Esta comedia sobre padres que deben enfrentar el nido vacío, es un producto de nuestro tiempo. Contiene un punto de vista sobre la sexualidad adolescente, y el humor es grosero, inteligente y sensible al mismo tiempo.
¿En qué pensarías si te digo <>? Probablemente, cosas distintas, dependiendo del lector. Y aun cuando esta película no se trate de algo que puede sonar obvio, No me las toquen (2018), el primer largometraje de la directora Kay Cannon, sigue siendo una comedia sexual, pero con un giro afectivo e inteligente. Es sobre tres padres, Lisa (Leslie Mann), Hunter (Ike Barinholtz) y Mitchell (John Cena) y el inminente nido vacío que enfrentan: sus respectivas hijas adolescentes, además mejores amigas, están a punto de dejar la secundaria para ir a la universidad, ante lo cual los padres se muestran, exageradamente, condescendientes con las muchachas. Es natural que la angustia abrume a un padre en este contexto, pues tendrá pronto que asumir una nueva identidad. Es una especie de duelo.
Pero ésta es una comedia y las cosas no demoran en complicarse. Julie (Kathryn Newton), la hija de Lisa, deja su computador abierto por accidente y los tres apoderados se ponen a espiar el chat que ella y sus amigas mantienen, donde confirman un #SexPact2018 para la noche de la fiesta de graduación, en la que perderán su virginidad. Entonces Lisa, Hunter y Mitchell se proponen inmiscuirse en la fiesta y hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que sus hijas conozcan los placeres venéreos. Es como si les advirtieran a sus pretendientes <>.
Hace veinte años, esta película habría contado con un elenco masculino, personajes fem e n i n o s secundarios e idiotas, padres ineptos, y una perspectiva unilateral y competitiva sobre la sexualidad. Por fortuna, No me las toquen es un filme de nuestro tiempo en el mejor de los sentidos. Los personajes, por muy excéntricos o absurdos que puedan ser a ratos, son inteligentes, son individuales, tienen objetivos específicos, y reaccionan entre ellos de maneras realistas, y la historia incluye a parejas interraciales y personas queer, confiriéndoles dignidad sin caer en sermones populistas.
Tomemos, por ejemplo, la sexualidad de las muchachas. Ellas saben que tienen que usar preservativos a la hora de tener relaciones sexuales. Saben, asimismo, que una relación sexual debe ser consensuada. Y para ellas el goce debe ser mutuo, generoso y basado en la comunicación fluida entre ambas partes involucradas. Estas tres amigas son chicas sensibles y dispuestas a ser responsables de sus actos, ya que se tendrán la una a la otra, y cuando los amigos son de verdad y hay confianza y honestidad en el vínculo, eso te motiva a correr riesgos de forma inteligente.
Ahora bien, no es que el sexo sea un riesgo propiamente tal, es un proceso natural del ciclo vital, mas sus inseguridades son muy personales, y provienen, en gran medida, de la presión generacional, y del estrés de crecer rápido, en un intento por aplacar, tal vez, el shock de la adultez en la vida universitaria.
Concentrémonos ahora en los padres. Lisa es una madre soltera, cuyo mundo ha sido su hija Julie. Hunter es un padre divorciado que, por lo mismo, se ha perdido etapas e hitos importantes en la vida de Sam (Gideon Adlon), y quiere compensarla por su ausencia estando presente en su fiesta de graduación. Mientras que Mitchell es el padre más incauto del trío, es sentimental y apasionado por los deportes, y en su hija Kayla (Geraldine Viswanathan) ha puesto todas sus esperanzas.
El idealismo parental es una de las cosas que causa la crisis en los protagonistas, pues deben confrontar lo que esperan de sus hijas con quienes ellas realmente son. La realidad es que a los dieciocho años, los padres pueden ver en plenitud a la persona que criaron, y es esa distancia lo que les genera el mayor estrés, pues implica cambios drásticos pero necesarios dentro del hogar. Y también conlleva una crisis de sus propios valores respecto de la amistad, el amor y el sexo: padres e hijos son llamados a crecer aquí.
Por supuesto, hay mucha comedia. Luego de una introducción algo irregular en ritmo, el filme se arroja de lleno a su premisa, en una serie de gags y contextos ridículos, hilarantes, y que exhiben la brecha entre generaciones, y las prácticas sexuales de ciertos tipos de matrimonios. El humor del filme es físico y muchas veces grosero y chocante, como suele ser en las comedias hollywoodenses actuales, y salpicado de diálogos ingeniosos. Me habría gustado que Cannon hubiese sido más osada en algunos chistes, y un poco más creativa en la estructura de la historia.
Sin embargo, el elenco es perfecto, y el resultado es abundante en risas y sentido común. No me las toquen es una comedia observadora, eficiente y muy especial.