Para los que nacimos a pata pelá y no venimos del mundo de la poesía, y la descubrimos poco a poco le vamos encontrando sus muchas gracias. Cada poeta es una sorprendente novedad. Cada uno con lo suyo, unos más locos, otros graves, algunos agudos. Simpáticos y sencillos. Y, para qué estamos con cosas, varios, pesados e incompresibles.
En mis tiempos de estudiante primario, los zapatos eran muy duros por lo que había que “amansarlos”, es decir caminar con ellos hasta que se ablandaran. Algunos poemas necesitan, también, ser amansados por la academia, con claves secretas, diccionarios y matemáticas. ¡Uf! dicen los cabros.
La poesía de Parra, en cambio, llega a todos los callejeros, como los zapatos regalones, que casi forman parte de nuestro caminar. (Qué te parece, negra Vamos en once…)
Se corrió olímpicamente de la montaña para codearse con los Trúbicos, el don Jeshu de Alfonso Alcalde o los amigos de Condorito. La vieja derecha que se descuida y el viejo que se le acopla por el babor. La vieja y el viejo jamás serán vencidos.
Parra, además de su familiar apellido en esta zona de vinos, viene siendo como el hermano de Violeta, tío abuelo de Angelito el de Los Tres, hermano mayor del tío Roberto, huérfano del Nobel, hijo de Chillán. Entonces es como mi com-padre? Un com-padre de chilenos y chilenas bien hablaos.
Ahora des-Parra-mo
– Aló, con la Casa de la Cultura de Tomé?
– El perejil es bueno/ Pero no tanto.
Darwin Rodríguez – poeta tomecino y cabeza de Al Aire Libros Ediciones