En este episodio intersticial de la galaxia muy lejana, conocemos a un Han Solo joven, quien intenta conseguir una nave para rescatar a su novia. Pero pese a ser un deleite visual con destellos de ingenio, el guion trastabilla.
Un joven Han Solo abandona el ejército imperial y se une a una banda de ladrones de coaxium, el mineral más explosivo de la galaxia muy, muy lejana y el más preciado por el Imperio. Han proviene del autoritario planeta Corellia, rico en el mineral, donde era un experto en mecánica de naves estelares. Su plan ahora es conseguir una nave y regresar a Corellia a rescatar a su novia, Qi’ra, a quien debió dejar en tristes circunstancias años atrás. Y aunque podemos ver una versión más idealista de él en esta entrega, su corazón sigue siendo el del bribón que todos queremos.
Han Solo: Una historia de Star Wars (2018) cuenta cómo el personaje del título conoció a Chewie, y es un wéstern espacial, más o menos afín a La guerra de las galaxias (1977). O sea, así la promocionaron; pero la película está más interesada en darle una aventura convencional a uno de los héroes legendarios del cine, que en la amistad del inseparable dúo de forajidos.
Está protagonizada por Alden Ehrenreich, un joven y talentosísimo actor estadounidense, en el papel de Solo. La opción no fue tan bien recibida en un primer término por el público ni la crítica. Es evidente que en Lucasfilm tomaron una decisión sabia y arriesgada: priorizar el talento por sobre la imagen. Pero a pesar de haber trabajado con cineastas como Francis Ford Coppola, Sofia Coppola, Woody Allen, los hermanos Coen y Chan-wook Park, el actor sigue siendo más o menos desconocido. Aunque atractivo, su contextura no se asemeja a Harrison Ford, el actor que originó al personaje en 1977 y quien, para mí, siempre será el único Han Solo. Y, para ser honesto, nadie pidió ni quería un episodio intersticial como éste en la saga, que nos muestra los inicios del contrabandista galáctico.
Si bien el pasado de Han puede no ser muy relevante, el futuro de Ehrenreich sí que lo es, pues va a cambiar, irrevocablemente, desde ahora: por fin el público masivo podrá apreciar su talento, y su carrera avanzará a proyectos más interesantes y jugosos para él.
Empero, Han Solo: Una historia de Star Wars es demasiado ortodoxa para ser fiel al espíritu de su protagonista.
Las ideas y el estilo de dirección de los directores originales, Christopher Miller y Phil Lord, eran idiosincrásicas, a diferencia de la <<tradición>> que Kathleen Kennedy, la productora y presidenta de Lucasfilm, quería continuar. Una frustrada Kennedy los despidió durante el rodaje, los relegó al cargo de productores ejecutivos, y los reemplazó por Ron Howard, quien figura como el único director en los créditos. Y ése fue sólo uno de los meteoritos que debió sortear esta nave. Producciones tumultuosas tienden a afectar la credibilidad en el público. ¿Se manifestará esto en la taquilla?
Howard dirige como gerente, perdiendo la oportunidad de crear algo más cínico y temerario, y obteniendo un resultado demasiado correcto para mi gusto. Por ejemplo, hace que el montajista Pietro Scalia (Alien: Covenant [2017]) deje que ciertos planos duren más de lo necesario, en vez de cortar a las escenas siguientes con un efecto irónico, para así construir pasajes operísticos y que todo sea, bueno, <>.
Por su parte, el director de fotografía Bradford Young (La llegada [2016]) tiene un problema con el contraluz: lo encontré excesivo, y me incomodó que las caras de los actores estuvieran, a veces, más ensombrecidas que el fondo, lo cual reduce el impacto de ciertas escenas y hace que los ambientes adquieran una textura opresiva en sombras.
Esto era esperable en Howard. Su enfoque obediente impide que el relato emerja con la intensidad y la alegría típicas de la ópera espacial de George Lucas, por lo que mis expectativas fueron satisfechas, pero eso no quiere decir que hubiesen sido muy altas.
Ahora bien, hay elementos notables. El diseñador de producción Neil Lamont y los diseñadores de vestuario David Crossman y Glyn Dillon, quienes ya habían trabajado en la superior Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), crean imágenes inolvidables. En particular, es sobresaliente el penthouse cilíndrico de una gran nave con forma de rascacielos, al que ingresan Han y Chewie como en un salón del Far-West. Allí, una cantante está en medio de una performance de una especie de jazz electrónico, ataviada con un vestido dorado de hombreras prominentes, y en la voz la acompaña un extraterrestre diminuto dentro de un frasco suspendido en el aire. Los atuendos y los espacios son deleitosos y funcionales durante todo el metraje, y permanecen en la memoria.
