Tal como ha pasado con sus anteriores trabajos, esta obra ha despertado gran interés a nivel nacional. Además de este proyecto, se refirió a su futuro literario y a la realidad de las letras chilenas.
Entre sus múltiples obligaciones profesionales, la escritura parece entregarle a Carlos Basso la oportunidad de tomarse un respiro. Aunque en su caso, la elaboración de cada texto puede significar incluso más trabajo que sus deberes formales. Pero, como cada persona cuando algo lo apasiona de verdad, todas estas horas y dedicación resulta todo un placer.
Así fue el proceso de “La conexión chilena”, su más reciente obra que sigue una línea presente en sus últimas creaciones. “Es un libro periodístico, construido fundamentalmente sobre documentación desclasificada, entrevistas, libros y otros documentos, y que reúne a una buena cantidad de héroes (como Prat, Heyder y Canaris, por ejemplo) y a un buen número de antihéroes, como Miguel Serrano, Liliana Walker y otros, en función de un eje que es transversal, que es justamente la conexión internacional de Chile con todos esos relatos, centrados en temas de espionaje e inteligencia. Desde ese punto de vista, se inserta dentro de mi carrera como periodista, y digo esto porque pese a que he publicado cuatro novelas y que ahora trabajo en una quinta, no creo tener una ‘trayectoria literaria’, en realidad. Soy un simple periodista que de repente se entretiene escribiendo ficción”, dijo.
Junto a otros autores, Basso ha abierto una veta exitosa, abordando temas históricos y personajes reconocidos. A su juicio, el interés que generan estos libros “se relaciona con tres aspectos. El primero es que la novela histórica chilena o los textos de historia siempre han tenido éxito, pero parece ser un fenómeno cíclico. En los años ’30 y ’40 hubo cerca de una docena de novelas sobre La Ciudad de los Césares (temas que hemos tocado Pancho Ortega como Jorge Baradit y yo) y algunos años después vinieron libros de Jorge Inostroza sobre la Guerra del Pacífico, por ejemplo”.
Al respecto, agregó que “un segundo elemento es que tengo la impresión de que, en general, la historia chilena es entretenida y llena de rarezas, singularidades y enigmas. A mí siempre me gustó, pero cuando más interesó fue en educación media, por un profesor de historia espectacular, que la narraba, literalmente. Hacía que uno retuviera y quisiera saber más. El fenómeno que desataron Pancho y Jorge tiene que ver con eso: con la narrativa acercaron la historia a mucha gente, aunque a algunos grupos académicos les moleste. En tercer lugar, coincido en el análisis de Jorge, en orden a que en los últimos años todas las grandes instituciones chilenas han fallado y la ciudadanía ya no tiene en quién confiar y que, en ese contexto, busca en su historia, reciente o antigua, un cimiento para pararse frente al mundo. Eso explica que esto suceda hoy y no hace 15 años”.
Basso indicó que piensa seguir con esta línea en sus futuros trabajos. “Queda mucho por investigar y por contar, y cada vez que se producen liberaciones de documentos con antecedentes nuevos o datos que confirman o descartan historias que ya venía trabajando”.
Por otra parte, se refirió a la actualidad de la literatura en Chile. “A nivel nacional, el panorama es alentador. Cuando empecé a publicar, hace 17 años, una tirada promedio era de 500 libros. Vender mil era un éxito. Hoy en día, las tiradas parten en tres o cuatro mil ejemplares, y mis últimos tres libros tienen tres o cuatro reediciones. Imagínate el caso de Jorge, que ha vendido más de 250 mil en poco más de dos años, y el de Pancho Ortega, que debe haber vendido unos 100 mil, o el de Carlos Tromben. Son cifras que indican una lectoría enorme, y un apetito voraz por leer. Creo que estos fenómenos editoriales, que se producen cuando cualquiera puede bajar libros pirateados y hay miles de alternativas de entretención al libro, prueba que lo que faltaba no eran lectores, sino escritores”.
En ese sentido, agregó que “a nivel nacional, si alguien se quiere dedicar profesionalmente a escribir no hay otra opción que publicar en Santiago. De la Región, lo único que puedo pensar es que pese a que Concepción ha sido cuna de grandes industrias y empresas de nivel nacional e incluso internacional, no ha pasado lo mismo con la literatura. No hay editoriales que tengan capacidad para distribuir en el país, o para asumir costos que implican las campañas de marketing (en su caso, trabaja con Penguin Random House, editorial a la cual pertenece el sello Aguilar). Y eso impide que quizá grandes talentos que pueda haber acá, o en cualquier otra parte de Chile, no sean conocidos al nivel que merecerían”.