Cultura y Espectáculos

Cuando Pie Grande se encuentra con Pie Pequeño

La nueva película de Warner Animation Group es un cálido entretenimiento infantil, que, aunque con baches, cuenta también con una subversiva trama política.

Por: Esteban Andaur 28 de Octubre 2018
Fotografía: Warner Animation Group

La leyenda de Pie Grande siempre ha estimulado la imaginación de los niños. En las últimas décadas, hemos visto versiones de la criatura peluda más amigables hacia los pequeños, sobre todo en el campo de las caricaturas. Ninguna otra película animada ha abrazado mejor este espíritu bonachón que Pie pequeño (2018), la que transcurre en una ingente montaña del Himalaya, cuya elevada cumbre está oculta a la mirada humana por un espeso suelo de nubes, sobre el cual habita una civilización de yetis, quienes, en una inversión de los papeles, creen que la existencia del personaje del título (o sea, el <<humano>>) es una mera superstición.

Estos Pie Grandes cuentan con un orden político, económico, doméstico y religioso. Las leyes que los rigen son draconianas y están talladas en piedras a modo de jeroglíficos, algo así como Tablas de la Ley pero en dibujos para que los niños entiendan (y como una forma de hacernos saber que estos yetis no poseen una lengua escrita). Estas piedras cuelgan de la bata que cubre todo el cuerpo del Guardián de la Roca, el líder de esta comunidad. Tienen creencias extrañas; por ejemplo, que el Sol es un caracol gigante que se arrastra por la cima nevada de la montaña, para iniciar cada día irradiando su luz al pueblo. Ah, y el caracol recibe la señal de iluminar con un certero toque de gong, efectuado por Dorgle, un pequeño yeti de cabeza, naturalmente, chata, que entrena a su hijo, el inocente y curioso Migo, para que continúe el legado de tocar el gong que corre en la familia.

La comunidad vive pacífica y segura. Hasta que un día, Migo, quien pareciera estar todo el día en las nubes (bueno, ¿no lo está cada uno de los Pie Grandes?) pero que es más perceptivo de lo que deja entrever, se percata de un avión que se estrella en la montaña. El piloto sale eyectado de la nave, y es visto por Migo, quien le avisa a los demás yetis sobre el gran hallazgo. En realidad, el avistamiento del humano causa en Migo grandes dudas sobre la veracidad de la Roca, y, por decirlo de algún modo, se convierte en un agnóstico en presencia de sus similares. Por lo tanto, es expulsado del pueblo hasta que recapacite. Y es entonces que Migo baja de la montaña, y se encuentra cara a cara con un Pie Pequeño. Uno de muchos.

¿Mencioné que la película era infantil? Pues sí, más o menos. Es evidente que Pie Pequeño se propone hacer algo nuevo con su premisa y su formato animado, entregándole al público un ingenioso relato subversivo tanto para niños como adultos, y aunque la narración sea irregular y a veces bastante dispersa, funciona en las emociones y nos deja con varias preguntas después del visionado.

El largometraje en CG que se me viene a la mente es La fiesta de las salchichas (2016), que, pese a ser totalmente lo opuesto a estos yetis en cuanto a trama, tono y público objetivo, comparten la misma estructura narrativa: ambas toman su inspiración de la Alegoría de la caverna de Platón, donde un hombre sale de la comodidad de su ambiente, y en el mundo exterior se da cuenta de que lo que le han enseñado no son más que ilusiones y creencias erradas, y al volver con nuevo conocimiento nadie le cree. Eso a grandes rasgos. The Matrix (1999) empleó la misma narrativa.

Lo que la aventura de Migo les dice a los niños es que deben cuestionar la religión, el statu quo, a sus padres, etc. Warner Animation Group, el estudio que la produjo, continúa con la estela empática de transgresiones sutiles de Cigüeñas (2016) (donde vimos a varias parejas homoparentales recibir bebés de las aves del título), ofreciéndonos un mensaje edificante que, al mismo tiempo, tiene la virtud de que la historia esté afincada en valores familiares.

En este sentido, la película se esfuerza lo más que puede en acercarse a un clásico de Disney de los 90. Pensé en El rey león (1994), debido a la oscuridad subyacente a la narración. Y por el número musical (dentro de una cueva grande y laberíntica, para variar) << Let It Lie >>, interpretado por Common como el Guardián de la Roca, una canción pop, rock y hip hop con una letra ominosa y dramática, que, además, es la mejor parte del filme, y permanece en nuestra conciencia por lo que expresa de la historia. En otras palabras, es muy Disney.

Sí, éste es un musical también. Mas el resto del repertorio es insulso y reciclado de mejores fuentes: la canción de apertura, celebratoria de la vida tranquila en la villa de yetis, evoca la primera que escuchamos en La bella y la bestia (1991); mientras que cuando la hija del Guardián, Meechee, canta acerca de lo maravilloso que es vivir en medio de la nieve, pensé en Pocahontas (1995), cuando la princesa del título le enseña a John Smith los colores en el viento. Ah, y ese cover de << Under Pressure >>… no.

Por fortuna, el humor posee más identidad. La propiedad más preciada (e insuperable en calidad) de Warner. Bros. son los cortometrajes de Looney Tunes, y WAG es sabia en mantener esa corriente clásica de comedia animada, preservando en Pie Pequeño (al igual que hizo con Cigüeñas) esa inclinación por el humor físico y visual, resultando en gags inventivos e hilarantes. Ahora bien, que el filme en sí quiera abarcar tanto territorio en una hora y media y apelar tanto a niños como adultos, es demasiado ambicioso, y tal exceso no siempre funciona.

Esto es evidente en las escenas finales. La subversión política de Pie Pequeño debió haber desembocado en un final más novedoso. No me refiero a que alguien debiese haber muerto, lo cual habría sido innecesario y de mal gusto. Sin embargo, el desenlace debió haberse arriesgado por una nota más agridulce, para causar una genuina mella en el público. Habría sido una narración más apropiada para el mensaje social del guion.

Pero cae en el mismo vicio que Hollywood ha tenido desde sus inicios, y que, en verdad, es su miedo más grande: un final triste. Lo que tenemos es un desvío hacia a una conclusión muy fácil y nada innovadora de reconciliación entre las partes. La animación no es tan sofisticada como los trabajos en CG de otros estudios, y me perturba que el nombre de la peli se confunda con el del protagonista de La tierra antes del tiempo (1988), el clásico de dinosaurios de Don Bluth. Lo bueno es que el verdadero peso del filme se cristaliza en el número de << Let It Lie >>, y si los personajes no fueran entrañables gracias a un sólido reparto en las voces, y la comedia no fuera efectiva, no nos quedaríamos con un recuerdo positivo. Y ese recuerdo es lo que prevalece, y el remezón ideológico es refrescante y una excelente razón para no perderse esta aventura para nada fría como la nieve, ni rígida como una roca.

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