Cultura y Espectáculos

Estreno de Pascua: María Magdalena

Por: Esteban Andaur 25 de Marzo 2018
Fotografía: En los próximos días, según informó el ministro de Justicia Hernán Larraín, el gobierno ingresará una indicación sustitutiva al proyecto que crea el Servicio Nacional de Protección de la Infancia y la Adolescencia a la Cámara de Diputados. Así, el secretario de Estado detalló —durante una presentación ante la Comisión de Constitución— las prioridades legislativas […]

Entre kilos de chocolate y retransmisiones de la miniserie Jesús de Nazaret (1977), este filme provee un entretenimiento onírico y elegante para la ocasión.

La película empieza bajo el agua. De un costado del cuadro, lleno de un cerúleo profundo y denso, flota hacia el centro una persona, su pelo y túnica ondulando. ¿Es un hombre o una mujer? ¿Es Jesús? Recordemos que el Cielo se refleja en el agua. El plano es etéreo y, por supuesto, misterioso.

María Magdalena (2018), la nueva película de Garth Davis (Lion [2017]), cuenta la historia de la compañera de Jesús, adoptada como apóstol del Hijo de Dios y por siglos creída como prostituta. Es lo que hay que ver en Semana Santa, siete días de kilos de chocolate y retransmisiones de la miniserie Jesús de Nazaret (1977) de Franco Zeffirelli. Ahora bien, la historia toma un rumbo más o menos distinto.

En el filme, María (Rooney Mara) es una joven mujer que vive en Magdala, una villa judía en los tiempos de Cristo. Su madre murió y es cuidada por su padre y hermanos, suele pescar junto con sus vecinas. Su padre quiere casarla con un hombre del que no está enamorada, lo cual provoca en ella un severo conflicto de fe. Los hombres de su familia creen que está poseída, y llaman a un curandero (Joaquín Phoenix) que acaba de llegar a Magdala para que la vea. El hombre va acompañado de varios discípulos varones. Es un rabino. Su nombre se desconoce. María, pues, decide ser bautizada por él y abandona la villa para viajar con el grupo del rabino hacia Jerusalén.

Por lo tanto, María es rescatada de su lugar de origen, distinto al intento de apedreamiento narrado en los Evangelios. Sin embargo, la ignorancia de los hombres es la misma; las mujeres en conflicto eran juzgadas, erróneamente, como diabólicas, cuando en realidad tenían conciencia propia y ejercían su independencia, lo cual era suficiente para implicar un comportamiento oprobioso.

María Magdalena está narrada desde el punto de vista de la protagonista, por lo que hay pasajes de la vida de Jesús que no son representados en pantalla puesto que ella no estuvo ahí. Mara es una de las actrices más interesantes de su generación. Su rostro de ninfa y de ojos grandes y curiosos, tipo Princesa Disney, hacen de sus rictus algo cautivador de ver, ya que no comunican emociones explícitas, sino grandes misterios. Además, Mara posee una jovialidad que el personaje necesita, puesto que es una mujer pura que está despertando a su individualidad y a la posibilidad de convertirse en una guía espiritual para el pueblo de Dios, dada su alianza con el rabino.

Como éste, Phoenix parece a menudo como sacado de una comuna jipi. Tiene la misma actitud despreocupada y el look desgarbado de Vicio propio (2014) y, no obstante, lo vemos etéreo y angustiado como en The Master (2012). Sus colaboraciones con Paul Thomas Anderson, claramente, han moldeado sus tendencias actorales, y que haya asumido un papel tan importante, temido por varios intérpretes, no es mucha sorpresa. Sentí que para tratarse del Mesías, éste no proyectaba la autoridad necesaria para el trabajo. No obstante, y hallé solaz en la iteración contemporánea de Phoenix, pues manifiesta matices insospechados de su personaje, cuya verdadera personalidad emerge en sus escenas con Mara, las mejores del filme.

El diseño de vestuario de Jacqueline Durran parece ser tan leve como la luz en los fotogramas. Las telas son de una textura tan ondulante que se vuelven táctiles a los ojos, incluso trasluciéndose y sugiriendo, específicamente, un halo alrededor de la cabeza del personaje de Mara. Hay un agudo uso del color, como en la indumentaria de la madre del rabino, de un violeta o índigo, implicando una presencia celestial al mismo tiempo que feminidad y autoridad.

Equilibrios de belleza

El director de fotografía Greig Fraser encuadra los paisajes con un estilo presencial y ligero. La iluminación natural hace del visionado algo visceral; sentimos en la piel los cambios de temperatura de los lugares, y nuestra mirada flota en los montes y las playas de colores suaves e idílicos. En sus pasajes más importantes, las acciones transcurren en la hora mágica, dotando a la historia de una textura visual afín al estilo de Terrence Malick, en cuya Song to Song (2017) actuó Mara.

De hecho, María Magdalena se siente como la hija religiosa de los crepúsculos y prados de Días de gloria (1978) con los susurros de El árbol de la vida (2011). El diálogo no es abrumador, y es, bueno, enunciado en bastantes susurros. Mas las palabras escogidas para los personajes por las guionistas Helen Edmundson y Philippa Goslett son bellas y escuetas en lo que expresan. Las escenas del filme son poéticas, fortalecedoras para María Magdalena, e implican un realismo mágico prudente en una producción que no es ostentosa en su visualidad, sino sensorial. Por ejemplo, hay un par de eventos en la película que la protagonista no presencia, pero gracias al montaje entendemos que pudo haber conocido a través de visiones y/o sueños.

La partitura musical de Jóhann Jóhannsson (la última que compuso antes de morir en febrero) y Hildur Guðnadóttir es una correcta mezcla de solemnidad y melancolía. Pero suele enfatizar momentos cuya emoción la transmiten el diálogo o el montaje, y, en general, dota al relato de un ritmo cansino, mas no aburrido. Es sumamente efectiva, en cambio, durante transiciones y momentos contemplativos o de mucha intensidad dramática.

No vemos mucha violencia durante las escenas de la Pasión, tampoco el rabino llora una vez crucificado. Aquí constaté que el director Davis quería encontrar un estado de ánimo, tal vez una elevación espiritual, a través de la estética del filme, de la restricción de la emotividad y de la perspectiva única del personaje principal, abrazando las limitaciones de la cultura de ésta para humanizarla, alejándola de la caricatura redentora que conocemos.

Quizá los discípulos debieron haber hecho más preguntas o haber expresado sus puntos de vista con mayor frecuencia, para así identificarlos como personajes sólidos dentro de la historia, o para que ésta tuviera más sustancia o se atreviera más. Pero ¿será María Magdalena la última vez que escuchemos de esta enigmática mujer? No. Las historias de la Biblia están abiertas a interminables exégesis y, por lo tanto, seguirán habiendo películas cristianas mientras exista el cine. Como la primera representación de ella, María Magdalena, pese a ser monótona, es placentera en su parsimonia elegante y voluptuosidad onírica. Es femenina y nos deja con varias preguntas, tal como la mujer que le da su título.

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