Cerca de 1.200 personas, la capacidad total del Teatro del Biobío, asistieron a esta emotiva fiesta que combinó los formatos rock y orquesta. Un paso importante para una banda se ha ganado su espacio a nivel nacional.
Cuando en diciembre de 1969, el grupo británico Deep Purple anunció que realizaría un Concierto para Grupo y Orquesta, de la mano del destacado director y compositor Sir Malcom Arnold en el mítico Royal Albert Hall de Londres, muchos críticos lo consideraron una aberración. ¿Cómo era posible que una orquesta y un director de renombre se prestaran para acompañar a una banda de hippies, chascones y psicodélicos, profanando los mismísimos pilares de la música selecta?
En el documental que fue grabado en esa ocasión, incluso muestra a músicos de la orquesta tocando a regañadientes el material compuesto por el tecladista Jon Lord. Sir Malcom Arnold, en cambio, con una enorme trayectoria a cuestas, sonreía mientras rasgaba enérgico el aire con su batuta, como si intuyera que estaba haciendo historia.
Casi 50 años más tarde, la banda penquista Julius Popper daba también un paso importante en su propia historia, al concretar, por primera vez, un concierto con lo más granado de su discografía en sus 15 años de existencia, acompañados de la Orquesta Sinfónica de Concepción, en un concierto que fue registrado por las cámaras de canal TVU.
En 1 hora con 45 minutos, el grupo recorrió sus más grandes éxitos, como “La innombrable”, “Que la maten ya” y “Huke”, además de material inédito del disco que se lanzará este año. Los arreglos de Javier Bustos sonaron impecables bajo la dirección musical de Leandro Botto, y con una banda que se mostró segura y sólida, jugando de local. El concierto se dividió en tres actos: el primero y el tercero fue para grupo y orquesta, y en el segundo sólo actuó la banda. Además, contó con invitados estelares, como los hermanos López (ex Bunkers), quienes los acompañaron en dos canciones.
Acompañados de autoridades, familiares, amigos y una base importante de fans, Julius Popper hizo saltar, cantar y gritar a las cerca de 1.200 personas que repletaron el Teatro del Biobío, para una velada que podría marcar un antes y un después a una banda que comienza a abrirse espacios importantes en el siempre complejo escenario del rock nacional. Algo no muy distinto a lo que hizo Deep Purple en Inglaterra en aquel lejano 1969.