La película de atracos de Steve McQueen es copiosa en ideas, desde el racismo, el género, hasta la corrupción política; y provee un placer cinematográfico atípico para este tipo de cine.
El director Steve McQueen regresa cinco años después de su gran 12 años de esclavitud (2013) con otra película personal y ambiciosa: Viudas (2018), basada en una miniserie británica del mismo nombre de 1983, escrita por Lynda La Plante. Fue su sueño por años convertirla en un largometraje; lo dirigió y coescribió con la novelista de thrillers Gillian Flynn, trasladó la acción de Londres a Chicago, y reunió al mejor elenco con el que ha trabajado. El filme se mueve al ritmo de las pisadas de un ladrón en la noche, dispuesto a robarte el aliento.
Veronica y Harry Rowlings (Viola Davis y Liam Neeson) son un matrimonio interracial, algo que todavía es tabú para porciones importantes del público; y McQueen se asegura de mostrarnos un beso vehemente entre ambos, en la cama. El beso es una transgresión, pasa en tu cara (es un primer plano), pero también pone al amor en el centro de la trama, estableciendo sus contradicciones implícitas. Un corte drástico, y ahora vemos a Harry en un furgón, junto a tres cómplices, huyendo de la escena de un robo. Vemos breves flashbacks de la última vez que cada uno de los otros miembros de la banda de ladrones estuvo con sus esposas. Ellas son Linda (Michelle Rodriguez), una mujer latina dueña de una tienda de ropa; Alice (Elizabeth Debicki), una mujer polaca mantenida por su marido; y Amanda (Carrie Coon), una mujer blanca, madre de un recién nacido.
El atraco sale mal, y la película adquiere su título. Pronto, Veronica es amenazada por Jammal Manning (Brian Tyree Henry), candidato a edil, para que le devuelva el dinero que Harry le robó aquella fatal noche, o será asesinada: el dinero, $2 millones, era suyo y estaba destinado a su campaña electoral. Aunque ella es adinerada, no puede reunir la suma. No obstante, Harry le dejó una libreta con sus planes para un nuevo << trabajo >>, y ahora la meta de la viuda implica resarcir a Manning y, además, dejarse el resto a sí misma.
Mas no puede sola. Contacta a las otras viudas, de las cuales, curiosamente, sólo Amanda no asiste a la convocatoria. Entonces Linda, cuya suegra la amenaza con quitarle la custodia de sus hijos, Alice, quien ha caído en la prostitución, y Veronica comienzan a operar en la clandestinidad. Emprenden una preparación física y mental para el trabajo, resolviendo sus problemas personales mientras tanto. Van a repartirse el botín.
Viudas es un melodrama y un thriller. Pese a que hay violencia, esporádica y chocante, y en su mayoría a cargo de Daniel Kaluuya como el hermano psicópata de Manning, a McQueen le preocupa más la psicología de sus personajes, logrando superar convenciones de género. Es una pieza casi hastiada
de ideas y emociones poderosas, y provee un visionado placentero.
La trama es intrincada, y caí en la cuenta de que la televisión es el lugar ideal para una historia de esta envergadura; en explicar la premisa, uno más o menos clarifica lo que sería un primer capítulo. Sin embargo, el guion de McQueen y Flynn es hábil en deslizarse de una viuda a otra, de un revelacion inesperada a otra, dándoles a cada personaje un arco, proporcionándonos tanto la información que necesitamos saber, como el placer narrativo que esperamos encontrar.
Dado que nadie puede sospechar de esta alianza insólita, no pueden compartir tiempo juntas durante el día, sólo en reuniones nocturnas en un galpón abandonado. Uno desearía que estas mujeres pasaran más tiempo juntas, compartiendo anécdotas, ayudándose mutuamente a levantarse del suelo. Pero, por otra parte, es natural que no lo hagan: no sólo les conviene, sino que, luego de ser traicionadas por hombres, no poseen los recursos para confiar en otras mujeres. La razón por la que Viudas funciona tan bien es porque este conflicto está retratado de forma vívida en las protagonistas: se acercan un poco, se sostienen en el duelo, preparan el atraco. ¿Tendrán éxito?
Son heroínas trágicas al no tener más opción que abrazar el legado criminal de sus esposos. Resulta irónico que vivir al margen de un sistema manejado por hombres, pasando de la vida familiar a la política, les juegue en su favor: nadie pensaría que ellas planean un suculento robo porque, primero, son mujeres, y porque provienen de diferentes estratos sociales y étnicos. Les es fácil elaborar algo inteligente que les depare prosperidad, mientras despistan a quienquiera esté vigilando.
La fotografía de Sean Bobbitt es voluptuosa y refinada. El brillante montaje de Joe Walker (La llegada [2016]) permite que las escenas, moviéndose del presente al pasado, no se queden en lo expositivo, sino que tengan remates dramáticos efectivos, y no se desperdicia tiempo en aclarar asuntos que podemos inferir con facilidad. En una película así, necesitamos que cada escena contenga acciones específicas, para que la tensión sea constante, y no perdamos la sensación de estar contemplando vidas reales y frágiles. Al igual que un corazón que palpita por amor, el corazón del filme también se agita por el suspenso, y el ritmo de Walker es visceral.
La viudez dispone a estas féminas, inevitablemente, a la búsqueda de una complementariedad. Veronica y Alice son los personajes más sobresalientes, pero es Linda quien se granjea uno de los momentos más simbólicos: hablando con otro viudo, blanco, ambos se besan tras no poder contener las lágrimas por lo que han pasado; y en otro beso interracial, manifiestan un deseo por una conexión más profunda con alguien. Es una escena transgresora y ambivalente, donde la pulsión erótica funciona como una negación del duelo y una petición de auxilio. Ojalá que Rodriguez se incline por más papeles dramáticos en el futuro.
Ellas creen en un amor literario. Mas la institución del matrimonio viene a ser cuestionada; estas mujeres, en una ambivalencia continua (de si ser amigas o no, de si hacer el trabajo o morir), encuentran su propia voz y propósito en el mundo en que viven. Y su percepción de éste ha cambiado: pueden prescindir de los hombres. Pronto incorporan a una cuarta mujer, una peluquera afroamericana llamada Belle (Cynthia Erivo), de cuerpo atlético y a quien Linda propone como la chofer para cuando den el golpe. El grupo está completo.
Viudas es, asimismo, una diatriba hacia la corrupción política, hacia el racismo, el sexismo, la distribución desigual de la riqueza. Así como el esclavo que es liberado tras doce años de cautiverio, estas viudas también buscan su libertad, y aprenden a la fuerza, con dolor, que la única forma de conseguirla es a través de la camaradería femenina. Y eso no es un pensamiento edulcorado; es uno de los mensajes más subversivos que una película haya emitido este año.
Esto se cristaliza en la noche del segundo atraco; es la situación de supervivencia más extrema para ellas, y sus instintos les permiten crecer como mujeres y aliadas. Es una metáfora.
Ésta es una gran historia, compleja y perdurable. Es bonito pensar que el filme que McQueen quería hacer para sí mismo era un entretenimiento para las masas, y, aunque bastante atípico, es uno de los más satisfactorios de su asombrosa trayectoria.