Una de las mejores películas del año (que debió durar más en los cines penquistas), cuenta con numerosas nominaciones a los Globos de Oro. Su destino será igual para los Premios Óscar del próximo año.
Cuando leí en el tráiler < Del director Bradley Cooper >, de inmediato desconfié. Warner Bros., el estudio que distribuye Nace una estrella (2018), debió tener demasiada confianza en el producto final de un actor que dirige por primera vez. Además, Cooper coescribió tanto el guion como algunas canciones del soundtrack, y produjo el anticipado filme. Y es el protagonista junto a Lady Gaga, en su propio debut como actriz principal en el cine. Y después del visionado, puedo decir que el estudio tenía razón en depositar tanta fe en Cooper. Nace una estrella cinematográfica de Lady Gaga, al igual que nace un gran director de Cooper. Nace una estrella es un gran debut para ambos. Es una de las mejores películas del año.
Es la historia de una mujer que alcanza la fama y la realización personal, al mismo tiempo que el hombre que ama sucumbe al alcoholismo y al desprestigio. Es una historia que nos han contado mil veces, y desde que todo empezó con la cinta de 1938 protagonizada por Janet Gaynor y Fredric March, se ha establecido como la historia arquetípica acerca de Hollywood, manufacturada en ese mismo lugar. Han habido tres remakes, y las cuatro versiones poseen su propia e inconfundible identidad. Pero la versión de Cooper es, en específico, el remake de la versión de 1976, protagonizada por Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Como aquélla, el filme de 2018 empieza y termina con música en vivo.
Cooper interpreta a Jackson Maine, papel para el cual entrenó su voz y se bronceó para lucir como un rockstar fatigado, y el efecto es visceral. En la primera escena, lo vemos bebiendo alcohol y tomando unas pastillas justo detrás del escenario antes de una presentación. Es un hombre autodestructivo e irresponsable. El público emite vítores atronadores apenas ve a Jackson y éste da inicio a su repertorio. Es el cantante de country más popular del momento.
Lady Gaga interpreta a Ally, una mujer con un gran talento para cantar y componer canciones, pero que a sus treinta años pareciera haber suspendido su sueño y haber optado por una vida más mundana. En el día trabaja como mesera y en la noche canta en un club de drag queens, maquillada y ataviada como una más de ellas. Es en una de estas presentaciones que atisba a lo lejos, en la barra, a un hombre que se ha quedado prendado de ella: es Jackson, quien ha llegado después del concierto sólo para alejarse de las luces por un rato. Ally se acerca a él y termina su interpretación de < La Vie en rose > mirándolo fijamente a los ojos. A ella le desagrada su propio cuerpo y se ha conformado por canciones de otros y un público pequeño. Ha sido marginada, pues canta para los marginados. Ella los ama y viceversa. Es natural que encuentre el amor ahí, y en el hombre más inesperado.
Las drag queens son las mejores amigas de Ally y son graciosas porque, bueno, así son, mas no son un chiste. Cooper es lo bastante sensible como para permitir que su cámara permanezca en ellas durante breves pero certeros primeros planos, consiguiendo ver al ser humano detrás del maquillaje, o en el mismo maquillaje, y dota a estos personajes de la dignidad que suele verse pocas veces en una película comercial.
En tiempos de cinismo e hipocresía, cuando las películas no creen en ese amor, el filme de Cooper es una reivindicación de los sentimientos intensos. Es como música, pura y atrevida. En vez de almibarar la historia, el director prefiere un estilo más directo. El montaje de Jay Cassidy es eficiente, y cada escena es significativa para la evolución de los personajes. Es un melodrama, pero dado que no hay digresiones en la narración, la sentimentalidad se inviste de verdad, y el dolor es ineludible en lugar de una mera manipulación.
La fotografía de Matthew Libatique es habitual en él: la cámara se mueve todo el tiempo, dándonos la impresión de ser una entidad invisible en cada escena, como un voyerista compasivo. Las composiciones de Libatique son románticas y a menudo arrobadoras en las secuencias musicales. Éstas fueron filmadas en verdaderos conciertos; el público es real y la música fue grabada en vivo, con Cooper y Gaga en personaje. Las vistas son desde el escenario, y gracias a la cercanía que sentimos hacia estos amantes, y porque hemos ponderado lo que les ha costado a ambos estar ahí, dejando su alma ante miles de desconocidos extáticos, tenemos un sabor de lo que es estar en los zapatos de Ally y Jack, de ser famoso debido al talento, y de cómo el amor pule los sueños y el carácter de los artistas.
La creación es el centro de Nace una estrella. Ally y Jack escriben canciones todo el tiempo, casi como un sustituto de hacer el amor, y ya sobre el escenario, interpretándolas, hacen que las canciones se metamorfoseen; las crean de nuevo en frente de la muchedumbre, adquiriendo nuevos ritmos, texturas, actitudes. La música en cada concierto es distinta, el público cambia noche tras noche, las energías se renuevan…, y Jack y Ally parecieran enamorarse más el uno de la otra. Suelen cantar muy cerca del micrófono, como besándose con sus voces, la gente detrás, y el efecto es como el de un espejo de nosotros en el cine viendo la película. Es muy poético y hermoso.
El guion saca lo mejor de Lady Gaga en las escenas más tranquilas, donde nos enseña el lado vulnerable y terrestre de sí misma, canalizado a través de Ally. Tenemos la oportunidad de conocer las zonas que la extravagancia de Gaga como cantante, que parece escaparse de este mundo, ensombrece en cada alter ego, videoclip, show. Ally bien podría ser otro alter ego de Gaga. De ser así, es su mejor personaje.
Es aquí que Nace una estrella nos entrega una crítica hacia la industria musical, mordaz pero no abrumadora. La canción que corona el éxito de Ally es < Why Did You Do That? >, el tipo de canción que la convierte en el tipo de cantante que ganaría un Grammy hoy en día. El tema caracteriza la banalidad de la música pop que las radios programan, y es la antítesis a lo que ella es y quiere hacer.
Cooper desvela la realidad subyacente a su relato, la cual conoce muy bien; él es una de las celebridades más notorias y poderosas de Hollywood. Dave Chapelle, Andrew Dice Clay y Sam Elliott le añaden carisma y complejidad al filme, con actuaciones sutiles y diálogos memorables.
Pocas veces un remake es tan bueno. Posee el espíritu crítico y ensoñador de la cinta del ‘37, de un cinismo solapado que hace que la tragedia de los amantes sea todavía más asoladora. Cooper se encarga de referenciar en un par de ocasiones a Judy Garland, protagonista de la famosa versión del ‘54; mas esta versión está empapada del espíritu < correcto > del EE.UU. de los 50, y, aparte de que es un musical, es redundante de lo que hizo su predecesora y no ha envejecido bien. La del ‘76 es la iteración extraña: es un clásico camp que reemplaza a Hollywood por la escena del rock de los 70, y, sin embargo, las canciones y los momentos románticos que no caen en cursilerías, son sobresalientes y emotivos.
Ésa tenía un par de diálogos feministas que, al escucharlos ahora, suenan bastante didácticos, casi en tu cara. Cooper es sabio en empoderar a su heroína sin desdeñar al hombre que la ayuda en su camino, soslayando un enfoque de género trillado. Asume lo mejor del tenor de décadas pasadas, incluyendo la línea < sólo quería mirarte otra vez >, presente en cada Nace una estrella, y elabora un discurso poderoso.
Hay una Nace una estrella para cada generación y cada gusto, así que puedes elegir tu favorita. Ésta es mi favorita y creo que es la mejor.