Todos lo saben: Un melodrama tenso e intrigante
13 de Octubre 2018 | Publicado por: Esteban Andaur
El último filme de Asghar Farhadi abrió el Festival de Cannes. No es un trabajo descollante en su filmografía, pero aun así es sólido en guion, actuaciones y montaje.
Laura (Penélope Cruz) es una española residente en Buenos Aires hace más de quince años, donde vive con su marido Alejandro (Ricardo Darín) y sus dos hijos. En un viaje a Madrid que hacen sin el esposo, so pretexto de la boda de una de las hermanas de Laura, la hija mayor de ésta, Irene, se desvanece de su alcoba. Ha sido secuestrada y sus captores exigen un rescate millonario. La noche cae sobre la familia, un caos amargo sobreviene a una fiesta inocente, y la búsqueda por la desaparecida Irene trastorna a los miembros de este clan de enólogos acaudalados venidos en desgracia, y grandes secretos que habían mantenido bajo la alfombra por años salen a la luz, hundiendo aún más los ánimos y las esperanzas en cada uno de ellos.
Y es obvio: si la vida de la chica corre peligro, todos deben asumir la obligación de decirse la verdad entre ellos; si alguien anda ocultando algo, es el principal sospechoso y eventual culpable. Y, como es de esperar, las frecuentes y chocantes revelaciones suscitan nuevas pistas del supuesto paradero de Irene, a la vez que nuevos datos sobre la identidad de la muchacha.
Todos lo saben (2018), que abrió el Festival de Cannes este año, y el primer trabajo en español del director y guionista iraní Asghar Farhadi, es un agudo examen sobre las cosas que, rumoreadas, son vox populi y se asumen como ciertas, y las nefastas consecuencias de la comprobación de tales rumores. Todos saben y nadie admite nada, y lo que debería ser más aparente para alguien, termina siendo lo más distante a su percepción, y tal vez un atajo a la ruina personal. ¿Acaso esta familia conoce quién o quiénes raptaron a Laura? ¿Para qué es el dinero de su rescate? ¿Y por qué son ellos las víctimas? Es fácil pensar en una respuesta consabida por quienquiera que vea películas: alguien muy cercano a ellos es el responsable de tan horrible acto.
El filme nos mantiene en suspenso, durante poco más de dos horas, en saber quién lo hizo y por qué, y cuál será el costo de que, pues, todos lo sepan. O lo sepamos nosotros, el público. Y creo que es demasiado metraje para tal finalidad.
Para el estándar de Farhadi, ésta es una narración bastante convencional. Él es conocido por películas como la magistral La separación de Nader y Simín (2011) y la aclamada El viajante (2016), ambiciosas en sus técnicas narrativas, y han sido encomiadas por cómo han insuflado sofisticación al melodrama, y por sus lúcidas observaciones a la condición humana, presagiando catástrofes en trivialidades cotidianas. Esto es verdad también para Todos lo saben; en cambio, el melodrama aquí es mas rutinario: ya nos han contado historias de secuestros antes, y nunca hay muchas diferencias. Lo que es un poco decepcionante aquí, es que tampoco hay mayor esfuerzo en decir algo nuevo.
Lo que le interesa sobremanera a Farhadi aquí es la tragedia del amor, y la confecciona como un misterio, y la monta como un thriller. El efecto es por entero romántico. Quizá es el amor, ese sentimiento tan misterioso (evocado adecuadamente a través de la estética del thriller), lo que nuestro idioma le sugiere, y sea la razón de por qué decidió realizar el largometraje en España. No obstante, el romance tormentoso sería lo único sustancial en Todos lo saben.
Por fortuna, el drama es interesante, gracias al montaje ágil y actuaciones sobresalientes. Creo que Laura es uno de los mejores papeles que le he visto a Cruz. La actriz conoce el territorio que Farhadi ha cartografiado para ella: es un dramón español acerca de la tradición, y ella fluye en las escenas como si fuera una sirena en el mar. Laura teme que su hija haya muerto, y la forma en que se anticipa al duelo es visceral. A ratos pensaba en cuán perspicaz es Cruz, puesto que cuando una persona pasa por situaciones extremas, por lo general, tiende a exagerar reacciones fisiológicas, y, así, expulsar a la fuerza el dolor de una vez y despejar la mente, pues hay que hacer algo para solucionar pronto el problema. Eso es lo que transmite Cruz, una corporalidad que se alcanza sólo con la costumbre de una observación penetrante.
Javier Bardem interpreta a Paco, ex de Laura y antiguo amigo de su familia. Bardem le da a Paco el aplomo de un hombre habituado a la humildad, a ceder, doliente en el silencio, y ese carácter amenaza con traicionarlo en aquellas horas de angustia. Cruz y él están casados, y la química entre ellos es, desde luego, instantánea. El hecho de que no sean pareja en la película hace que cada fotograma se empape de añoranza. La tensión entre ellos va más allá de lo sexual y trasciende a lo espiritual; se anhelan mutuamente, calando nuestras expectativas poco a poco.
La actuación débil la entrega Ricardo Darín como Alejandro, cerrando el triángulo amoroso. Aparece recién en la segunda mitad del filme, pero el actor no le da a su personaje la intensidad que éste debería tener en estas circunstancias, siendo el padre de una adolescente secuestrada. Darín es mesurado, me imagino que para que sospechemos de Alejandro; pero el guion es lo bastante astuto como para que lo inculpemos en nuestra imaginación, sin necesitar de afectaciones suspicaces y para nada sutiles en la interpretación. Por otra parte, Darín ha estado repitiendo el mismo enfoque desde hace ya cinco años, más o menos, y verlo en la pantalla grande se hace cada vez más tedioso, lo que es desalentador para un actor con talento.
Una vez que conocemos la identidad de los secuestradores, la historia se revela como un inteligente enmarañamiento de amoríos y rencillas familiares, mas no se consolida como un desvelamiento de verdades humanas. Además, es la cámara de Farhadi la que nos muestra a los malhechores, no es un descubrimiento hecho por uno de los personajes. Es una maniobra forzada y gratuita del guion, ya que, de otro modo, todos sabrían lo que muchos no saben y otros sí. O un juego de palabras similar.
Encima, un desenlace abierto no sirve ningún propósito cuando no involucra a los protagonistas, y porque las disyuntivas morales de la trama han sido resueltas antes, por lo que no nos es relevante, como espectadores, lo que pueda pasar después y que no lleguemos a ver.
Ahora bien, uno se queda con preguntas inquietantes. ¿Quiénes lo sabrán? ¿Y cómo? ¿Y en qué momento? Y si es que eso sucede, ¿importará entonces? Es una lástima que Todos lo saben no se acredite el peso de estas interrogantes, excepto por un hábil despliegue de ingenio literario y de romanticismo elegante, lo cual es placentero, hasta admirable, mas no del todo satisfactorio viniendo de un cineasta como Asghar Farhadi.