Todos conocemos a Condorito, la creación más emblemática del historietista penquista Pepo, y hemos crecido leyendo los cómics o escuchando referencias a sus personajes. El cómic Condorito forma parte de nuestra lengua vernácula, y varias de sus expresiones ya deberían entrar al Diccionario de la Real Academia Española, como el ¡plop!
Y, en efecto, Condorito: La película (2017), la primera adaptación a la pantalla grande del clásico cómic, comienza con un ¡plop! al más puro estilo de su material fuente. En dicha introducción, vemos los paneles de los chistes representando una historia en que varios Condoritos han poblado la Tierra desde sus orígenes en el universo, y cómo éstos le han dado forma a la historia del planeta. Lo cual, luego del ¡plop!, deviene en un relato de ciencia ficción, donde Doña Tremebunda es secuestrada por alienígenas que quieren controlar el planeta, y su desdeñado yerno Condorito, junto a su sobrino Coné, deben ir a su rescate.
La película, pese a que ha arrasado en la taquilla nacional (como era de esperar), ha sido a mi parecer, injustamente, atacada por ser superficial. Pero no creo que sea el adjetivo correcto.
No puedes pedirle profundidad a un cómic como Condorito ni a su película, porque no ofrecen eso. Lo que la creación literaria de Pepo ofrece es un entretenimiento en forma de chiste corto en viñetas, que reflejan el diario vivir de los chilenos. No es, precisamente, la originalidad lo que prima en las historietas, sino el ingenio y la certidumbre con que el querido autor logró capturar en sus dibujos la esencia de la gente chilena de su época (Condorito empezó a ser publicado en 1949), y aquellos códigos han logrado trascender la cultura popular hasta volverse parte de nuestra cotidianeidad, ya sea en nuestro comportamiento o bien en nuestras observaciones de los demás.
Condorito: La película, entonces, ofrece lo mismo al espectador: un humor inocente y popular, que rescata en sus chistes picarescos lo que hace a las historietas tan especiales, además de presentar a su protagonista y al pequeño mundo dentro de Pelotillehue a una nueva generación de espectadores y lectores: los niños. Esta es una película perfecta para el público infantil, ya que la comedia no es ofensiva (ni siquiera lo es el product placement, desplegado decentemente en pantalla), y la historia está empaquetada en una aventura extravagante que abarca el fútbol, completos del Doggis, el espacio exterior y una excursión en la jungla a lo Indiana Jones. Es decir, apela directamente a la sensibilidad infantil contemporánea.
El filme también funciona porque es humilde en su pretensión de entretener con un humor liviano, y conoce cuáles son sus atributos más fuertes, y los explota muy bien. Mi papá siempre comentaba que uno de los personajes más divertidos de las historietas era Doña Tremebunda; ella es una hipérbole de los peores miedos masculinos respecto a las suegras, y es una creación de puro genio. La película pareciera estar de acuerdo con mi papá, poniéndola a ella al centro de la historia, y cada vez que Tremebunda aparece en pantalla las risas son efectivas. El personaje es tratado con dignidad, y es el elemento más consistente y mejor desarrollado del filme. Su voz la provee el comediante Coco Legrand, y su trabajo de doblaje es notable, y también le da voz a su marido, Don Cuasimodo.
Y luego está el último ¡plop!, utilizado, naturalmente, al final de la película. Pero el chiste no es muy divertido, por lo tanto, se siente como un ¡plop! desperdiciado. Mas no podía terminar de otra forma, aunque el chiste fuera fome.
En cuanto a la animación en CG, Condorito: La película no está a la altura de Pixar, y tampoco a nivel narrativo. Las desventajas en historia y animación pueden ser aparentes, pero se deben, claramente, al presupuesto; ni siquiera los chistes, aunque efectivos, podían ser tan complejos, porque tal vez no habría habido forma de animarlos como corresponde. Esta película costó 8 millones de dólares, lo que suele costar una película independiente, en imagen real, producida por un estudio en Los Ángeles, California. Es un monto bajo para un largometraje animado (el presupuesto de Buscando a Dory [2016] fue de 200 millones de dólares).
La falta de presupuesto se nota en los planos generales, por ejemplo. Las calles de Pelotillehue suelen verse no muy concurridas: puede ser un pueblo, pero con una historieta que lleva décadas de publicación y contando, uno tiende a imaginar a Pelotillehue como un lugar lleno de personajes estrafalarios y una geografía interminable en imaginación, y no sería exagerado exigir esa sensación en el cine. En la escena final, la animación se percibe aún más plana; quizá la película fue animada en orden cronológico para hacer rendir mejor los recursos. No me extrañaría que hubiera ocurrido esto, considerando que es una animación latinoamericana: la película fue producida por Aronnax Studios en Perú, y es distribuida por 20th Century Fox.
Sin embargo, detrás de Condorito: La película se nota un gran esfuerzo por entregar algo de calidad y satisfactorio para todo el público. Creo que la meta fue lograda, y el filme funciona como un afectuoso homenaje a Condorito, sus amigos, Pepo y los fanáticos que seguirán aumentando en número gracias a la pantalla grande.