Crítica de cine: El Proyecto Florida ya es un clásico
17 de Marzo 2018 | Publicado por: Esteban Andaur
El filme independiente de Sean Baker fue exhibido en la Quincena de Realizadores de Cannes, y Willem Dafoe fue nominado este año al Óscar de Mejor Actor Secundario.
Se ve como un helado de un sabor irresistible y colores embelesadores. Ésa es una aproximación sensorial al look de El Proyecto Florida (2017), que evoca, certeramente, la percepción del mundo que tienen los niños. Es una de las mejores películas sobre la infancia y sobre la pobreza que he visto. En una deslumbrante actuación protagónica, una pequeña de 7 años llamada Brooklynn Kimberly Prince interpreta a Moonee, una niña que vive junto a su madre en un motel pintado por completo de color violeta, justo en las afueras de Orlando, Florida. Moonee hace travesuras todos los días con sus amigos del motel, colmando la paciencia de varios inquilinos, pero, sobre todo, del gerente del motel, Bobby, interpretado por un soberbio Willem Dafoe.
El complejo se llama Magic Castle, nombre similar a Magic Kingdom. De hecho, el filme toma su título del nombre de la propuesta original de Walt Disney World, el cual se ubica un poco más lejos, en Orlando.
El gigantesco y majestuoso castillo de La Bella Durmiente (1959), ícono del parque cinematográfico más famoso del mundo, se erige al centro de éste, y uno podría decir que, literalmente, este sueño infantil echa una gran sombra a la cruda realidad que rodea al amado lugar de fantasía, destino favorito de familias alrededor del mundo.
Dicha realidad también involucra a niños, y no habrá nunca una película de Disney similar a ésta.
Escrita, dirigida y montada por Sean Baker, uno de los autores más notables del cine independiente contemporáneo, El Proyecto Florida nos ofrece una mirada desgarradora a vidas de niños cuyos destinos son inciertos, porque peligros indecibles los avizoran en cada rincón, y su situación es de tal vulnerabilidad que ellos mismos realizan actos de vandalismo, pues no conocen otros códigos de comportamiento. La cinta posee, asimismo, dosis pertinentes de humor negro, manifestando la complejidad de la condición humana.
Este es un trabajo de mucha expresividad visual, al mismo tiempo que una visión muy personal: el estilo se vuelve también la tesis. El Proyecto Florida fue filmada en celuloide por el director de fotografía mexicano Alexis Zabe, dotando a la película de una textura elegante. Al mismo tiempo, la imagen presenta imperfecciones recurrentes, puesto que el propósito de usar celuloide es romper el frágil idealismo de los niños, el cual llegamos a compartir, llenándonos de melancolía. Baker nos recuerda que ésta es una realidad sucia y que, pese a que los fotogramas sean bellos, lo que hay dentro de ellos está lejos de serlo, y a medida que avanza el metraje, nos sugiere que las cosas se pondrán más y más perturbadoras.
Los alrededores de Magic Castle, de una equivalente decadencia glamurosa, son vistos con una simetría evocativa de la animación y colores saturados, mientras los niños, liderados por Moonee, pasean consiguiendo helados, dinero o la cena de la tarde, de parte de turistas. Han recorrido los mismos lugares desde hace mucho tiempo. Es el tour que emprenden cuando la TV los aburre o cuando llega una niña nueva a la comunidad, para presentarle su nuevo hogar. Es un verano caluroso y los niños sólo pueden sacarle provecho al ocio en cuanto se los permita su imaginación.
La cámara se compromete por completo con Moonee: ella representa a la infancia invisible al lado de Disneyworld, lo que se traduce en contrapicados predominantes. Vemos los eventos del filme desde su altura, con inocencia, pero también con mucha añoranza.
Baker decidió no usar música en la película. Exceptuando las escenas inicial y final, la música que escuchamos es diegética y es muy poca. Esto enfatiza el realismo de la historia, y nos ayuda a comprender que lo que estamos visionando es la experiencia de estos personajes, lo más cercano a la verdad que puede ser la ficción.
Varios pasajeros del Magic Castle son inquilinos, y Bobby es lo bastante humano como para elaborar un sistema de renta y alojamiento que les permita establecerse en el motel mientras sobreviven de la mejor forma posible.
La madre de Moonee es Halley, desempleada y llena de tatuajes llamativos. Es interpretada por Bria Vinaite, quien no había tenido ninguna experiencia actoral previa a El Proyecto Florida en ningún medio, y a quien Baker contactó vía Instagram. Halley es una mujer de 23 años a la que le cuesta conciliar la maternidad con su juventud postergada y siempre se atrasa en pagar el alquiler de su habitación. Este es uno de los detalles que la caracterizan como una madre negligente. El hecho de que no excluya a su hija de sus maniobras para hacer dinero es uno de los primeros indicios de que algo anda mal con esta mujer. Suele incurrir en actividades ilegales, y la gente a su alrededor se da cuenta, menos Moonee, quien tiene la personalidad feroz de su madre; de consiguiente, no tiene idea del costo de la vida ni de la moral. Ama a su madre y la sigue, cuando en realidad es su única víctima.
Sin embargo, el guion de Baker es más doloroso y perceptivo; les concede a sus personajes un grado justo de virtud, y uno se percata de lo bellamente escrita que está la cinta, pues Baker es un verdadero humanista. Halley es capaz de darle a su hija momentos gloriosos de felicidad, consistiendo en algunas de las escenas más conmovedoras del filme. Mas Halley es demasiado inmadura para rectificar sus maneras.
La química en pantalla de Vinaite y Prince es efervescente. Ambas actrices son fuerzas de la naturaleza, y habitan en sus personajes con tal autoridad y fluidez, que uno deja de pensar en éstos como creaciones ficticias. Son personas de verdad.
Willem Dafoe entrega una de las mejores actuaciones de su carrera como Bobby. Baker también le da un par de escenas donde el personaje puede desarrollarse, como cuando su hijo Jack (Caleb Landry Jones) le va a ayudar al motel con algunos de sus quehaceres. Él podría tener una vida familiar normal, mas opta por permanecer en el motel. Sabe que sin él, tal vez la gente de Magic Castle correría aún más riesgo, y necesitan a alguien con su dedicación y generosidad que los proteja. Dafoe es el único actor profesional del elenco, y se adapta con destreza al desafío dramático de sus colegas, cuyas actuaciones emergen con la honestidad inmediata que el relato exige, todas con la misma armonía.
Si Dafoe provee el corazón de la película, Prince provee el alma, y ambos son nuestros guías a través de la historia, informándonos de los horrores de este mundo ignorado y de la belleza que late en él.
La escena final ha sido polémica por varias razones, pero creo que es acertada. Es como una brusca desconexión del estilo general del filme, y está dejada a una interpretación abierta. Me recordó a una escena anterior, en la que Moonee y su nueva amiga Jancey miran un arco iris detrás de Magic Castle. Contemplan con detención los colores en el horizonte, como buscando en ellos su reino mágico.
El Proyecto Florida ya es un clásico.