Ant-Man and the Wasp: vuelven a clavar el aguijón
15 de Julio 2018 | Publicado por: Esteban Andaur
La secuela del filme de 2015 es una versión más pulida y más entretenida de ése, coronando al 2018 como el mejor año de Marvel. Los chistes y el ritmo son mejores, y Paul Rudd y Evangeline Lilly demuestran por qué son los mejores microsuperhéroes del cine.
Peyton Reed regresa en la dirección de Ant-Man and the Wasp (2018), tras realizar la primera, Ant-Man (2015), una de mis películas de superhéroes favoritas. La secuela del taquillazo hormiguesco sigue su estela: es un divertimento extravagante de efectos especiales y diálogos ingeniosos. No pretende hacer otra cosa que no sea entretener, y lo hace con una energía exuberante que obnubila cualquier prejuicio con el inusual protagonista, y nos rendimos ante su optimismo y vigor narrativo.
Ant-Man and the Wasp es, básicamente, microscópicamente, la historia de una misión de rescate. El Ant-Man actual, Scott Lang (Paul Rudd); el Ant-Man original, el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), y su hija Hope van Dyne (Evangeline Lilly), la Wasp de ahora, intentan ingresar al reino cuántico para rescatar a su madre Janet van Dyne (Michelle Pfeiffer), la Wasp original, extraviada en la dimensión subatómica de la materia cuando Hope era muy pequeña. El que Scott haya podido entrar al reino cuántico en el primer filme y salir con vida y en buenas condiciones era suficiente estímulo para que el dúo padre-hija de científicos rebeldes diseñara un plan de rescate.
Pero el asunto no queda ahí. Es, de hecho, bien complicado que Scott les ayude: después de Capitán América: Civil War (2016), ha estado bajo arresto domiciliario por dos años, y si sale de la casa enfrentaría una pena mayor. Su amigo Luis (un hilarante Michael Peña) tiene problemas financieros en la pequeña empresa que tiene con Scott. Encima, y para embrollar todavía más la situación, Hank y Hope están siendo perseguidos por una mafia y Ghost (Hannah John-Kamen), la supervillana de turno, cuya materia orgánica está en una disolución constante y necesita su tecnología.
Hay un exceso de trama aquí, y sería demasiado pretencioso que esta película lo viera como algo importante. En su lugar, es la oportunidad que Reed y su equipo ven para crear una historia excéntrica, cuyo estilo obedece a las sensaciones que quieren generar en los espectadores, al sentido de la diversión que buscan ejercitar con el material, y no a los eventuales y fantabulosos enlaces que puedan inventar entre esta entrega del UCM y Avengers: Infinity War (2018), por ejemplo (aunque eso está, no te preocupes, fan obsesivo). Mas no es la principal motivación.
Lo que mueve a los realizadores es darnos un bálsamo después de esos filmes, que si bien tenían una mayor repercusión emocional, satisfacían los propósitos de Marvel Studios, dejando un área (¿del reino cuántico?) sin explorar: la entretención jovial y pueril, que, según yo, es la esencia de los cómics. Ant-Man and the Wasp cumple con todo lo anterior, siendo una película de superhéroes, espionaje, atraco, comedia romántica, y sátira de las anteriores, todo en un solo largometraje. Además, posee una excitante secuencia de persecución por las calles de San Francisco, con una música evocativa de las series de televisión de los años 70, así que Michael Douglas debe sentirse honrado. Yo admiré lo que vi.
Hannah John-Kamen entrega un actuación sobresaliente como Ghost, una villana que, en realidad, no es mala, sino que se deja llevar por la ira y su necesidad de justicia. A menudo, su instinto de supervivencia la lleva a comportarse de manera cruel. Pese a que su desarrollo sea bastante lineal, empatizamos con Ghost, ya que John-Kamen le infunde melancolía a su papel, la cual leemos en su rostro transparente en cada fotograma en que figura.
En cuanto a los efectos especiales, el vaivén de los encogimientos y agrandamientos es notable y veloz, y el asombro aumenta con las sofisticadas coreografías de los dobles de acción, aunque bastante de los desafíos físicos de Ant-Man y Wasp le correspondió a Paul Rudd y Evangeline Lilly, respectivamente. La química entre ellos es cautivadora; los personajes están bien escritos, y Lilly hace que su Wasp sea la superheroína más ingeniosa, carismática y atlética desde la Mujer Maravilla de Gal Gadot.
Me habría gustado que Pfeiffer tuviera más tiempo en pantalla y que le hubiesen dado más escenas con Douglas; la química de éstos y la presencia de la veterana actriz se mezcla bien en lo que los actores y realizadores ya han construido con éxito. Y aunque tiene mejor ritmo y humor que Ant-Man, esta segunda parte posee un par de desarrollos forzados hacia el final, que rayan en lo inverosímil porque no están bien explicados.
Ahora bien, si sigues buscando un nexo potente entre éste y los filmes de los Avengers, Ant-Man and the Wasp nos presenta nuevos e interesantes personajes, y sugiere que en el reino cuántico estriba la clave de Avengers 4 (2019), aún sin título oficial. Y nos entrega, de paso, un muy necesario y placentero descanso estético, algo que Marvel se atrevió a hacer en 2018, su mejor año de lejos.
Oh, y la música es genial también; en esta ocasión no usan a The Cure en el soundtrack, sino a otro artista de los 80, pero no diré quién o será un spoiler. Ya, es Morrissey.