Sicario: una secuela ambivalente y brutal
14 de Julio 2018 | Publicado por: Esteban Andaur
La secuela del thriller dramático de Denis Villeneuve vuelve al conflicto en la frontera México-EE.UU., con nuevos personajes, aunque sin Emily Blunt.
¿Alguien necesita esta secuela? Mejor dicho, ¿alguien necesita alguna de las secuelas estrenadas en los últimos tres años? Pues no, pero aquí están, no dejarán de producirlas, y varias de ellas son, por lo menos, entretenimientos decentes y eficientes. Bueno, el thriller dramático Sicario: Día del Soldado (2018), dirigido por Stefano Sollima, cuenta con dichas características, aun cuando no es superior al filme original, Sicario (2015) de Denis Villeneuve. Soldado reúne al guionista de Sicario, Taylor Sheridan, y dos de sus tres actores principales: Benicio del Toro y Josh Brolin, en el que es su año, luego de buenos papeles en los taquillazos Avengers: Infinity War y Deadpool 2 (sí, dos secuelas).
Lo primero que hice fue preguntarme (sí, a mí mismo, no había nadie más que supiera) qué significaba la festividad aludida en el título. La película nunca lo dice, los personajes no lo comentan. Simplemente, el filme nos deja el Día del Soldado a nuestra propia y veleidosa deducción. Entonces ¿qué es? ¿Será el período de tiempo en el que transcurre la historia? ¿O el día en el que toma lugar la última escena? Hay una cristalización militar de alguna clase, tal vez simbólica, en el título. A lo mejor es una metáfora de lo que es ser un soldado, sin considerar territorios e ideologías.
Todo comienza cuando ingresan unos cuantos mexicanos a EE.UU. a través de la frontera, donde ya hay un muro desde hace mucho tiempo. Los ilegales son apremiados, pero no vienen solos. Se han infiltrado en el grupo unos cuatro musulmanes, ¿del ISIS? Luego de esto, y en suelo estadounidense, acontece la escena más violenta y horripilante del filme (y de lo que va de franquicia), desencadenando los hechos que veremos en las próximas dos horas.
Hasta ahora, es el momento más polémico del cine de 2018. Comporta estereotipos raciales que pueden ser reforzados o descartados dependiendo del espectador; esto es delicado, si tomamos en cuenta que se trata de una producción estadounidense, y el público allá está, en cierta medida, radicalizado en sus visiones políticas respecto a la inmigración. Es una película difícil para la actualidad de ese país, y el cine debe hacerse responsable de lo que genera en la sociedad.
O no.
Creo que en el caso de Sicario: Día del Soldado no es tan así, pues en el filme no hay héroes: ningún personaje aquí representa una cuota de idealismo ni es admirable; funcionan respecto a las circunstancias y al pasado trágico que ha destruido sus sueños; son defectuosos al punto de ser irremisibles. Le debe bastante al cine negro, y este thriller se conforma con observar la brutalidad del trabajo de sus protagonistas, quienes funcionan como máquinas de machismo; pero esta distancia con sus temas generales deviene en explotación, la cual será aplaudida por espectadores de un conservadurismo radical.
El agente de la CIA Matt Graver (Brolin) recluta una vez más a su amigo Alejandro Gillick (Benicio del Toro) para combatir a los carteles mexicanos, a quienes el Ministerio de Defensa creen responsables de estar ingresando terroristas. Graver y Alejandro se proponen iniciar una guerra con los carteles (que desde luego tendrá repercusiones internacionales), y el primer paso es secuestrar a la hija adolescente de un señor de la droga. Este asunto está podrido.
La niña, Isabela, es una adolescente que responde con violencia ante la más sutil provocación de sus compañeras de colegio. Ha aprendido a defenderse a golpes, y procede sin remordimientos pues sabe que no la pueden reprender; es hija de un narcotraficante. Tras ser secuestrada, se percata de los costos sociales y vitales de los negocios familiares. La actuación de la joven actriz Isabela Moner es una revelación; ella es capaz de dotar a su personaje de matices emocionales que, si bien no son complejos, sí son verosímiles para una persona de su edad en esa situación, y es el eje emocional de la historia.
Ahora bien, es difícil que no lo sea. Isabela es victimizada, agredida física y verbalmente, una y otra vez, y ver esto nos deja exhaustos. Aunque Isabela sirva como el corazón de Soldado, no es como Kate Mercer, el personaje de Emily Blunt en Sicario; Kate tenía diligencia en defender sus ideales y le proveía una perspectiva humana a su película; mientras que Isabela no tiene la madurez suficiente como para defenderse de los adultos que la atormentan, ni la conciencia para distinguir con claridad el bien del mal. Podemos compadecernos por Isabela, esperar que salga sana y salva; no podemos verla como una heroína.
En general, la violencia se mantiene brutal por dos horas de metraje, aunque lo más chocante le pertenezca a la introducción irregular. La primera vez que vemos a Graver, por ejemplo, está torturando a un posible terrorista islámico de una manera que uno desearía que mejor lo hubiese matado. Soldado fluye haciéndote sentir una oscuridad inherente al universo que representa en pantalla, las tinieblas nos permean y nos abaten, dejándonos impasibles en nuestra butaca.
El director de fotografía Dariusz Wolski es constante en arrinconar a los personajes en sus fotogramas, dentro de espacios cerrados, sombríos y de un calor opresivo. Sus composiciones suelen tener reencuadres, como en ventanas o puertas abiertas; nos está indicando que los personajes están en situaciones de las que no pueden escapar, cuyos límites son rígidos y cuadrados, y que salir de ellas no les será fácil, no será posible sin que salgan heridos por la angulosidad del contexto. Y a través de las vistas, a menudo paisajísticas, que nos ofrecen las ventanas, está la naturaleza, la paz. Hay esperanza aquí, un anhelo de libertad y consuelo, aunque sólo se extienda al lenguaje visual.
En un relato amoral, la violencia va a ser, por descontado, extrema, despiadada. Lo que nos deja el Día del Soldado, una fiesta sangrienta sobre cómo se combate la maldad con más maldad, es un conocimiento un poco más cabal de los personajes del primer filme. Del Toro y Brolin pueden explorar más facetas de sus papeles, confiriéndoles una mayor dosis de masculinidad, además de una emotividad que se manifiesta en vociferaciones, golpes, disparos, y explosiones.
¿Necesitamos este tipo de entretenimiento cuando tenemos a superhéroes desplegando todo lo que es la fuerza masculina y heterosexual en la pantalla grande? Por lo menos, Soldado nos entrega una pieza cinematográfica que podemos discutir en términos políticos tangibles, es un filme que no teme ser adulto para el público.
Y, no obstante, debido a lo que nos muestra, no podemos quedarnos tan sólo con un excelente desarrollo de personajes. ¿Qué tiene la película que decir sobre el terrorismo islámico?, ¿o la segregación racial en EE.UU. y que repercute en el resto del planeta?, ¿y qué tiene que decir respecto de su Presidente, cuyo estilo de gobernar condiciona bastante la percepción de este filme?
¿Hasta qué punto es Sicario: Día del Soldado responsable de lo que genera en el público? Tal vez necesitábamos al personaje de Emily Blunt, para que pudiéramos proyectar en ella el idealismo que precisa esta historia; entonces ésta habría sido una película repetitiva de lo que hizo la anterior, sin mucha personalidad, pero habría sido más fácil de digerir. Aunque lo que sí hace es reflejar con descaro y estilo, la ambivalencia de la sociedad que la produjo, su indiferencia. Soldado duele y encoleriza. Puede que haya cumplido su objetivo.