Cultura y Espectáculos

El rock para leer una ciudad

Por: Paulo Inostroza 01 de Abril 2018
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Es un texto necesario. Sus autores, claramente, no intentan explicar el rock penquista, pero tampoco lanzaron al azar siete capítulos puntuales sobre la mesa. Sin querer, nacen conexiones entre una y otra historia y personajes que aparecieron en las primeras páginas vuelven más adelante. El libro termina siendo mucho más que su pretensión inicial porque Concepción y su historia es circular. Porque una cosa no se entiende sin hablar de otra.

Resulta fácil identificar quién escribió cada capítulo. Cárcamo es pluma investigadora, confiable y deja hablar a los protagonistas. Rogel es el tipo que cuando cuenta una historia mete otras cuantas sub historias en el camino, pero no pierde el eje. Parece irse por las ramas, pero siempre tiene claro el tronco. Y esa dualidad de guitarras hace más entretenido este trabajo. Porque además de buena pluma, aquí hay trabajo y mucho.

Se advierte mucha entrevista, de esas que demoran unos cuantos cafés o cervezas, para editar durante tardes completas qué debe estar adentro y qué no. Todo se lee bien hilado, dejando que las voces involucradas sean protagonistas. Hablan de Machuca, pero en el camino explican todo ese fenómeno Emi y Alerce con la música chilena a mediados de los ‘90. Cuentan la primera vez que tocaron Los Prisioneros en Concepción, pero terminan describiendo de gran forma la escena musical penquista de ese principio de los ‘80. Ese es el valor agregado.

Con el unplugged de Los Tres tocan el tema de la internacionalización de las bandas, nos recuerdan cómo era MTV en los ‘90. En estas hojas hay nostalgia y cariño por lo escrito. También existe respeto entendiendo que el rock viene de mucho antes que Los Prisioneros y la década donde fueron reyes. Un buceo por épocas remotas nos lleva al Concepción de los ‘60 para contarnos de Bill Haley y un curioso récord, que a ratos sirven de excusa para hablar de nuestro pasado y cómo eran las cosas por aquellos años: la prensa, los locales de comida, cómo llegaba la música a nuestras manos.

Leer este libro es caminar por Concepción, cambiar de vereda para saltar a otra década y detenerse a mirar la ciudad en todas sus direcciones. No son siete historias al vuelo, es Concepción partido en siete partes de un solo cuerpo.

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