The Room (2003) es considerada la más grande peor película de todos los tiempos. No creo que sea la peor de todas, siempre habrá una peor. Pero sin duda es la más grandiosa, porque es la más amada. Y es que es adorable en cada decisión equivocada de su ejecución: diálogos inconsecuentes, un <> a James Dean, situaciones absurdas, subtramas irresolutas, sets que parecen sets, múltiples errores técnicos, pelotas de fútbol americano, rosas rojas, y retratos de cucharas. Sin contar la misoginia del guion y las escenas de sexo incómodas de mirar (por supuesto que fueron incómodas de filmar). Es un claro intento de drama adulto y simbólico (no, no es una comedia surrealista); pero terminó siendo un fracaso tan espectacular, tan delectable en lo malo que es, que es irresistible.
El filme ya ostenta casi el mismo estatus de culto de The Rocky Horror Picture Show (1975) en el circuito de exhibiciones de medianoche, sobre todo en EE.UU. y Canadá. Tommy Wiseau, su director/actor/guionista, ha recorrido el mundo mostrando la película a quienquiera que desee verla (a menudo muchedumbres), y con los años ha recuperado mucho más de los 6 millones de dólares que invirtió en The Room, la mayoría invertidos, supongo, en publicidad, no en el rodaje.
Si no hubiese sido por la publicidad, a nadie le habría preocupado tanto la calidad de la cinta. Ahora bien, de dónde el hombre sacó el dinero continúa siendo un misterio, al igual que su nacionalidad y edad: tiene una apariencia y un acento extraños, europeo tal vez, y usa gafas de sol y esmoquin.
Como personaje, el único capaz de asumir el desafío dramático era James Franco, y así lo demuestra en The Disaster Artist (2017), película que, además, dirigió y que ganó la Concha de Oro en el pasado Festival de Cine de San Sebastián. Está basada en el libro homónimo del periodista Tom Bissell y el actor Greg Sestero, este último mejor amigo de Wiseau y su coprotagonista en The Room, y narra el inicio de su amistad y lo que sucedió durante la filmación de dicha cinta.
Franco ha alcanzado tal éxito en Hollywood, que le ha dado la autoridad y la libertad de expresarse de maneras diversas, por ejemplo, dirigiendo filmes independientes de premisas extrañas y rebuscadas (ve Interior. Leather Bar. [2013]). Su mente se esfuerza en ser muy caprichosa a la hora de crear. Por lo que es natural que haya dirigido The Disaster Artist. Sólo él lo habría hecho, y sólo él lo habría hecho excelentemente.
La historia se remonta a 1998 en San Francisco, cuando Sestero, de 19 años conoce al estrafalario Tommy Wiseau en un taller de actuación, quien se destaca en la clase por sus actuaciones exageradas e impertinentes, actitud que Sestero desea aprender para convertirse en un actor serio, y por lo que entabla una amistad con él.
Luego se mudan a Los Ángeles con el sueño de triunfar en producciones de los grandes estudios de Hollywood. Pero las cosas no salen como esperaban, y en su frustración, Wiseau escribe el guion de The Room, una película que él mismo dirigirá, protagonizará como el banquero Johnny, y financiará con sus propios medios; y, además, quiere que Sestero interprete a Mark, el mejor amigo de Johnny y con quien Lisa, la novia de Johnny, tiene un amorío. El resto ya es parte de la historia infame del cine.
El reparto de Artist incluye una lista suculenta de estrellas, varias interpretándose a sí mismas, enfoque necesario para dar veracidad al relato, entre las que contamos a Melanie Griffith, Sharon Stone, Bryan Cranston y el mismísimo director de The Room.
Imagina una conversación con Tommy Wiseau, hazle una pregunta y la respuesta tendrá metáforas improbables, cavilaciones sobre la ecología y el destino de la humanidad, y eso es lo normal que él te diría. Pues bien, la personificación de Franco es perfecta, ayudado por un certero trabajo de maquillaje y peluquería, siendo casi imposible diferenciarlos. Canaliza todos los gestos, la pose y vulnerabilidad de su personaje de la vida real, y rescata la humanidad en él que el público por tanto tiempo ha parecido ignorar, despertando en nosotros una inmensa empatía por un artista marginado por el sistema.
La hilaridad de The Room es preservada en The Disaster Artist. Franco entiende que Wiseau es gracioso porque cualquier persona lo es, por lo tanto, la risa no nace de una burla gratuita. Por otra parte, Artist también nos muestra que la personalidad avasalladora y dominadora de este último, produjo muchos conflictos durante un rodaje que todos, menos él, sabían que era mediocre, por decir lo menos.
Esto último es fundamental, puesto que lo que se interpreta es la percepción que Sestero, como autor del libro, tiene tanto de su amigo como de su proceso creativo. El resultado logra trascender la parodia y se vuelve una obra crítica del cine comercial y del sueño americano, y humana en la inusual y cariñosa amistad al centro de la historia.
El propio hermano de James, Dave Franco, interpreta a Sestero. Esto sí que dota al filme de una visceralidad insospechada; la hermandad de los Franco les provee de un lazo cercano y profundo, que hace verosímil y fluida su interpretación de la amistad de Wiseau y Sestero, tal como el vínculo es planteado en el guion de The Disaster Artist. James Franco también necesita rodearse de su familia sanguínea y cinematográfica para trabajar.
La única cinta comparable con The Disaster Artist es la obra maestra de Tim Burton, Ed Wood (1994). Ambas cubren la vida de un director popular por ser tan malo.
Sin embargo, mientras en Ed Wood el personaje del título era un realizador por su amor al séptimo arte y su sueño de proporcionarle al público la mejor entretención (según sus propios estándares), lo que mueve al director de The Room en Artist es su ego herido, y no logra del todo superar el sufrimiento adicional de que nadie más comprenda ni apoye su proyecto personal. En cierto sentido, Wiseau nunca pudo salir de su planeta y conquistar a su equipo, y me figuro que esto debe ser una carga bastante pesada para él hasta hoy, considerando que su largometraje es tan rentable.
Si bien Ed Wood es superior en profundidad y estética, posee la misma exuberancia y melancolía que Artist: sus respectivos directores están extasiados por hacer una película, al igual que los directores dentro de sus películas, y te alientan a seguir tus sueños y hacerlos realidad sin importar las consecuencias, a ser siempre tú mismo sin importar la opinión del resto. Podrías triunfar.
Aunque The Room deba ser vista tan sólo para ser creída, su visionado no es perentorio para entender The Disaster Artist. Ahora bien, ¿debe haber un género donde la primera tenga cabida como cine serio? Hay películas malas que se hacen por contratos, para vender entradas, etc.; el tipo que abunda en listas de las peores del año. Sin embargo, aquellas como el <<clásico>> de 2003 se hacen por pura inspiración, y fracasan escena tras escena en transformar la cara del cine. O quizá sí la transforman.
Si el desastre es un género cinematográfico, The Room es su obra maestra de lo que va de siglo. Y si todavía no quieres verla, tienes que ver The Disaster Artist. Ésta es <>.