El drama biográfico de Joe Wright inicia mi cobertura de los filmes nominados a los Premios de la Academia, los cuales revisaré hasta la emisión de la ceremonia.
El político británico Winston Churchill, una de las figuras fundamentales del siglo XX, fue Primer Ministro del Reino Unido durante dos períodos, y era conocido por su hábito de fumar y beber en cuando le daba la gana, y orar y escribir como ninguno de sus pares. Según Las horas más oscuras (2017), llegó al poder en su primer mandato sólo con estos atributos para ofrecerle al Partido Conservador (su partido), al Partido Laborista (la oposición), y al pueblo del Reino Unido. Su deber era enfrentar la amenaza de una inminente invasión nazi a la nación, y rescatar a los soldados británicos varados en la playa de Dunkerque. Conflictos vocacionales, éticos y personales sobrevienen.
Las horas del título son una metáfora del momento crítico por el que atraviesa el Estado soberano en plena Segunda Guerra Mundial: mayo de 1940, cuando Churchill, en su nueva posición de liderazgo, determina la dirección que tomará la guerra.
Siempre he sido muy escéptico de los dramas biográficos de contextos bélicos. O sea, visioné Las horas más oscuras a regañadientes. Y es que siento una especial aversión a este tipo de películas. Algo muy similar me sucede con los filmes de superhéroes, que el año pasado estuvieron muy bien. Más si por un lado los superhéroes existen en el cine para acaparar la taquilla (con éxito), pues el cine biográfico y bélico existe para acaparar los Premios Óscar (también con éxito). Esto último no es distinto con Las horas más oscuras.
Es el show de Gary Oldman
El largometraje de Joe Wright (Expiación [2007]) ha recibido ya tantos reconocimientos por la actuación de Gary Oldman como el nobel de los grandes discursos, que ya es imposible mirar un fotograma de él como Churchill y preguntarse quién es el actor.
No obstante, en cierto sentido sería bueno preguntárselo. Y es que la verosimilitud física del personaje nos convencería mejor, si no supiéramos quién lo encarna. Mas, como lo sabemos, podemos descomponer la interpretación, primero, en un brillante trabajo de maquillaje de efectos especiales, una barriga falsa debajo del vestuario, y imitación de la voz y de la gestualidad del britano; luego notamos la emocionalidad que Oldman le aporta al personaje, en cuya piel habita con comodidad y precisión. Él es lo mejor de la película y la única razón para verla.
El actor no es un extraño al maquillaje de efectos especiales, prótesis y cosas por el estilo (basta revisar su protagónico en Drácula de Bram Stoker [1992] de Francis Ford Coppola). El maquillaje debió ser complejo para alcanzar tal realismo, desde un cuero cabelludo que luce auténtico, hasta la porosidad de sus pómulos y papada que aumentan su verosimilitud en primerísimos primeros planos.
La cámara de Bruno Delbonnel (Big Eyes [2014] de Tim Burton) se mueve con elegancia y destreza a través de los opulentos sets del Parlamento, destacando a Churchill en leves contrapicados, y solazándose en los vestuarios sofisticados, elaborados, de Jacqueline Durran.
El guion de Anthony McCarten también le hace un gran favor a Oldman, ya que los mejores diálogos, las mejores escenas, giran en torno a su papel, dándole al hombre un enorme carisma, ingenio y un temperamento voluble. En términos simples, él es representado como un escritor genial antes que un gran estadista. Pero el filme nunca se refiere a su Nobel; habría sido beneficioso para el relato mencionarlo al final, considerando que la narración se afirma una y otra vez en su oratoria y escritura.
En cambio, el guion se ocupa más de seguir las reglas de manuales de escritura cinematográfica, y no de fluir con la historia que está contando. Sólo hay chistes cuando son necesarios, y funcionan. Las horas más oscuras no permanece en nuestra memoria como un drama efectivo, aunque suele ser a menudo muy interesante. Es demasiado verbosa. Por ejemplo, personajes secundarios como Neville Chamberlain y el Vizconde de Halifax, se limitan a intercambiar diálogos expositivos.
Las mujeres que flanquean al hombre
Un personaje indispensable en esta película es la secretaria personal de Winston, Elizabeth Layton (Lily James), quien redacta cada palabra y cada coma de sus famosos e inspiradores discursos, ya fuera en su dormitorio, afuera del baño, o en habitaciones llenas de militares. En sus escenas juntos, él se muestra más vulnerable y compasivo que lo que su impronta implacable podría sugerir. Pero Layton nunca se desarrolla como debería alguien tan cercano al protagonista, aunque sí derrama un par de lágrimas en una escena, si contamos eso como desarrollo (no lo es).
La función de Layton es proveer a Churchill el tipo de escenas donde éste demuestre distintos aspectos de su personalidad; y, además, servir como una suplente del público dentro del cuadro, ya que lo que sea que no entendamos de los procesos políticos que se están llevando a cabo, éstos les son clarificados a Layton de manera que los espectadores no nos confundamos. James cumple la tarea con dignidad.
A su vez, Kristin Scott Thomas, como Clementine Churchill, le confiere humor y dulzura al filme, siendo la fuente de estabilidad de su marido, a quien ama. Si Layton provee el vínculo racional entre el público y el Primer Ministro, su esposa nutre a este último de matices emocionales y psicológicos, haciéndonos empatizar con él. Sin embargo, justo antes del clímax, vemos breves escenas donde ella se está preparando para una sesión fotográfica en su casa, y luce frustrada. Pero su arco (si lo tenía) ya había concluido en la escena anterior en la que aparecía. La sesión es un subterfugio para dar profundidad a un personaje que no lo necesita, ya que no está ahí para crecer o cambiar. La narración está dedicada a Winston, no es sobre un matrimonio.
Entonces ¿por qué la película nos muestra estas escenas? Pues para darle a Scott Thomas un momento de pathos que la nomine a un Óscar. De esta forma torpe, Las horas más oscuras se revela como una producción hecha para ganar los grandes premios de la industria; y, particularmente, me irritó bastante, sobre todo porque se cortó la tensión de camino al clímax, reduciendo aún más el impacto del filme.
Todo por el codiciado Óscar
Lo que hace de éste un evento cinematográfico, es la laureada actuación de Gary Oldman. Por supuesto, él está considerado para la estatuilla dorada y sería una sorpresa que no se la llevara en la próxima ceremonia. Ahora bien, ¿la merece? Su interpretación es comprometida como en cada título de su filmografía, así que sí, y la recibiría por un héroe, algo inusual en él. ¿La necesita? No en realidad. Peter O’Toole nunca ganó un Óscar.
6 nominaciones, incluyendo Mejor Película y Mejor Actor Principal.