendo”.
Una opinión muy similar a la que manifiesta Figueroa, pero agrega el elemento de las editoriales independientes y que acá en nuestra Región ha tomado vuelo y son una pujante asociación. “Por ejemplo, por libro vendido recibo un 10%, es decir, si venden 2 millones pesos de uno de mis títulos, yo recibo 200.000 pesos. El trato con las editoriales es así y uno como escritor lo sabe, y también así funciona. En este sentido, la labor de la edición independiente requiere de grandes dosis de esfuerzo, ingenio y cuidado económico para que puedas ser rentable y se pueda prolongar, porque su sistema de ganancia es mínimo. En otras palabras, la idea de la edición independiente, por un lado, no es hacer un favor regalando el producto, y por otro, tampoco ‘forrarse’ los bolsillos con esto, porque ninguno de los dos extremos es el panorama de las ediciones independientes. Estas apuntan el desarrollar una actividad, tal vez de un nivel artesanal, que permita generar un mínimo de ganancias y seguir funcionando, generando contenido cultural”.
Una unión y labor que Rodríguez comparte y aplaude, ya que “es necesario editar el libro y esa es una tarea comunitaria. Es un esfuerzo entre el creador, editor y lector, esfuerzo que será menor si es una tarea compartida. Creo que esto es posible gracias al trabajo colaborativo, siendo el trabajo de las editoriales locales algo fundamental”.