La música de esta escena evoca el cine negro, lo cual es confirmado por una súbita aparición de Qi’ra, quien ya es toda una mujer fatal. El cine negro y el wéstern son los géneros que Han Solo intenta mimetizar y éstos no logran persuadir, debido a personajes febles y un guion de un primer acto soso y desigual.
Las escenas en Corellia establecen un romance que más tarde tendrá repercusiones, pues los guionistas Lawrence Kasdan (El Imperio contraataca [1980], Los cazadores del Arca perdida [1981]) y su hijo Jonathan Kasdan necesitaban un trasfondo melodramático que es la esencia de cada uno de los episodios de la franquicia. Pero pregunto: ¿lo necesita esta película? Pienso que tenía que ser diferente. Darle a Han otro romance aquí sobra, cuando ya sabemos que va a terminar enamorado de la Princesa Leia Organa.
Qi’ra es interpretada por Emilia Clarke; no obstante, no tiene química con Ehrenreich, lo que es muy malo, ya que el guion está elaborado de tal manera, que el arco de Han depende de esta relación. Ella no es una creación original como nuestro protagonista, y no creo que la culpa la tenga Clarke. Simplemente, el personaje no es interesante. Qi’ra es un arquetipo extemporáneo y antojadizo en el relato, ya que a) es propio del cine negro, y b) es un personaje creado a base de clichés, con un arco predecible.
El contrabandista necesita una mujer especial a su lado, como Leia. Es algo que Ehrenreich necesitaba para su interpretación y no se lo concedieron.
Asimismo, el arco dramático del líder de los ladrones y hábil pistolero Tobias Beckett (Woody Harrelson), mentor de Han, no es muy atractivo: sirve de base para escenas rutinarias de parentalidad, pero Harrelson se las arregla para que funcionen con su arrojo e innegable carisma.
Tras los varios rodeos preliminares, Han llega a conocer a Chewbacca, en una escena sorpresiva e hilarante. Es aquí donde los Kasdan despliegan el ingenio y la pasión que caracterizaron las entregas anteriores, ánimo que se mantiene hasta la primera gran secuencia de acción: un atraco a un tren en unas montañas nevadas. La secuencia posee el peso emocional de las grandes secuencias de acción de la saga, y es un festín para los ojos.
Con todo, el mérito del filme se lo doy a Ehrenreich: emula casi a la perfección la impostación de la voz, la gestualidad, la actitud desembarazada y el pavoneo de Ford, honrando su legado. Bueno, el actor tenía que darle coherencia a su Han Solo asociándolo con el de Ford, pero, al verlo actuar, sentí un genuino afecto por el mejor amigo de Chewbacca, comprometiéndonos con una historia que empieza trastabillando y que sugiere que el personaje se consolidará tal como lo conocemos en el Episodio IV.
Donald Glover, quien interpreta a Lando Calrissian, hace el mismo esfuerzo que Ehrenreich, en cuanto a canalizar a un Billy Dee Williams joven. Hay un androide femenino desternillante, L3-37, quien lucha por la equidad de derechos para los androides, y es una de las mejores creaciones del filme. Y lamenté la ausencia de Jabba, uno de mis personajes favoritos; al menos, lo mencionan en un par de diálogos.
Cuando Howard se concentra en desarrollar a Han, Chewie, Lando y el Halcón Milenario (que ya es un personaje, y luce tan inmaculado como el de mi flota de acción de micromáquinas hace veinte años), los fotogramas cobran vida, y las secuencias de acción ofrecen un espectáculo que merece ser visionado en una sala de cine. La esporádica inspiración compensa bastante las profundas irregularidades de la ejecución general.
Sin embargo, si hay una nueva esperanza para Han, es una trilogía muy buena con los hermanos Skywalker diez años en el futuro. Mientras tanto, yo seguiré esperando por Jabba: Una historia de Star Wars; una película única, una comedia, cuyo mero propósito sería entretener, y estaría hablada en uno o varios idiomas alienígenas… y en inglés. Ése sí que es un viaje espacial que me gustaría tomar.