Avengers: Infinity War

29 de Abril 2018 | Publicado por: Esteban Andaur
Fotografía: Película.

El evento cinematográfico del año. Una de las películas más caras de la historia. El filme más largo de Marvel. Etc., etc.

Los Vengadores están de vuelta, luego de dos o tres acaparamientos anuales de las carteleras del mundo desde el estreno de Iron Man en 2008. Sí, han pasado diez años y la nueva película es la promesa que Marvel Studios, finalmente, les cumple a sus devotos fans. Y las pelis se han pulido con los años, así que lo vale.

Mas me pregunto ahora qué puedo decir sobre el UCM o el excelso autor del séptimo arte que es Marvel Studios (que he aclarado antes que es una <<persona real>>, según como lo tratan) que no se haya dicho antes. ¿Qué es fácil engañar a los fans contratando a directores con estilos propios para que hagan películas <<artísticas>> donde, paradójicamente, el arte está al servicio de la tecnología? ¿Qué estos filmes son un placebo del homoerotismo para los hombres machistas y homófobos? ¿Qué, por lo tanto, habrán orgasmos involuntarios del público al ver a estos superhéroes peleando contra un villano? Y eso no es lo único, pues ésta es la primera de dos partes. ¡Es un multiverso de cultura pop!

Oh, y hay algunos geeks que siguen a estos superhéroes, y que la agarran con el crítico de cine por hacer su trabajo y ¿lanzar spoilers? ¿Y dónde quedan las evidencias que soporten mis argumentos? No creo que sean spoilers. No, no lo son. Mas suelen exclamar cosas como: <<¡Pero qué haré con mi vida después de estos spoilers! ¡Has arruinado mi infancia, Esteban Andaur!>> Tu infancia se acabó hace cuarenta años, si no se arruinó entonces, ¡no se puede arruinar ahora!

He establecido ya que el sentimiento es mutuo.

La gran diversión

Los crossovers son populares y habituales en los cómics, pero Avengers: Infinity War (2018) es la primera vez que Marvel Studios ha producido un crossover masivo de sus superhéroes para la pantalla grande, con un presupuesto gigante y los más avanzados efectos especiales (las gafas 3D aquí son un artilugio, pero a quién le importa). Es, de hecho, un acontecimiento cinematográfico: es lo más cercano a la tradición de las historietas de Marvel, que a sus ambiciones fílmicas.

Aquí, Thanos es un villano superpoderoso quiere conseguir las preciadas y multicolor Gemas del Infinito, que lo ayudarán a controlar el universo (porque cuándo no) y derrotar a los Vengadores… y una larga lista de superaliados. Siempre el villano quiere, contradictoriamente, controlar y destruir el mundo, por lo que Avengers: Infinity War no es una excepción de originalidad. Aunque, más o menos, lo es respecto de su propio sendero.

Y es que la historia está sacada de los manuales de El Imperio contraataca (1980). Ambos filmes sirven propósitos muy diferentes, mas el estilo, el tono y la estructura son las mismas. Es bien difícil no compararlas. Avengers: Infinity War es romántica, grande, operística, siniestra y, por supuesto, galáctica.

La partitura musical de Alan Silvestri como nunca matiza la emocionalidad de la narración, y para un guion con tantos personajes y desarrollos, el montaje es claro, lógico y fluido. Es una película donde la aventura es tan intensa que te deja exhausto, mas nunca aburrido. A veces se torna abrumadora, sobre todo en unas cuantas escenas que no sabes qué significan con exactitud, pero confías en que lo sabrás cuando llegue la parte dos.

Infinity War comporta, además, un cambio de paradigma en cuanto al heroísmo desplegado en pantalla. Ya no es un heroísmo neoliberal, con los superhéroes compitiendo entre ellos para ver quién es el mejor y el más fuerte. Aquí el heroísmo es puro y altruista, como en la saga Star Wars, como en Mujer Maravilla (2017) y Pantera Negra (2018). La noción de sacrificio es explorada con sentido: cada escena desgarradora, e incluso los pormenores de las secuencias de acción, implican crecimientos importantes para los personajes.

