Es Deadpool 2 otra vez, pero dado que su estructura cambia, es una película diferente. Aun así, es del todo innecesaria.
Deadpool 2 de David Leitch fue reeditada para un estreno especial de Navidad. Por lo tanto, Había una vez un Deadpool (2018) posee modificaciones importantes a la exitosa secuela, como menos lenguaje soez y casi una completa erradicación de la sangre vista en pantalla, para que la calificación, en EE.UU. sea PG-13 en vez de R. Lo que quiere decir que, en Chile, la peli va a seguir como TE+7. Otros cambios incluyen la frase RIP sobre el grafiti gigante de Stan Lee, que sirve como su cameo, y escenas editadas reincorporadas. Y una estructura nueva, donde el actor que a los 11 años interpretó al nieto en La princesa prometida (1987), Fred Savage, ahora de 42, se interpreta a sí mismo, mientras Deadpool, quien lo secuestró y lo tiene fijo en la cama, le lee un libro con los eventos la segunda entrega.
Honestamente, con las características que mencioné arriba (pese a que la premisa, los personajes, los planos, el soundtrack, el director, los guionistas, los productores, sean los mismos), ésta es otra película. Lo que agradezco es que Había una vez establece, quizá para siempre, que La princesa prometida es, en efecto, un filme navideño. Recordemos que en la cinta de Rob Reiner, la habitación de Savage tenía unos cuantos adornos de Navidad, y el diseño de producción fue suficiente para que por décadas se le asociara con la festividad cristiana. De ser así, es una peli extraña para conmemorar la fecha, y también lo es Había una vez un Deadpool, la cual sobrecarga un poco más el dormitorio del niño, ahora todo un hombre cínico, de las decoraciones pertinentes.
La química entre Ryan Reynolds y Savage es inmediata, y empezamos a reírnos de su alocado intercambio de diálogos. El problema es que, dado que este es un recuento de algo que ya conocemos bien (y que no es tan complicada como para tener otra versión), queremos verlos a ellos, no lo que vimos hace varios meses atrás. Habría sido un genial cortometraje, a lo Deadpool: No Good Deed (2017).
Este enfoque metanarrativo, de la historia dentro de otra historia dentro de una parodia, es sofisticada, y sería efectiva, si fuera única. En cambio, por más que podamos admirar la idea, lastima nuestras memorias de Deadpool 2. Los chistes están ahí, y las escenas de acción siguen tan diestras y emocionantes; sin embargo, no participamos emocionalmente del visionado, sino que lo contemplamos los fotogramas, reconocemos lo que quieren causarnos, bien a la distancia. Las escenas de Reynolds y Savage son excelentes, mas cortan la fluidez de la secuela reiterada. Aquí hay dos películas luchando por prevalecer una sobre la otra, y la que debería ganar, sucumbe ante la necesidad de hacer dinero por parte de Marvel Entertainment. Con licencia de Fox, que será comprada por Disney, como sigue un hilarante diálogo entre el lector y el secuestrado. Pero da lo mismo.
Parte de la recaudación será donada por Fox a la caridad Fuck Cancer, renombrada Fudge Cancer, para los propósitos comerciales de Había una vez. OK, eso es noble. No obstante, todavía no deja de perturbarme cómo se trató el tema del cáncer de la primera Deadpool, incluso como para recomendarla a niños con una calificaicón PG-13. Pero este filme no fue hecho para pacientes con cáncer, sino que fueron la excusa para justificar un reestreno censurado, algo que, encima, va en contra de la esencia del personaje principal.
Cuando salga a la venta el Blu-ray, adelanta las partes de la secuela y visiona sólo lo de Savage.