Conjuros del más allá (2016) es un delicioso homenaje a las cintas de terror de bajo presupuesto populares en los 80. Eso es visible en el maquillaje FX, los efectos especiales, y la historia inverosímil y descabellada. Sin embargo, el filme funciona como un entretenimiento nostálgico y efectivo gracias a su atmósfera y la convicción de las actuaciones.
Es una producción canadiense, la gran nación de la cual no solemos ver aquí en Chile mucho de su cine, y sus orígenes se encuentran en una campaña de crowdfunding iniciada en la página web Indiegogo. Me hace pensar que Conjuros tuvo crowdfunders en nuestro país, y que por eso llegó a nuestras salas. No creo que haya llegado por ser un éxito de taquilla; no lo fue en EE.UU., por ejemplo. O quizá había un público para esta película aquí, como, de hecho, lo hay para toda película de terror, inmensamente populares.
Esto nos lleva a meditar en el poder del financiamiento independiente en las producciones cinematográficas contemporáneas. ¿Es importante que una película sea exitosa en grandes mercados, como lo es el estadounidense, para ser considerada una buena película o merecedora de exportación a países sudamericanos?
Bueno, es una pregunta larga, pero pienso que la respuesta debe ser no. El crowdfunding se instala fuera de ese dinámica, permitiendo que los realizadores materialicen sus proyectos y los presenten al público que confía en ellos y que los hizo posibles, abriendo, además, una puerta para nuevos públicos. Por lo tanto, el éxito del cine contemporáneo se está transformando, volviéndose una experiencia más democrática, y con el tiempo la producción fílmica aumentará gracias al crowdfunding, de eso estoy seguro.
Entre el pasado y el futuro
Conjuros del más allá contiene muchas subtramas envueltas en la principal, sobre un hospital donde el líder de una secta resucita a los muertos, transformándolos en criaturas horrendas sedientas de muerte de más humanos.
Uno pensaría que este tipo de historia tiene que ver con algo diabólico, pero no. La <<religiosidad>> de Conjuros implica una especie de desdoblamiento entre el mundo de los vivos y el de los muertos, siendo este último un Vacío, como un infierno pero sin espíritus malvados (el título original del filme es The Void, El Vacío en español). No hay Dios ni diablo aquí, sólo una persona que descubrió cómo ingresar y salir del Vacío y crear una secta al respecto.
Es bien ridículo, pero los directores y guionistas Jeremy Gillespie y Steve Konstanski saben crear imágenes espeluznantes y dirigir actores de una manera tal que, aunque emitan diálogos a veces risibles, lo hagan con una convicción irresistible. Al final, Conjuros del más allá se trata del estilo y de la diversión del terror de antaño, refrescado con temas atingentes, como las sectas, abordadas no sólo por el terror sino también por el drama puro. La mezcla es ingenua, pero funciona porque, pese a sus irregularidades, asusta y genera curiosidad por lo que va a pasar.
Lo mejor de la película son sus imágenes inolvidables. Los efectos especiales, tanto digitales como de maquillaje, pueden ser precarios, pero el propósito es que el presupuesto sea evidente en la pantalla, como lo era en los filmes ochenteros que inspiraron a éste, y están bien disimulados por una iluminación y un montaje que nos muestra lo que se ve creíble, y oculta lo que sin verse nos puede asustar todavía más.
Los vestuarios y el diseño de producción son ingeniosos, sugiriendo la originalidad de los directores en su enfoque cinematográfico. Y algunas piezas de la banda sonora electrónica compuesta por Blitz//Berlin te pueden dar pesadillas.
La atmósfera del filme es rica en sombras, lugares insólitos, y un miedo que acosa y sofoca a los personajes sin tregua. No obstante, el crédito también debo dárselo al elenco.
Entre los personajes tenemos a un abuelo y su nieta adolescente embarazada; una estudiante de Enfermería; médicos y pacientes; un padre y un hijo vengativos; y el policía con un pasado tormentoso que es nuestro héroe.
Son personajes de utilería, creados por el mero placer de desplegarlos en pantalla con descaro, y nutriendo bien el espíritu nostálgico del filme. Y los personajes son interpretados con el arrojo de actores talentosos y que creen de corazón estar dentro de un filme merecedor de sus talentos.
Y si ellos no creyeran en Conjuros del más allá, tampoco nosotros. Y Aaron Poole, el policía, debería convertirse en una estrella en los años por venir. No me extrañaría verlo protagonizando películas más serias e importantes.
Una película muy canadiense
No es de extrañar que Conjuros del más allá es posea una sensibilidad, estrictamente, canadiense. En cuanto a género, la película se puede clasificar como body horror, cuyo pionero fue David Cronenberg, el cineasta canadiense más popular de los 80. Habiendo dirigido clásicos como Videodrome (1983) y La mosca (1986), Cronenberg estableció en este subgénero del terror a personajes que sufren transformaciones corporales horrorosas, las cuales funcionan como metáforas sociales, a menudo relativas a la tecnología.
El body horror sigue teniendo una gran influencia en el terror contemporáneo, pero la muestra más fiel a su origen es Conjuros del más allá. No aborda temas sociales relevantes, no le interesa, pero el filme es asqueroso al punto que te perturba, las vísceras salen de manera grotesca a través de cualquier resquicio del cuerpo, transformado o no. En cierta medida, es una experiencia ingenua, mas visceral, y si Cronenberg la vio, debió sonreír.