Musical sobre el empresario circense más importante de EE.UU. del sigloXIX, P.T. Barnum, y funciona como un show de los suyos. Se estrena el próximo jueves.
Hugh Jackman ha tenido un notable 2017. Empezó con el taquillazo Logan (que yo desprecio), y ahora lo termina con la extravagante El gran showman, papeles protagónicos en películas diferentes y que le exigen el mismo nivel de compromiso. Si algo ha demostrado el actor con estos filmes es su versatilidad, que ya hemos visto, por ejemplo, en su papel de Jean Valjean en el musical Los miserables (2012), por el que fue nominado al Óscar. Él es arriesgado: no confía en una receta para el éxito a la hora de elegir guiones; es agudo en asumir personajes que lo desafíen y que expriman hasta la última gota de su talento. Jackman ama la actuación tanto como P.T. Barnum, el gran showman del título de su nuevo filme, ama el espectáculo circense.
La película es una biografía musical de uno de los primeros empresarios circenses exitosos en la historia de EE.UU., Phineas Taylor Barnum, quien incluyó a su espectáculo animales exóticos vivos y artistas con peculiaridades <<chocantes>> para la Nueva York del siglo XIX, como enanos, siameses y una mujer barbuda. El típico espectáculo circense que uno imagina hoy cuando dicen la palabra <<circo>>. El gran showman arguye que fue Barnum quien popularizó este uso del término.
Barnum tuvo tanto éxito comercial que realizó giras con su polémico circo alrededor del mundo y hasta se involucró en política. Pero esta última faceta no es abordada por el filme, puesto que éste se centra sólo en el espectáculo, elaborando una biografía con tintes de facticidad, pero que es, al cabo y al fin, parcialmente veraz. No obstante, esta no es una falencia del filme, lo cual sería fácil de pensar.
Vieja escuela
Los realizadores sacrifican parte de la información de la vida de Barnum, para crear de la película un espectáculo en la vieja tradición de los musicales hollywoodenses y que homenaje a Barnum en su propio estilo, esto es, algo sin mucho contenido pero de una energía vital en la vistosidad y en la música. Los elementos más serios y oscuros habrían desviado las intenciones estéticas a un territorio, tal vez, difícil de manejar para los códigos de un musical de antaño.
La película intenta dejar la moraleja de que uno siempre debe recordar sus orígenes una vez ha alcanzado el éxito, para convertirse en una versión sincera de sí mismo. No puede haber algo más trillado, pero, lo reitero, este es un musical de la vieja escuela. Está hecho para compartir el espacio de los clásicos del género de los 40 y 50. El melodrama de aquellos años es intensificado por la música, la que, también, permite cierto acercamiento a la fantasía, cual acto de magia de un show de Barnum. Y las canciones son composiciones pop que uno esperaría de Katy Perry, dándole un toque extemporáneo al relato, aunque quitándole credibilidad al drama de fondo.
En cuanto a lo visual, el diseño de vestuario es exquisito en los colores y los detalles de las confecciones, tanto así, que uno se sorprende por cómo los personajes pobres pueden vestirse tan bien, ya que en la vida real no podrían costear tal suntuosa indumentaria. Ah, pero olvidaba que esto es una especie de fantasía. Con razón una trapecista usa una peluca que parece algodón de azúcar y Barnum se pasea sobre un elefante por las calles de Nueva York.
El aspecto biográfico interfiere en varias ocasiones con la ilusión que el filme quiere transmitir. De hecho, algunos pasajes están ejecutados de maneras tan ridículas, que el melodrama, hasta entonces bien construido, se ve eclipsado por risillas involuntarias. Esto no importa.
Lo que sí importa es la energía irresistible de las canciones, las coreografías emocionantes, el ingenioso uso de matte paintings (como en los clásicos), el elaboradísimo diseño de producción, la moda… y las actuaciones. Hugh Jackman nos entrega una de sus mejores actuaciones, tal vez demasiado buena para esta película, y quedé impresionado por el arrojo de su interpretación.
Un elenco de estrellas
Si La La Land sugirió en 2016 el renacimiento del musical en Hollywood, Jackman, de 49 años, es la próxima gran estrella del género. Y debería serlo. No sólo baila de una forma envidiable incluso para generaciones más jóvenes, que quizá lo admiren por su Wolverine, sino que posee una de las pocas voces en la industria que es, realmente, la de un cantante. Él es un artista íntegro, y aunque discrepe de algunas de sus elecciones cinematográficas, el actor tiene un instinto audaz para éstas.
Michelle Williams…, bueno, otra vez estrena una película justo para la temporada de premios, que es su hábito de cada año, creo. Es una excelente actriz, pero es evidente que se esfuerza demasiado para cantar y bailar bien como Charity, la esposa de Barnum. Su presencia no es molesta, ya que, por fortuna, actúa más de lo canta, pero el musical no es lo suyo. Zac Efron, como Phillip Carlyle, uno de los socios de Barnum, nos recuerda los tempranos días de su carrera como protagonista de musicales de secundaria.
La actuación más sobresaliente del reparto le pertenece a Zendaya como la trapecista Anne Wheeler, el interés romántico de Carlyle. Ella estuvo excelente como MJ en Spider-Man: De regreso a casa hace meses, y ya en esa película demostraba las habilidades de una actriz con mucha experiencia frente a la cámara. Empezó como actriz en Disney Channel antes de iniciar una carrera en la música, pero es su compromiso total con su trabajo lo que la mueve a querer dotarlo de mayor complejidad: Zendaya no ocupa mucho tiempo en pantalla en El gran showman, más cuando lo hace es imposible no sentir el peso de su presencia. Su interpretación es vivida en lugar de artificial, a diferencia del show que se despliega ante nuestros ojos, entregando bastante más de lo que un filme así le pediría a cualquiera de sus actores que no fuera Jackman. Y canta y baila tan bien como él.
¿Agenda política?
Que fuera posible la producción de esta película como un musical se debe a tres razones. En primer lugar, el resurgimiento del musical como un género viable en Hollywood. En segundo lugar, porque el circo de Barnum es presentado, sutilmente, como una expresión de la agenda inclusiva de Hollywood por estos días, la cual responde, sin duda, a la actual administración de Trump; por lo que El gran showman puede convocar bastante público sólo por su inevitable sabor contemporáneo y panfletario.
Y en tercer lugar está el equipo realizador. Bill Condon, director de La bella y la bestia (2017) coescribió el guion, y James Mangold, director de Logan, es el productor ejecutivo. Lo que separa a El gran showman de las dos películas anteriores, es que no intenta ni por un segundo ser más de lo que es. Puede haber un par de canciones cuyas letras, a veces, parecen más eslóganes para las emociones que comunican, que piezas musicales al servicio de la narración. Mas el filme nos obnubila con su clásico y acertado sentido del espectáculo, haciendo que un entretenimiento anticuado funcione por la convicción de las personas involucradas.