Ahora bien, hay personajes que sí se desarrollan y otros que no tanto. Entre los que sí, están Thor y los Guardianes de la Galaxia; entre los que no, están Pantera Negra, Capitán América (porque llegan un poco tarde, son demasiados superhéroes), y Bruce Banner/Hulk, quien sufre de una especie de disfunción verde al no poder convertirse en su alter ego, por ende, es el principal descanso cómico del filme. Pero aquí uno puede equilibrar las cosas entre desarrollo de personajes y presencia de personajes. Todos actúan bien, y espero que Hulk, por ejemplo, sí tenga más peso (sin ironía) el próximo año.

El compromiso entre el público y los personajes es inevitable, sobre todo porque en Infinity War la escritura ha sido mejorada desde las últimas entregas del UCM. Entre el asombro y el romanticismo, hay escenas que, aisladas, crean momentos míticos; y los hermanos Russo, en la dirección, profundizan el estilo apocalíptico de Capitán América: Civil War (2016). Durante todo el metraje, sabía quiénes eran los personajes, lo que significaban las relaciones entre ellos, los valores que estaban en juego. Me preocupé por ellos, y esa conexión emocional será más profunda para los fans, pues ya poseen la experiencia cumulativa de las películas previas, e Infinity War es el tipo de entretenimiento que exige de su público objetivo una respuesta visceral.

La mejor interpretación del filme le pertenece a Josh Brolin como Thanos. Y eso es decir bastante, pues la película, pese a que tenga el título de Avengers, se trata de él. Ésta es una historia de un mal que crece y crece, un mal inconmensurable que ni siquiera puede entenderse a sí mismo. Thanos es un villano complejo y con propósitos específicos. Algunos podrán decir que es monótono, hasta banal, pero pienso que ver a un villano que se hace más y más malo es una gran historia que contar.

Sin embargo, el final me genera reticencia. Es decir, debo considerar la escena poscréditos también como parte del final, y ésta es mera y prescindible publicidad para las siguientes entregas del UCM, y me hizo creer que Infinity War era, asimismo, una publicidad más grande. El guion sigue una línea exponencial, y dado que es inconcluso (dividido en dos entregas), termina cumpliendo los objetivos de la franquicia y no los propios. Por ende, no puede ser catártica, ni lírica, y, tal vez, tampoco épica, pese a su tamaño.

Sentí que todo lo que invertí de mis emociones y la inteligencia del guion no valieron nada, porque fui conducido a sólo un producto más. Infinity War está tan viva, que merecía, pues, una vida propia, que le es robada por el estudio que la produjo al hacerla sucumbir a sus vicios comerciales. ¡Marvel, deja a tu película ser lo que es!

Ahora bien, mis emociones valen más, y admiré Avengers: Infinity War. Y hubo algunas cosas que agradecí ver. Como el pelo rubio de Scarlett Johansson, nunca me gustó la tintura roja de antaño. O el traje cool de Spider-Man que vimos al final de su filme individual en 2017, traje que no pudo usar en esa ocasión porque, si lo hacía, no habría mayor merchandising para Infinity War. Y pude ver qué diantres pasó con Capitán América y Thor. Ya que lo menciono, ¿triunfará por fin el amor entre Capitán América y Bucky? Porque estos dos están enamorados, hay que partir desde la realidad. Tienen una asombrosa química en la pantalla, son hermosos, y cada vez que Bucky cae en aprietos, Capitán América corre desesperado en su auxilio; o sea, si eso no es un pololeo de clóset, no sé qué es.

Avengers: Infinity War es una gran fiesta de excesos pop, con el ingenio de siempre y un corazón restaurado. Puede hacer trampa, pero es un clásico revolucionario, atrevido, díscolo, contestatario, egregio, inclusivo, deslumbrante, conmovedor, temerario, glorioso, poético, complejo, misterioso, profundo, violento, gracioso, emocionante, fantabuloso, colosal… etc., etc. Lo asumo, me encantó.