Stranger Things es uno de los fenómenos más grandes de la plataforma de streaming Netflix, y hoy se celebra el primer día conmemorativo de la serie. Qué mejor oportunidad para recordar la excelente segunda temporada.
Stranger Things 2 (2017) es mi temporada favorita del fenómeno de Netflix que crearon los hermanos Matt y Ross Duffer con Stranger Things (2016). En estos nueve capítulos que continúan la historia de esa inolvidable primera temporada, las expectativas son más altas, al igual que el peligro y la diversión. La narración procede de la manera intensa e imbricada de los episodios previos; y la intensidad emocional es la misma, porque ya conocemos a los personajes, sabemos lo que está en juego, así que los vemos crecer en nuestro corazón e imaginación.
Un año después de lo acontecido en Hawkins, Indiana, Joyce Byers ha iniciado una relación con Bob, un torpe vendedor de artefactos electrónicos, mientras que sus hijos Jonathan y Will siguen siendo los freaks de la secundaria. Will se está adaptando a su antigua vida antes de su desaparición, con varios inconvenientes, como súbitas visiones del Otro Lado y, naturalmente, la sobreprotección de Joyce. Ve monstruos gigantescos amenazar la paz del pueblo. ¿Será el trauma que configura estas imágenes en su cerebro, o tendrá una conexión tangible con el Otro Lado?
Jonathan sigue enamorado de Nancy, la hermana mayor del mejor amigo de Will, Mike, quien, a su vez, sigue enamorado de Eleven, la misteriosa muchacha que murió tras enfrentarse con el Demogorgon. ¿O no murió? La propia muerte de Barb no se ha esclarecido aún. El laboratorio que dio origen a los poderes sobrehumanos de Eleven persiste en sus experimentos de toda índole. Y una nueva chica llega a la ciudad, una obstinada pelirroja a quien los cuatro amigos de la serie, Will, Mike, Dustin y Lucas, conocen en la sala de videojuegos bajo su nombre clave: MADMAX. Su nombre real es Maxine. Max. La adición de este personaje al elenco compensa la falta de interacción entre Eleven y los chicos, además de proveer al grupo sus propias tensiones amorosas y nutrir el desarrollo de estos personajes.
Dustin queda prendado de Max al segundo de verla, e intenta impresionarla con artilugios absurdos, inocentes, incluso asquerosos, pero la honestidad de Dustin es una de las cosas más enternecedoras de esta segunda temporada. Max es una muchacha fuerte, agresiva al enfrentarse a nuevas personas, y el guion encuentra una forma práctica de justificar esta conducta en ella, dándole como trasfondo una familia disfuncional: una madre sojuzgada por un padrastro violento, y el hijo de éste que no ha tenido más opción que incorporar en sí mismo esa hostilidad. De los intérpretes jóvenes, los más sobresalientes son Gaten Matarazzo y Sadie Sink como Dustin y Max, respectivamente.
Winona Ryder tiene la oportunidad de que su Joyce Byers sea más maternal, porque sus dos hijos están en casa, y porque Bob hace de los Byers una familia tradicional más o menos improvisada, supliendo el rol paternal. Él es interpretado por Sean Astin, y la química que crea con Ryder en la pantalla es electrizante. O tal vez sea sólo yo, porque son ambos iconos de los 80 y 90. Los momentos que más me conmovieron tuvieron que ver con Bob, por su devoción a Joyce y sus hijos, casi la misma de Samwise Gamgee por observar que Frodo Bolsón entregase el Anillo. Su comportamiento es reconocible en el día a día, desde su risa, sus miedos, su gusto por las películas, y por su buena voluntad. Es un hombre tan bueno que uno pensaría que es una creación deshonesta. Pero la bondad existe y también hombres como Bob, y creemos en él por su compasión y su deseo de encajar en la familia, tal como Jonathan y Will quieren encajar en el mundo.
Millie Bobby Brown nos entrega una versión más internalizada de Eleven. Está viviendo encerrada en una cabaña que el jefe de policía Hopper, interpretado por un tenaz David Harbour, conserva en lo profundo del bosque. Hopper, quien perdió una hija años atrás, asume el rol de padre de Eleven, y ella, al mismo tiempo, cumple con el rol de hija. Las circunstancias trágicas los han hecho asumir estas nuevas identidades, y conformar otra familia improvisada dentro de la serie. Tanto Hopper como Eleven anhelan el amor y la protección de un hogar, y presentimos que la claustrofobia no propiciará un ambiente ideal para estos dos por mucho tiempo. Esta inusual dinámica parental es motivada, en gran medida, por el miedo a perder un vínculo afectivo fundamental, lo cual desembocará en crisis.
Ahora hablemos de esas referencias de los 80. Los disfraces de Los Cazafantasmas (1984) que usan los cuatro amigos para recoger dulces en la noche de Halloween, proveen los fotogramas más memorables, y a los cuatro se les une Max disfrazada de Michael Myers de Halloween (1978). La referencia al clásico de John Carpenter no es forzada, ya que la primera secuela del filme se estrenó en 1982 y la franquicia adquirió su mayor popularidad en los 80. Para mí, fue como ver una fiesta de dos grandes películas en las meras imágenes que aunaban a ambas. Durante una fiesta de Halloween, Jonathan interactúa con una muchacha maquillada y vestida de chica gótica; no lo dice en los créditos, pero estoy seguro de que la inspiración para ese look fue Siouxsie Sioux.
El bosque que Hopper investiga en un capítulo aparece cubierto por una espesa niebla, lo que encontré evocativo de La niebla (1980) de John Carpenter. La línea narrativa de un renacuajo que Dustin adopta de la basura, y que luego cría y cuida cual mascota, me hizo pensar en Alien (1979) y Gremlins (1984), incluso diría Aliens (1986). Hasta la música compuesta para las escenas entre Dustin y el renacuajo me recordó a la de Jerry Goldsmith para Gremlins.
Hay un capítulo en que Eleven transgrede la claustrofobia de la cabaña y viaja a otra ciudad, donde es acogida en un edificio abandonado cuyos grafitis me recordaron a algunos videos new wave de la época, emitidos por MTV en sus años fundamentales.
La serie se trata del pastiche, del homenaje, de que identifiquemos las referencias en la pantalla. Ése es el propósito de los hermanos Duffer. Si no advertimos las fuentes de su inspiración, nos estamos perdiendo bastante del efecto dramático y de la diversión.
Oh, y ese final. No diré de qué se trata, puesto que para mí fue una de las sorpresas más gratas. Sólo mencionaré que el espíritu de John Hughes, revitalizado en numerosas películas para adolescentes en años recientes, lo sentí más infeccioso, irresistible, que nunca en dicha secuencia. Las canciones pop seleccionadas me las sabía de memoria, y eran más que apropiadas para lo que los Duffer intentaban comunicar. Y, en general, aquí encontré más resoluciones, más catarsis, que en la temporada previa, mientras quedaba atónito al ver cuántas preguntas más surgían en el camino.
La historia de Stranger Things 2 se consolida como la de un pueblo enigmático, casi como Twin Peaks sin surrealismo, y los varios directores y guionistas la elaboran en toda su complejidad. Esta temporada comprende una experiencia más satisfactoria y ha hecho que ésta sea mi serie favorita del momento. Además, está Winona. Y son los 80. Me rindo.